Lara apuesta por vistosos tótems esculpìdos sobre madera. | L. L.

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Instalada en Menorca desde hace ya muchos años, Laetitia Lara (París, 1957) sigue teniendo muy presente sus orígenes. Es por ello que no resulta extraño que de vez en cuando regrese a su Francia natal para compartir la evolución de una carrera artística que ha ido esculpiendo a la sombra del que es su gran proyecto, el de la regeneración y recuperación de las canteras de Líthica en Ciutadella.

Estos días se mueve por Montmartre, el barrio de la Ciudad de la Luz que es todo un emblema dentro del mundo del arte. Considerado como hogar de muchos creadores (Picasso, Modigliani, Van Gogh, Toulouse Lautrec, Matisse...), el distrito situado en la colina parisina presidida por la Basílica del Sagrado Corazón sigue siendo uno de los puntos más importantes de la ciudad en lo que al arte se refiere. Allí, en la galería Totem, Lara está exponiendo desde la semana pasada y hasta el próximo lunes parte de su obra menos conocida hasta la fecha.

Y lo está haciendo en el marco de la muestra titulada «Fôrets imaginaires», una propuesta en la que la creadora comparte espacio con otra artista gala,    la pintora Armelle Bernaudin. Cada una de ellas, con una trayectoria de algo más de cuarenta años a sus espaldas, conjugan sus géneros y propuestas para acabar consiguiendo un diálogo que, según reconocen, nace sin premeditación alguna. «Simplemente surgió del encuentro de las dos artes, que se entrelazan y se complementan», defiende Lara.

Desde la Isla hasta su ciudad natal han viajado tallas y bronces que están inspirados en la mitología hindú. Una propuesta que conecta con el sugerente título de la exposición, a la que Bernaudin aporta amplios espacios verdes «entre la frondosidad del bosque y la fluidez de lo acuático», apuntan. El lenguaje de las dos creadoras confluye precisamente en las raíces francesas de ambas. Una propuesta en la que sobresale, claro está, la personalidad de cada una de ellas.

En el caso de la artista afincada en la Isla, nutre ese hipnótico bosque al que ha contribuido a dar vida tomando como inspiración la mitología «hindú, humana y divina», siempre en transformación y movimiento. Acostumbrados a verla trabajar con otros materiales más pesados, en este caso el protagonismo cae casi de forma exclusiva sobre la madera.Estamos hablando de encina del Barranc d’Algendar, pino mediterráneo, madera flotante del mar, almendro de Montserrat y también boj de Francia. La materia prima de una comunidad de tótems y rostros majestuosos, que lucen animados por los trazos coloridos de yeso y que acentúan los gestos y movimientos de las figuras.

Una nueva línea

Así, entre los acrílicos intervenidos gráficamente al carbón, se levantan las figuras de Lara. Unas creaciones con las que, tal y como ella misma explica, «descubre el trabajo más desconocido que voy haciendo en mi taller de Menorca, con algunas obras muy especiales trabajadas durante el confinamiento».

El bosque imaginario se puede contemplar en París hasta el Lunes de Pascua, pero ambas autoras esperan poder tener la oportunidad de exhibir este montaje conjunto en algún espacio expositivo de Menorca.

Cabe recordar que en los últimos años la escultora gala ha participado en diferentes exposiciones en su país. Entre ellas cabe destacar «Més enllà del límit», una colectiva en la que compartió protagonismo allá por 2015 con los menorquines Nuria Román, Matías Quetglas y Francesc Florit    Nin.