Luis Enrique conversa con los jugadores durante un entrenamiento celebrado en San Petersburgo, previo al partido del viernes ante Suiza. | RFEF/Pablo García

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Aún no percibe sus límites la selección española, expresiva en su presión, su posesión y su ofensiva, desatada por un atracón de diez goles en los dos últimos duelos y lanzada a toda velocidad hacia los cuartos de final contra Suiza, la prueba de fuego para el grupo de Luis Enrique Martínez, reivindicado con una eclosión que expone ahora en San Petersburgo.

Apabullada Eslovaquia (0-5), devorada Croacia (3-5), por más que la prórroga promoviera una inquietud inesperada para la selección española, ahora aguarda Suiza, el equipo que fue capaz de derribar el pasado lunes a Francia, a la campeona del mundo, en los penaltis, después de nivelar un 3-1 en contra que parecía su fin en el torneo.

En una Eurocopa imprevisible, es una alerta ruidosa para España, que excluye la euforia entre sus sentimientos, enfatiza la humildad, respira su optimismo inalterable y se posiciona como favorita con el transcurso de la competición, por la versión que despertó el pasado lunes ante Croacia, cuando presionó, jugó, desbordó y goleó con la rotundidad que supone marcar uno de cada dos tiros a portería, pero también demostró un carácter que lo agranda como colectivo.

A estas alturas de la competición, descubiertas las identidades de cada conjunto, lo necesitará también este viernes España, que tiene muy definida su esencia, el sello de su técnico; esa presión ingobernable para cualquiera cuando la ejerce con la certeza que lo hizo el lunes, cuando cada mecanismo ocupa su sitio en el momento apropiado, porque su intensidad es irrenunciable en tal destreza.

Esa convicción en campo contrario para recuperar la pelota, cuanto antes y más arriba mejor, es crucial para su fútbol, más aún que la posesión sobre la que sustenta sus ataques y sobre la que exige Luis Enrique sostener su defensa, el punto más vulnerable que revela España en la actualidad y que remarcó Croacia el mismo lunes.

Colectiva e individualmente, la selección es otra diferente a la que empató con Suecia (0-0) y, sobre todo, con Polonia (1-1). Ha resurgido Álvaro Morata, incansable siempre, goleador definitivo ante Croacia, delantero de récord en la Eurocopa, a la altura de Fernando Torres como el máximo anotador del equipo en este torneo.

También Ferran Torres, autor de dos tantos y una asistencia en los dos últimos encuentros; igualmente Aymeric Laporte, señalado por el fallo ante Robert Lewandowski, relanzado por su gol a Eslovaquia. Se ha afianzado Pablo Sarabia, fundamental en la reacción española. Y ha crecido Pedri González, tímido antes, atrevido ahora.

Pero, sobre todo, ha vuelto Sergio Busquets, el futbolista sobre el que todo gira mejor, todo se mueve con más soltura, «todo es más fácil», como dicen sus compañeros. El medio centro es indiscutible en el once, aunque terminó el último duelo con alguna molestia muscular. Igual, Unai Simón, al que el técnico puso como ejemplo de superación después del error tremendo del 1-0 frente a Croacia.

También aparentan titularidad Koke y Pedri, en el once en cada uno de los cuatro duelos precedentes. Y Azpilicueta, Laporte, Sarabia, Ferran Torres, Morata, quizá Eric García... Y puede volver Jordi Alba al lateral izquierdo, tras la suplencia frente a Croacia, dentro de la condición siempre impredecible de las alineaciones de Luis Enrique.

Desde todas esas perspectivas, desde la ambición de siempre, desde el crecimiento que proponen sus últimas actuaciones, desde los diez encuentros invicto que inciden en la proclama reiterada de Luis Enrique de que España es un bloque «muy difícil de batir», pero también desde la complejidad de un adversario sin nada que perder, que ha rebasado las expectativas, y desde los propios vaivenes que ha demostrado la selección española, que se enfrenta a un reto desconocido para casi todos sus jugadores, menos para Jordi Alba y Sergio Busquets.

