Tita Llorens con 53 años ha vuelto a sorprender. | Siscu Pons

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La menorquina Tita Llorens ha vuelto a demostrar que lo que sigue consigue: ha nadado los 54 km de ida y vuelta –primera persona que lo hace– desde la isla de San Simón hasta las islas Cíes, el Gran Rande en las rías de Vigo. Lo ha logrado en 17 horas, 17 minutos y 92 décimas, sin neopreno y con una temperatura entre los 14 y los 16 grados.

Hace 10 años, cruzó nadando los 36 km que separan, en línea recta, Menorca de Mallorca. No es una distancia abrumadora, pero fue su primer reto superado en aguas abiertas y sin neopreno. Tenía 44 años. Su persecución de objetivos no había hecho más que empezar. Luego nadó los 84’5 km entre Mallorca y Eivissa, los 14 entre Eivissa y Formentera, hasta que se atrevió, de Eivissa a Denia. Fueron 101,6 km, en 36 horas y 16 minutos, convirtiéndose así en la cuarta mujer del mundo que nadaba semejante distancia en el mar, sin neopreno. En el 2011 había nadado el estrecho de Gibraltar, pero con neopreno, y entonces decidió que haría sus competiciones y travesías en solitario solo con bañador. «El neopreno te da flotabilidad y velocidad y te quita el frío», argumenta. Y ella prefiere el más difícil todavía, aunque puntualiza que no es una deportista profesional.

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Su historia con la natación empezó a los 30 años, estrenando la piscina de Ciutadella. Y trece años después se hizo a la mar, nadando. «Nunca me hubiese imaginado llegar a hacer lo que he hecho. No sé cómo lo he logrado. Algunas travesías me han costado mucho, pero también es porque me he propuesto siempre lo más difícil, soy muy exigente», declara Tita Llorens. Y lo hace como pura afición. Sus retos en el agua los compagina con su trabajo, en una empresa que fabrica piscinas. Ella, que a las 7 de la mañana ya está nadando en la piscina, a las 9.15, en la ducha, y a las 9.30 entra a trabajar, hasta las 14h. Luego trabaja de 16 a 19.30 y dos o tres días a la semana vuelve a nadar hasta las 21.30. El fin de semana, entrena en el mar.

Así son sus días, piscina, trabajo, mar… y desde hace dos años, nieta. «No todos pueden decir que tienen una abuela que hace lo que yo. Sé que algún día ella lo valorará», dice. No sabe explicar bien qué es lo que le aportan esas brazadas incesantes en medio del mar. «Es una adicción, pero sana. Me lo pide el cuerpo. Un día o dos sin nadar, y ya no aguanto. Lo necesito. Tal vez sabría vivir sin nadar, pero tendría que buscar otra cosa», dice.

Con 53 años ha vuelto a sorprender. «Es una travesía muy complicada, hay que cuadrar muy bien las mareas», dice. En agosto cruzará un lago en Zurich, 27 km en competición, y en septiembre, 30 km en Tenerife. Tita siente que la edad está ahí, y reconoce haber perdido algo de chispa y velocidad, «también porque me he acostumbrado a entrenos de larga distancia». Considera «una lástima que el deporte femenino que vende sea solo en el fútbol. Yo no podría hacer lo que hago sin mi equipo, pero en el agua quien está soy yo», expone. Su travesía de Eivissa a Denia la dedicó a las mujeres luchadoras que persiguen un sueño.