Imagen del delantero de Inglaterra Harry Kane durante un entrenamiento previo al debut en el Mundial de Qatar 2022. | PAUL CHILDS

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Muchos serán los que vean el Inglaterra-Irán esperando un encuentro en el que los ingleses demuestren que están capacitados para ganar esta Copa del Mundo, pero el contexto político que rodea al partido hace que lo más trascendental del choque sea ajeno a la pelota y al terreno de juego.

Hace poco más de un mes el teatro Apollo de Londres era evacuado durante el concierto del cantante iraní Dariush Eghbali. Una amenaza anónima de bomba obligó a sacar a 3.000 personas a la calle, lo se que entendió como una forma de evitar protestas dentro del recinto y lo que encendió a los iraníes. Durante unas tres horas, la masa iraní criticó a la BBC, por su supuesto silencio, al gobierno británico y, sobre todo, al régimen de su país por el asesinato de Mahsa Amini, la mujer de 22 años que en septiembre fue detenida por no respetar el código de vestimenta iraní al no llevar bien puesto el velo.

Su asesinato, acompañado de la violencia a la que fue sometida y las mentiras del gobierno iraní, ha levantado las iras de la población, por el abuso al que están subyugadas las mujeres. Esta revolución ha llegado también al equipo de fútbol, la mejor plataforma para que el pueblo iraní muestre sus frustraciones con un régimen anclado en el pasado.

El que más se ha significado ha sido Sardar Azmoun, delantero del Bayer Leverkusen y el mejor jugador de la selección iraní. Pese a las presiones de su país para que dejara de publicar mensajes de apoyo a las protestas, Azmoun ha continuado con ello hasta el punto de que estuvo cerca de quedarse fuera de la convocatoria de Carlos Queiroz. Irán no quería a insurrectos en la selección, pero Queiroz se mantuvo firme. «En el peor de los casos, me echarán de la selección, pero no me importa. Sacrificaría esto por un solo pelo de las mujeres iraníes», dijo Azmoun, que finalmente entró en la lista de Irán y será, junto a Mehdi Taremi, del Oporto, y Alireza Jahanbaksh, del Feyenoord. Se prevé que las protestas no cesen durante el Mundial y el propio Queiroz lo admite. «Son libres de hacerlo», expresó el portugués.

En lo futbolístico, Irán completa el grupo más fuerte en términos de ránking FIFA, con cuatro equipos entre los 20 mejores. Ya fueron terceros de su cuarteto en 2018, a un solo punto de Portugal y España, y ahora aspiran a más, aunque Inglaterra sea favorita absoluta para este encuentro.

Por mucho que lleguen en el momento más oscuro de la era Gareth Southgate, la calidad individual de los Harry Kane, Jude Bellingham, Phil Foden, Declan Rice y Mason Mount es capaz de tapar las carencias de su mánager. La cuestión es si el poderío de centro de campo para arriba también opacará las dudas en defensa, donde se prevé que vuelva la defensa de cinco, con hombres irregulares como Eric Dier y Harry Maguire.

Desde la llegada de Southgate, Inglaterra solo ha ido para arriba, con semifinales en Rusia y final en la Eurocopa. Ahora ya solo vale ganar y reeditar la gloria de 1966. Irán, por números, no tiene muchos argumentos para sorprender a los ingleses, pero la selección de Queiroz compite por mucho más que solo la gloria deportiva; también lo hace para ser altavoz de las injusticias de su país.

Mientras, Inglaterra tiene su guerra propia, esta vez con la FIFA, quien ha impuesto el uso de unos brazaletes para disuadir a los equipos de protestar contra la violación de los derechos humanos en Catar. La federación inglesa ha hecho oídos sordos y se enfrentará a las sanciones que sea necesarias