Para el resto, es un mundo nuevo por descubrir, tan cerca -o tan lejos, según se mire-, de la meta en una gran competición, de la que España no sale ganador desde 2012, precisamente desde las últimas veces que cruzó la línea de octavos, en las Eurocopas de 2008 y 2012 y en el Mundial de 2010, al que corresponde la única derrota de su historia contra Suiza (1-0). Ya no perdió más hasta ser el campeón.

Ahora no existe tal margen. No hay ninguno. No hay semifinales el día 6 de julio (contra el ganador del Italia-Bélgica) ni consuelo posible sin ganar este viernes. No es un éxito alcanzar los cuartos de final para España, es nada más una parada obligatoria, la antepenúltima, para llegar al único lugar que pretende: al título.

Antes debe superar a Suiza, que regresa a unos cuartos de final de una gran competición internacional 67 años después. Desde el Mundial que organizó en 1954, el combinado helvético jamás pudo disputar una ronda que parecía inalcanzable durante casi siete décadas. Y menos en una Eurocopa, un torneo en el que ni siquiera participó entre 1960 y 1992 y en el que unos octavos de final en Francia 2016 ha sido su mejor registro hasta la fecha.

Con la sorprendente eliminación de Francia en la tanda de penaltis, la generación que ha dirigido el seleccionador Vladimir Petkovic desde 2014 se encuentra a un paso de hacer historia. Jamás, desde que la Asociación Suiza de Fútbol fue fundada en 1895, ha disputado unas semifinales.

España será el último obstáculo de Suiza, que cuenta con una generación de jugadores que se encuentra en su momento justo de maduración y que sueña con lograr un registro único en su país. Después de varios torneos al borde del aplauso, esperan completar algo más de un lustro de trabajo con un premio gordo.

La hornada de Granit Xhaka, Haris Seferovic, Xherdan Shaqiri, Yann Sommer o Ricardo Rodríguez, entre los 27 y los 30 años, puede encontrarse ante su última oportunidad de codearse con los más grandes. En el horizonte aún está el Mundial de Catar 2022, pero el camino hasta rozar unas semifinales en una Copa del Mundo es largo y sinuoso.

Ahora está a solo noventa minutos de conseguirlo. La euforia es máxima tras dejar fuera a Francia en un partido extremo que parecía imposible ganar cuando lucía un 3-1 en el marcador en contra a falta de diez minutos para el final. Sin embargo, los tantos de Seferovic y de Gavranovic y una parada de Sommer a Kylyan Mbappé en la tanda de penaltis obraron el milagro.

Sin embargo, uno de los grandes agitadores de Suiza y su mejor jugador no podrá enfrentarse a España. No es otro que Xhaka, que para desgracia de Petkovic vio su segunda amarilla ante Francia y se perderá los cuartos de final por sanción. Un par de nombres se disputan su plaza en el centro del campo: Denis Zakaria y Djibril Sow.
Ninguno alcanza el nivel de Xhaka, pero pueden ser un buen parche para acompañar a Remo Freuler en las labores de creación y destrucción. Pero, sin Xhaka, está claro que Suiza no será la misma. Pierde a su hombre clave y jugadores como Shaqiri, Sommer o Seferovic tendrán que tirar del carro.

Salvo Jonas Omlin, baja para lo que resta de Eurocopa, el resto de la plantilla del combinado helvético está a disposición de su entrenador, que seguramente mantendrá un dibujo con tres centrales, dos laterales largos, tres centrocampistas y dos delanteros. Si no hay sorpresas, salvo Zakaria o Sow, la alineación suiza será la misma que eliminó a Francia y que sueña con alcanzar unas semifinales históricas.

Alineaciones probables:

Suiza: Sommer; Widmer, Elveldi, Akanji, Ricardo Rodríguez, Zuber; Freuler, Zakaria o Sow, Shaqiri; Seferovic y Embolo.

España: Unai Simón; Azpilicueta, Eric García, Laporte, Alba; Busquets; Koke, Pedri; Sarabia, Morata y Ferran.

Árbitro: Michael Oliver (Inglaterra).

Estadio: Krestovski de San Petersburgo.

Hora: 18:00 CET (16:00 GMT).