El bodegón es uno de los principales campos de trabajo, pero no el único de su exposición | Sergi Garcia

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Explica el experto en arte Carles Jiménez que existen dos tipos de artistas, «el que pinta para vivir, y el vive para pintar». A su juicio, Josep Vives i Campomar (Maó, 1940) pertenece a la segunda de las categorías citadas. Bien lo sabe Jiménez, quien se ha encargado del comisariado de la exposición que este viernes (20 horas) se inaugura en la sala El Roser de Ciutadella, que bajo el título de «La quietud de les coses» hace un repaso a la última etapa creativa de quien está considerado como una de los pintores más importantes del panorama artístico menorquín.

Una muestra que supone una gran oportunidad de acercarse al universo creativo de un pintor «que prácticamente no expone», recuerda Jiménez. La muestra que este viernes abre sus puertas está concebida como la continuación de otra exposición antológica que acogió el Museo de Menorca en 2005. Desde entonces, Vives solo había expuesto en la galería Encant de Maó y en una muestra organizada en Pollença.

«La quietud de les coses» se podrá disfrutar gracias a una iniciativa del Consell insular que pretende ser un «reconocimiento institucional», según explicaba este jueves el director insular de Cultura, Antoni Ferrer, algo que en los últimos tiempos también se ha realizado con las figuras del pintor Matías Quetglas y el fotógrafo Toni Vidal.

Así, tomando como punto de partida el año de su última gran exposición, Vives muestra ahora una selección de los trabajos realizados hasta la fecha. Una colección de 52 obras, que incluye 39 óleos, siete dibujos y seis grabados. Cabe señalar que entre todas esas piezas hay tres inacabadas, y por lo tanto sin firmar, que se han incluido en la selección como reflejo de uno de los rasgos que definen al artista menorquín, «el de su permanente insatisfacción», recuerda Cristina Rita desde el departamento de Cultura del Consell Insular.

Dicen que esa continua búsqueda del perfeccionismo es uno de los factores que más ha influido a la hora de que Vives se haya prodigado tan poco a la hora de mostrar su producción artística. Un logro que ahora se han conseguido gracias a una propuesta que nació de la mano Guillem Frontera, gran amigo del pintor y uno de los críticos de arte más importantes de Balears.

En «La quietud de les coses» están representadas las áreas en las que destaca el pintor menorquín, especialmente en las pinturas al óleo, con las que ha alcanzado un gran reconocimiento a nivel nacional. «Prueba de ello es que hay grandes críticos de arte, como Valeriano Bozal, que reconoce en el trabajo de Vives una maestría en el dominio de la técnica y en el concepto de la pintura en el ámbito en el que destaca, el de los bodegones», explica Carles Jiménez.

Más allá de sus tradicionales representaciones de naturaleza muerta, que a veces contrasta con paisajes para ofrecer un contrapunto de vitalidad, la figura humana también tiene su hueco en la exposición. ¿Se aprecia una evolución respecto a sus trabajos anteriores a 2005? Según Jiménez, Vives «no es un pintor de evoluciones muy marcadas, se aprecia una evolución más técnica que artística, y su técnica evoluciona de una forma tan sutil que a veces no es fácil de apreciar». No obstante, el comisario de la exposición sí ha descubierto «un mayor protagonismo de la luz y el color».

Obras con mayor luminosidad y que ven la luz como una gran oportunidad para el público, que una vez clausurada la muestra en El Roser podrá seguir disfrutando del particular universo creativo de Vives en Ca n’Oliver hasta el 28 de abril.