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Transcurrida una semana del Mundial catarí, que te vi, ya podemos sacar algunas conclusiones. La primera: el nivel futbolístico es de 1ª RFEF. La segunda: visto lo visto, Javier Aguirre es un técnico atrevido, osado, que arriesga en sus planteamientos. Por ahora, suficiente. España arrolló en su debú. Una exhibición de fútbol total ante un grupo de extrabajadores de la fábrica de galletas Tosta Rica, que incluso tenían cierto parecido físico con los jugadores de la selección de Costa Rica. Como muestra, el supuesto portero, clavadito a Keylor Navas con sobrepeso, también llevaba el pelo teñido. Siete goles en ocho tiros a puerta es el dato que resume el partido. Ante Alemania, un empatito que agradó a propios y extraños.

La irrupción de los favoritos ratifica los prejuicios: Inglaterra apaliza a Irán y presenta su candidatura oficial a campeón, pero la retira de inmediato tras jugar arrodillado ante Estados Unidos: un Brexit mundialista en toda regla. Argentina con Messi es un claro aspirante a Europa League, sin él tendría problemas para jugar la Conference. La derrota frente a la cuadrilla saudita solo se justifica por una compra masiva de petróleo a precio de Black Friday. Ganaron a México en un partido a vida o muerte, aunque fuera el segundo de la fase de grupos. Lamentable. Y el partido, también.

Francia se pasea ante Australia y Dinamarca porque Mbappé juega con ellos y no con sus rivales. Les Bleus tendrían un negro futuro si no fuera por un tipo dispuesto a todo con tal de complacer a los Al Thani. Incluso ver la Champions desde el sofá. Brasil es otra historia, lo tiene todo: buen centro del campo, mejor defensa y un ataque descomunal. Lástima que tenga al siempre lastimoso y perenne lastimado Neymar como comandante en jefe. Tiene previsto acelerar su recuperación para llegar en plena forma al cumpleaños de su hermana. A ver si hay suerte.

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Alemania se gustó durante media parte ante un grupo de jugadores con ojos rasgados. Tras el descanso descubrieron que no eran chinos, sino japoneses y se vinieron abajo con estrépito. Contra España, un empatito que agradó a extraños y a propios.

Portugal está en un fado eterno. O en un eterno enfado, según quien lo mire. Dependen de Cristiano, aunque jueguen en un paraíso musulmán. Tienen un ramillete de jugadores formidables, pero mientras la estrella siga siendo Ronaldo y el futuro pase por Joao Félix, las expectativas serán siempre superiores a la realidad.

Bélgica paga el pecado de jugar con Hazard, un tipo irrecuperable mientras Biomanan no coja el mando de su vida. La mejor camada de la historia chocolatera tiene pinta de que va a consumirse sin haber tocado pelo en ningún campeonato. Promete más que cumple, por lo que su aspiración máxima es ser presidente de gobierno.

Del resto de selecciones, poco que decir. Mucho entusiasmo, mucho folclore y mucha emoción en los himnos. Se me había olvidado hablar de Uruguay. Aunque para ser sincero a ellos también se les ha olvidado jugar. Estamos en paz. Y ante la ausencia de Manolo, el del bombo, el testigo lo ha recogido Felipe, el de la corona. Su presencia en el primer partido de la selección confirma lo que estáis pensando: es un gran aficionado, tiene suerte con las entradas, sabe buscarse la vida para conseguir billetes de avión a buen precio y siempre encuentra un colega que le deja sitio en su habitación, si es que la noche no se alarga hasta el amanecer. (Lamentablemente, Letizia se tuvo que quedar en casa porque tenía clase de pilates y no podía anularla sin que se la cobraran)