Sandra Lucena ha actuado hace unos días en las Pedreres de s’Hostal de Líthica, en Ciutadella, ofreciendo una muestra del arte y la calidad que atesora. Es una buena oportunidad para dar a conocer el flamenco al gran público de Menorca

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A Sandra Lucena Porras (Madrid, 1980) la pasión por el baile flamenco le viene de cuna. Nació en Madrid, pero bebió desde que tiene uso de razón de la nostalgia de sus padres hacia la Andalucia que un día dejaron atrás. Con apenas cinco años empezó a estudiar baile español y prosiguió hasta titularse como bailarina de danza española en el Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid.

A su trayectoria también se le añade la formación como actriz y, sobre todo, la inquietud por descubrir las rutas alternativas de la vida, lo que le ha llevado a pasear su arte por Cuba o México, siempre al abrazo de su gran pasión, el baile. Desde hace diez años trabaja como coreógrafa para una productora de espectáculos por los hoteles de la Isla durante la temporada. El invierno pasado se instaló definitivamente en Menorca y creó la Asociación de Baile Flamenco La Lucena. La entidad tiene su sede en la Calle Girona, 34, de Ciutadella y pretende convertirse en un espacio abierto para el aprendizaje del baile y estudio del flamenco.

Bien pronto se enamoró usted del flamenco...
— Sí. De niña. Recuerdo que cuando escuché la primera guitarra flamenca sentí un hormigueo por dentro. No obstante, no fue un amor casual. Mis padres, jienense y malagueña, trasladaron a casa la nostalgia por lo andaluz. Mi hermana mayor acudía ya a clases. Cuando tuve la edad para que me admitieran en la academia empecé. Me dedico a esto porque es lo que me hace feliz. No hay más motivo. Y siempre he creído que uno debe dedicarse a lo que le apasiona.

¿Qué tiene este arte tan especial, particular y universal a la vez?
— Muchas cosas. Es una fuente infinita de sabiduría popular. El flamenco es expresionismo, alegrías muy alegres y penas muy hondas,..es burla y rebeldía, es intimidad y es pregón, es grito, es comedia y drama, son las pasiones, los extremos del sentir humano abrazándose. El orgullo del diferente.

Pero la gente tiende a asociar flamenco con una imagen de España, con lo andaluz, con una manera de entender la vida muy concreta...
— La esencia del flamenco no entiende de fronteras. Nunca las tuvo. A lo largo de la historia es mi arte que ha ido bebiendo de aquí y de allá. Actualmente conozco japoneses que lo viven tanto y lo hacen tan bien que han hecho del flamenco su profesión. He tenido compañeros cubanos, argentinos, mexicanos, todos artistas. Andalucía es la cuna, pero este arte trasciende las fronteras. El flamenco es un grito individual, es una forma de expresión que reafirma al ser humano, pues potencia el sentir de las pasiones.

—Visto así se entiende que en Menorca también haya enraizado un interés por el flamenco.
— ¿Por qué no iba a calar en un menorquín? En la mezcla de culturas se halla la riqueza, la diversidad, la integración, el conocimiento, la empatía, la hermandad. Si tienes un corazón sensible ya tienes todo lo que necesitas para ser flamenco si así lo quieres.

[Lea la entrevista completa en la edición impresa o en Kiosko y Más o My News]