POBLACIÓN

La bomba demográfica balear se salda con un 52 % más de población en 25 años

Baleares bate todos los registros y es líder en el aumento de residentes en toda España

La bomba demográfica balear se salda con un 52 % más de población en 25 años | Foto: P. Bota

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«Es importante definir con el mayor consenso posible cuál es el horizonte de nuestra comunidad y hasta dónde estamos dispuestos a crecer en población». Es una de las cuestiones que recoge el Col.legi d’Arquitectes de Balears en las alegaciones que han planteado al decreto de vivienda. «Tenemos que ser conscientes de que el crecimiento continuado año tras año no es sostenible en un territorio finito con recursos naturales limitados», añade. «En nuestra comunidad, todo crecimiento compromete otros valores fundamentales, siempre en frágil equilibrio», concluyen.

La reflexión de los arquitectos son oportunas en el momento en que se acaban de conocer los datos de población del primer trimestre del año. Baleares ha perdido residentes, muy pocos, pero es un dato significativo si se mira la evolución de los últimos 25 años, con un crecimiento claramente insostenible.

La España que se desborda

En este siglo, Baleares ha sufrido una auténtica bomba demográfica, una explosión de residentes que ha supuesto un incremento de habitantes de un 52 %. Ninguna otra comunidad se acerca a estas cifras demoledoras. En un cuarto de siglo, en Baleares ha nacido otra ciudad de Palma con sus más de 400.000 habitantes. Ni siquiera el otro archipiélago, el canario, donde el crecimiento ha sido del 36 %, se le acerca. Murcia ha crecido un 35 %; Madrid, un 33 % y la Comunitat Valenciana, un 31 %.

Todos estos territorios son la España que se llena, pero Baleares es la España que se desborda por todos sus costados. Frente a ella, comunidades como Asturias, Castilla-León y Extremadura, que han perdido población durante este siglo.

En su propuesta de reflexión sobre si debe o no empezar a pensarse en fijar límites, los arquitectos apuntan a asuntos clave de esta transformación social y a los efectos colaterales que implica que, en cinco lustros, haya 400.000 habitantes más que usan sus coches, buscan vivienda, necesitan hospitales, van al colegio y pasean por las playas.

Hay que poner límites

¿Hay que poner límites a la llegada de más población? Este debate que tímidamente apuntan los representantes del Col.legi d’Arquitectes se planteó de forma más directa a principios de los años 2000, cuando comenzó a llegar migración desde Sudamérica y África y Baleares ganaba 40.000 extranjeros al año.

En el año 2001, con el precio de la vivienda también al alza y con una incipiente ola migratoria, la entonces presidenta del Consell, Maria Antònia Munar, expuso públicamente la necesidad de poner límites a la entrada de más residentes a Mallorca. «Llegará un momento en que esto no será Mallorca, sino que será Hong-Kong y, cuando eso pase, no vendrá ni siquiera el turismo, ni el de calidad ni el de no calidad», decía.

En un anticipo del debate que hemos visto estos años, pedía un decrecimiento turístico «controlado por el sector y por el Govern, que sería positivo porque tendería a un turismo de calidad» y se preguntaba cuántos habitantes pueden vivir en Mallorca en un futuro determinado. Las reflexiones de Munar le costaron críticas airadas y acusaciones de xenofobia.

La crisis económica frenó durante unos años la llegada de población, pero el fenómeno se ha reactivado tras la pandemia al calor de la bonanza económica. Casi 25 años y 400.000 habitantes después, los arquitectos también apuntan a la necesidad de abrir este debate sobre hasta dónde pueden seguir creciendo las islas.

El apunte

Un asunto que es esencial en el debate de la nueva financiación

Que la población de Balears aumente un 52 % en apenas 25 años, el aumento más elevado en sus siglos de historia, tiene consecuencias porque esa nueva población, ese equivalente a otra ciudad de Palma, requiere de servicios y los servicios necesitan financiación. El Govern quiere que este debate social de incremento de población de traslade a un debate económico cuando toque estudiar, con el resto de comunidades, el nuevo modelo de financiación. El planteamiento es que las personas que llenan los territorios son las que necesitan esos servicios, unos servicios que no requieren los territorios vacíos.