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No cabe duda de que El Consorcio es el grupo vocal por excelencia en nuestro país. Tras medio siglo sobre los escenarios —desde 1968 cuando crearon Mocedades, y luego ya, en 1993 como El Consorcio)—, la formación sigue en plenitud de forma, incluso después del anuncio de disolución en 2015, tras el fallecimiento de Sergio Blanco. Fue un duro golpe, pero llegó una nueva brisa de aire que les aupó de nuevo, recibiendo incluso un Grammy en 2016. Ahora, llegan a Menorca para reiniciar su gira «Toda una vida», con la que repasan sus grandes éxitos, convertidos muchos de ellos en auténticos himnos de la canción española. Una cita que nos permite hablar con Iñaki Uranga, quien junto a sus hermanas Amaya y Estíbaliz y Carlos Zubiaga, preparan su desembarco del 3 de septiembre (21 horas) en el Parc des Freginal. Allí contarán, además, con Joana Pons i ses Guitarres como artistas invitados.

Ésta no será su primera vez en la Isla, ¿no es así?

—En Menorca hemos actuado, pero hace muchos años. En Maó, en concreto, no, pero en uno de nuestros discos grabamos el «Himno de Mahón», creo que en «Lo que nunca muere» o en «Peticiones del oyente».

¿Cómo surgió esa grabación?

—Fue una sugerencia de Rosa León. Cantábamos varios himnos, como el del Athletic de Bilbao, y el de Maó nos gustó a todos.

¿Qué se podrá escuchar el día 3?

—Es un repaso por la historia musical del Consorcio. Somos todos fundadores de Mocedades, con la voz principal de todo, que es Amaya. Habrá repertorio del Consorcio, de Mocedades, también de Amaya, de Sergio y Estíbaliz, incluso de Iñaki Uranga. En Menorca reiniciamos la gira que tuvimos que parar por la covid.

¿Cómo viven este reinicio?

—Con mucha incertidumbre. En nuestro caso, llevamos dos años diciendo que empezamos, y aún las restricciones son muy grandes. Pero no perdemos la esperanza de que vaya mejorando. Ahora empezamos la gira postcovid, y luego seguimos hasta febrero que estaremos en América.

La gira se titula «Toda una vida»... Así lo siente el público, que llevan ahí desde siempre.

—Pues sí, fíjate, algunos llevamos cincuenta años en la música y hemos tenido la suerte que nuestra música ha calado hondo entre la gente y se ha transmitido entre generaciones. Nosotros hacemos lo que sabemos hacer, no nos complicamos la vida, y estamos orgullosos precisamente de eso.

¿Cuál es el secreto de esta longevidad artística?

—No lo sé, pero si lo hubiera, tampoco te lo contaría (ríe). Igual, precisamente, el haber hecho lo que nos gustaba, haber sido honestos con nosotros mismos, sin demasiados artificios. Cuando cantas a voces, la clave es renunciar al ego. Hay grandes voces que no consiguen limitar su volumen a las otras, y eso afecta a lo musical e, indirectamente, a lo personal.

Además, es muy importante la visión que tenemos todos de esta profesión, la profesional y la personal. Como dicen en México, tenemos muy buena vibra.

Con la voz como fundamental.

—Somos un grupo vocal, que nacimos escuchando grupos de otros países y de España. Para nosotros siempre ha sido la clave. También es verdad que El Consorcio trató que, dentro del grupo, cada voz tuviera su momento. Lo hemos respetado y nos ha funcionado.

¿Cómo fue el tránsito entre Mocedades y El Consorcio?

—En 1985 Amaya marcha de Mocedades. Quería descansar. En 1991 se marchan Carlos y José y en 1991 entro yo después de haber grabado tres discos en solitario. Como no conseguía que la compañía me apoyara para hacer la música que quería, entré a formar parte de Mocedades, hasta el 93.

¿Las discográficas influyen demasiado?

—Esto ha cambiado mucho. Las discográficas piensan sobre todo en ellas y, en mi caso, mi interés por ser un músico o un cantante no encajaba, ellos querían algo más físico, de imagen. Ahora, que las compañías no están tan fuertes, no estás tan obligado, tan mediatizado.

Entonces empezó El Consorcio.

—En 1993 Amaya me propone crear El Consorcio. Iba a ser solamente un proyecto para hablar de la música en la radio en los años 40, cuando no había televisión. Fue muy bonito. No teníamos intención de seguir, pero fue tal el éxito que tuvo, creo recordar que se vendieron 300.000 discos de ese trabajo, que nos vimos obligados a seguir adelante. Y así llevamos 26 años.

Han logrado que sus canciones se erijan en himnos.

—Sin duda. Tenemos un repertorio que es oro. En los conciertos nos dicen que es necesario estar menos tiempo, pero ¿qué quitas? Son canciones emblemáticas todas, aquí y en América.

Echando la vista seis años atrás, uno siente que es un privilegio su paso por la Isla. Habían anunciado la disolución del grupo.

—Tenía que ser una despedida paulatina. Hubo un momento en que lo decidimos. Murió Sergio, mi cuñado, y nos pegó en la línea de flotación. Hizo que nos lo planteáramos, pero justamente en 2016 nos dan el Grammy Latino a la excelencia musical, y dentro del Consorcio empezamos a superar un poco la ausencia de Sergio. Decidimos seguir adelante y ¡aquí estamos!

Perdieron a la persona y al músico.

—En lo personal era un hombre que nos amalgamaba muy bien, tranquilizaba mucho las cosas. Y en lo musical era un tío muy brillante, con un oído y un sentido musical magnífico.

Ese Grammy les dio vida.

—¡Sí! A partir de ahí hicimos el disco-libro «El Consorcio... eres tú», con tres discos y un DVD que nos hicieron durante dos años, de la vida fuera del escenario. El título le decía al público que El Consorcio está aquí gracias a ellos, que durante cincuenta años nos ha empujado. Y parece que ha gustado mucho.

¿Y habrá nuevo disco?

—En ello estamos. Va a ser un disco muy especial, coincidiendo con el aniversario de los cincuenta años en la música de los que estamos en El Consorcio. En realidad había que haberlo hecho hace dos años, pero con todo lo del covid se aplazó absolutamente todo. Pero ya podemos retomarlo todo, también la gira. Espero que el disco esté listo para el año que viene.

¿Con las medidas covid, echan de menos los auditorios llenos? Porque además su música es muy bailable.

—Claro. El otro día estuvimos en Las Palmas y se le decía a la gente que se sentaran. Hombre... la verdad es que sí es distinto. Y encima ves a todos con las mascarillas... Es otra historia, que esperemos que pase pronto.

Al final, el público es el motor.

—Que no te quepa la menor duda, si no fuera por ellos, no estaríamos aquí. Ha habido años de bajón, de plantearte cosas, pero viendo cómo nos quiere el público y cómo nos anima, aquí seguimos.