Felip Moll Marquès saludando desde la popa del Allevà | VINCENT OLIVAUD

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Un pionero. Quizá de los muchos adjetivos calificativos que reclama la proeza realizada por el regatista del CN Ciutadella, Felip Moll Marquès, este el que más justicia le concede.   

Primer menorquín en completar, con su barco Allevà, el colosal desafío de la Mini Transat (regata de altura de celebración bianual, con una flota de 90 navegantes que tienen por único objetivo el cruzar el Oceáno Atlántico en solitario, en un velero de 6,50 metros, sin asistencia y sin contacto con tierra), la cual el menorquín culminó durante la jornada del pasado martes (a la noche española, primera hora de la tarde al otro lado del ‘charco’; 4.050 millas náuticas en total), finalizando en la posición 54 de la clasificación, un aspecto evidentemente secundario, Felip Moll, ingeniero informático de profesión (en lo que ha significado concederse un descanso profesional) y un apasionado del mundo marítimo por herencia familiar (bregado en las clases Optimist y Laser Radial, además es hijo de Salo Moll, vicepresidente de Es Nàutic), de seguro ha cumplido, más allá de la vertiente lúdica y deportiva que es implícita a un desafío tan singular, otras motivaciones, de carácter más espiritual, de tanto vínculo con el mar, que asimismo impulsaron su inscripción en una competición que primero le llevó desde Les Sables d’Olonne, en la bretaña francesa, hasta la canaria isla de La Palma (primera etapa; 1.350 millas de recorrido, partida el 26 de septiembre) y desde las Afortunadas hasta la caribeña isla de Guadalupe después (segunda etapa; 2.700 millas, con inicio el 29 de octubre).

«Incomparable»

«Esta carrera representa fuertes valores de sacrificio y esfuerzo, y un aprendizaje muy completo de la navegación y de la vida misma. La sensación de aventura que brinda es incomparable porque estás tú frente a los elementos, una sensación que sólo quien navega en solitario en este tipo de barco, muy austero, puede entender, y es fantástico poder estar en contacto con la naturaleza de esta manera».

Con esa finalidad, y según admitió en el preámbulo de la prueba para el sitio oficial de la misma, el regatista de Ciutadella emprendió una aventura que además de todo ese ramillete de incomparables experiencias y de incontables vicisitudes (desde el ataque de las orcas, tempestades, oleaje, bonificaciones poco ajustadas, la avería del piloto automático que incluso se convirtió en un condicionante más de su navegación, o una sensación de soledad sin parangón, entre otras) le ha otorgado el derecho a postergarse como un auténtico precursor en la cronología de la vela menorquina, en cuyo libro de oro por los tiempos se le reservará un lugar de privilegio. Pionero Felip Moll Marquès.