El quinteto, con Álvaro Urquijo a la cabeza, logró emocionar al público, entregado a su música | D.M.

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300 nostálgicos entusiastas de su misma generación desafiaron el viernes la fría noche de febrero para llenar la sala de conciertos del Akelarre y cantar la colección de himnos que Los Secretos ha amasado durante 36 años de carrera. Aquellos que los hermanos Urquijo empezaron a crear en la Movida que alumbró el pop patrio de los 80 y que, pese a su simplicidad instrumental, todavía hoy parecen compuestos «al son de acordes aún no inventados».

Las buenas canciones, las que te llenan, luego tararean tus hijos y aún sigues canturreando en la ducha o en el coche, también impregnan el gen musical de Álvaro Urquijo, Ramón Arroyo y Jesús Redondo, únicos supervivientes de Los Secretos de 16 años atrás que lloraron la pérdida de Enrique, el genio sensible que se volvía vulgar al bajarse de cada escenario pero al que siguen rindiendo homenaje en cada concierto.

Álvaro y el cuarteto que le acompaña han dedicado su último disco «Algo prestado» a versionar los temas que más les han influido. Pero, conscientes de lo que el público venía realmente a escuchar, apenas dejaron un par de muestras. Abrieron la hora y media de concierto con su luminosa versión del «Échame a mi la culpa» de Guaraná («Allá en el otro mundo, que en vez de infierno encuentres gloria...»), e intercalaron el «Ponte en fila» de Ron Sexmith que fue la carta de presentación del álbum. Pero el resto del repertorio fue un sentido guiño al pasado.

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