El director del programa Eureka, Francisco Antonete. | R.L.

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Francisco Antonete es psicólogo y director del programa Eureka de Projecte Home, dedicado a tratar adicciones del comportamiento. Uno de los grupos que atiende en la entidad está formado por personas con problemas de adicción sexual compulsiva.

¿Cómo saber si uno tiene adicción al sexo?

—Hay que hacer una evaluación diagnostica en base a unos criterios. Tiene que haber una pérdida de control, las personas generan una relación de dependencia, hay pérdida de interés por otras actividades gratificantes, persiste a pesar de las consecuencias, la conducta se convierte en un regulador emocional. Al final se mantiene la adicción por refuerzo negativo: si no lo tiene desarrolla malestar.

¿Hay un único patrón?

—Hay variantes como la masturbación, la pornografía, el cibersexo o la prostitución. No se suele dar una sola conducta, hay de dos tipos: cuantitativa y cualitativa. Puede que tenga la misma conducta cada vez con más frecuencia o que la conducta cada vez vaya a más.

¿Hay un perfil determinado?

—Suele haber dos perfiles muy diferenciados, las personas con baja autoestima y luego más seductivos como el típico ‘Don Juan’. El primero es un perfil muy introvertido. El segundo se centra en personas que se dan a valer a través del sexo, de la conquista, que siguen el refrán de 'cuantas más mejor’. Si no se entiende la sexualidad desde una visión más amplia, al final se mide todo desde la genitalidad; donde se entienden a las personas como cosas. Esto al final conlleva a una desconexión empática. Puede haber perfiles a edades muy prematuras donde no se puede procesar qué es la sexualidad.

La gente imagina al típico ninfómano...

No todas las personas que presentan una frecuencia muy alta sexual, como en el caso de que implique infidelidades, son considerados como adictos al sexo. A veces vienen personas con sus parejas, porque es más fácil justificar la infidelidad a través de la adicción al sexo. Si vamos a un modelo dimensional, están las personas que disfrutan del sexo, pero confronta con una cuestión moral, y luego las personas completamente dependientes de la sexualidad, que les lleva incluso al delito.

¿Qué puede causar este último supuesto?

—Muchas veces hay abuso sexual, una educación sexual muy coartante o directamente ninguna. Si la pornografía es la referencia se cambian las actitudes hacia los roles de género y cómo se valora la sexualidad, dificultando el autocontrol. Si se le suma que a veces hablamos de personas que sufren o han sufrido bullying, pues se intenta restar este rechazo que padecen a través de la pantalla.

¿A cuántas personas atendéis a través de Eureka?

—La adicción al sexo es una adicción invisible, porque la sexualidad es un tabú y se lleva desde la intimidad, por lo que es difícil que las personas pidan ayuda. Hemos atendido a 14 personas este último año. Es un perfil muy heterogéneo, todos hombres, entorno a las 35 años. Cada vez nos llegan más jóvenes que consumen mucho porno y tienen disfunciones. En general son de tres tipos: disfunción eréctil, porque no se excitan; disfunción de eyaculación precoz o eyaculación retardada, porque necesitan estímulos más potentes continuamente.

¿Cómo se puede afrontar esta problemática?

—En primer lugar hay que salir de la invisibilidad. Hace falta mucha más concienciación, sobre un problema que cada vez es más frecuente y que cada vez lo será más.

¿Cómo lo abordáis desde el centro?

—Desde Eureka evaluamos el problema y damos una respuesta desde dos vertientes: atención grupal e individual. Muchos acuden con sus parejas, que suelen estar muy dañadas. Hacemos mucha terapia de pareja, mucha educación sexual. Intentamos que la personas abandone la conducta adictiva y luego gestionamos la conducta sexual y sus problemas subyacentes como los de pareja o incluso laborales. Fomentamos las relaciones sanas y abordamos nuevas estrategias de seducción. También tratamos las situación traumáticas como violaciones o el entorno que rodea al adicto.

Dice que van a ir a más estas adicciones...

—Empezamos a atender una demanda más acusada, después de la pandemia, no solo de sexo sino de las adicciones comportamentales en general. Son las adicciones del futuro. Pensábamos que la persona con adicción al sexo iba a ser un perfil muy minoritario y hemos acabado teniendo un grupo exclusivo dentro del programa para esto. Se ha acogido bastante bien. Tenemos un programa ciber, de gente joven con adicción al móvil, que también está relacionado con el abuso de pornografía. Cada vez tenemos más adolescentes, tanto chicos como chicas, que tienen problemas de este tipo, que cada vez necesitan más y desarrollan disfunciones emocionales, sexuales y parafilias.