Hallazgo inesperado. Muns Anglada, arqueóloga responsable de la rehabilitación de la sala, bajo la enorme losa que ha soportado durante miles de años la parte del yacimiento que se halló por sorpresa durante las labores de saneamiento | Gemma Andreu

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Las excavaciones arqueológicas no solo sirven para dar a conocer un bien histórico, sino que también proporcionan un bagaje cultural y científico de un valor incalculable. Y lo mejor es que algunas veces estas cosas aparecen por sorpresa. Sin buscarlas. Es lo que muchos llaman serendipia: encontrar algo cuando se está buscando otra cosa. Esto es justo lo que pasó con la sala hipóstila de Torralba d'en Salord, en Alaior, que ayer se reabrió a los visitantes.

Sorpresa

Normalmente, hablar de una sala hipóstila es hablar de edificios que se adosan a casas de la época postalayótica o segundad Edad del Hierro (550 - 123 a.C.) y que se utilizaron como almacén. Sin embargo, la de Torralba d'en Salord está aislada, cuenta con más columnas de lo habitual y está semienterrada.

En 2014, tras detectar que había riesgo de desprendimiento, y «por precaución», se decidió cerrar la sala e iniciar las peticiones de ayuda económica pertinentes para poder llevar a cabo las reformas necesarias.

Fue aquí cuando vino la sorpresa, pues lo que empezó como restauración de un techo terminó con el descubrimiento de una cueva totalmente enterrada.

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