Reencuentro. Sergi Llufriu ataca con bote en carrera la posición defensiva de Roger Almuni durante el partido del sábado pasado; el alero mahonés regresó a la Isla para ganarse minutos en la pista y reencontrarse como jugador, tras los dos últimos años en Zamora con escasa relevancia. | Gemma Andreu

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El Bàsquet Menorca parece haberle tomado el pulso a la competición tras un inicio de temporada marcado por la ausencia de una preparación al uso, la construcción tardía de una plantilla en función de la coyuntura de mercado y presupuestaria y el arrastre de un número de bajas por motivos diversos que han impedido al entrenador Oriol Pagès disponer hasta la fecha de todo el grupo para afrontar los cinco primeros compromisos del calendario.

El balance victorias-derrotas (2-3) se entiende en parte por estas circunstancias, aunque desde el Pavelló Menorca no atienden a excusas y sí apuntan a consolidar el equipo una vez el plantel pueda ejercitarse al completo como tal. El ajustado, a la par que eufório, triunfo del sábado frente al Arenys (77-75), tras la prórroga forzada con un triple sobre la bocina de Pitu Jiménez, supone ascender un peldaño más hacia el objetivo de competir con los mejores equipos del grupo.

En el nacimiento de esta temporada, la figura de Sergi Llufriu (Maó, 1995) se ha destacado por su ascendencia sobre el juego colectivo y su estadística personal difiere, para bien, de los valores registrados en las últimas temporadas en Zamora. Llufriu siente que ha jugado «en cinco partidos tanto como en los últimos años». Y no anda muy equivocado. Sea por las lesiones, sea por el papel residual que le otorgó Saulo Hernández en su última temporada en el Zamora en LEB Plata, Llufriu computó en los dos últimos cursos en el club castellanoleonés un total de 152 minutos y 12 segundos en 31 partidos (5:13). Con el Bàsquet Menorca, en cinco encuentros, el mahonés suma 126 minutos y 3 segundos (25:12 por cita).

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