El terreno agreste del trazado de la última etapa de la Volta puso de nuevo a prueba el espíritu de superación y resistencia de los participantes | Kike Cardona

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Remate a la Volta. Una más. La undécima. Entre aplausos y ovaciones del primero al último de los rodadores que han completado una tercera etapa que se ha iniciado con apenas luz natural. A las 7.30 horas se realizaba el protocolario control de firmas, para media hora más tarde dar la salida, con el agradecimiento del pelotón a la ausencia de la lluvia, pese a los agoreros pronósticos. Ni una gota.

El arranque del trayecto encaminó al numeroso grupo de 'bikers' dirección La Vall. La primera parte del recorrido transcurría sobre el asfalto y el pelotón ya se estiraba y se agrupaba por niveles, en función del respectivo estado de forma. La Vall presenta un terreno muy rodador, con desniveles y rampas que hacieron las delicias de los participantes.

El tema se complicaba al llegar al Pla de Mar, que es mucho más técnico, pero que compensa con las estampas del paisaje. Los 'bikers' tuvieron que caminar bastante en este tramo, por fuerza, pero la mayoría coincidieron en opinar que solo por las vistas ya merece la pena el esfuerzo.

También llegando a Cala Pilar tuvieron que caminar para respetar las formaciones dunares, ejercicio que tuvieron que repetir en Cala en Calderer donde hay rampas imposibles. Este tramo era el único que le quedaba a la Volta por recorrer del Camí de Cavalls después de once ediciones.

La etapa había fijado un recorrido de 60 kilómetros, diez menos que en la jornada anterior, pero que, en cambio, era la más exigente y dura de las tres. En este sentido, el periodista Antonio Lobato no pudo reprimirse y en la fiesta de clausura, micrófono en mano, hizo uso de la manida frase hecha que expresa todo atleta que visita la Isla con la intención de recorrerla a pie o sobre la bici: «Menorca no es plana». El perfil de la etapa aguardaba a los participantes los desniveles más notables.

Desde Cala en Calderer siguió una bajada muy atractiva técnica y paisajísticamente hasta Cala Barril, que dirigía a los rodadores hacia el avituallamiento preparado en la finca de Son Ermità. En Cala Barril se tropezaron con la parte más complicada del Camí de Cavalls, por escarpada. Evidentemente no se pudo recorrer sobre la bicicleta buena parte de este trayecto.

Finalmente ayer sí se llegó por esta ruta hasta Binimel·là (el viernes, en la etapa nocturna, el trayectó se desvió a última hora para no pasar por dos tramos iguales en menos de 48 horas). Y desde el punto más alejado de Ciutadella solo quedaba regresar.

Para ello se ha pasado por la larga y costosa subida de Ruma hasta Son Vives. Sin embargo, toda subida tiene su recompensa en la posterior bajada, en este cao la de Sant Pere, hasta el avituallamiento líquido de Ferreries. El pelotón cogió luego el Camí Reial y el barranco de Algendar. El barranco, tras las últimas lluvias, tuvo que hacerse buena parte a pie por su estado y el peligro de resbalarse.

A pesar de la enorme dureza de la etapa, los 'bikers' mostraron un gran estado de forma física y concluyeron plenamente satisfechos. Sólo hubo un pequeño accidente de una valiente 'biker', que se llevó de recuerdo una destacada brecha en una rodilla -siete puntos- poco después de pasar La Vall, pero que finalmente pudo continuar y concluir la etapa en el IES Maria Àngel Cardona.

Cabe decir que este domingo también se celebró la etapa de promoción. Los pequeños 'bikers' de entre 5 y 15 años tenían dos niveles de dificultad. Y su recorrido fue completamente diferente al de los adultos, básicamente por la gran exigencia de la etapa de los primeros. En total, participaron 33 menores, que alcanzaron a pasar Son Saura acompañados de guías, servicio técnico y ambulancia. Toda una experiencia concluida puntualmente y sin incidencias.