Antonio Carmona

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Antonio Carmona (Granada, 1965) lleva la música en la sangre. A los 13 años ya estaba subido sobre el escenario como uno de los miembros de Ketama, la formación de flamenco-fusión que le catapultó a la fama. Una senda que no ha abandonado en su carrera en solitario, que inició en 2006.El próximo viernes, 29 de julio (22 horas), visita la Isla como una de las grandes estrellas del Lazareto Music & Gastro Festival.

¿Han transcurrido 22 años desde que visitara Menorca con Ketama? Se puede decir que pasa el tiempo, pero sigue instalado en el éxito. ¿Qué tal se vive ahí?

—Más que en el éxito, estoy instalado en el trabajo, en poder dar buenos conciertos, en que la gente se vaya contenta. Lo que busco es dar siempre la mejor versión en el escenario. Para mí es muy importante poder    tener    al público ahí, después de tantos años, tenerlo siempre cerca y que disfruten. Ese es el gran éxito, que el público siga disfrutando de la música que hago.

Lo decía porque hace unos días en una entrevista dijo lo siguiente: «He dicho a mi ‘mánager’ que este verano no quiero trabajar más, ya no tengo 20 años». ¿Está muy apretada la agenda?

—Nada.Tú sabes que siempre hay que buscar un titular. Me preguntó que cómo estaba de trabajo, le hablé de las fechas y le comenté que le había dicho al mánager que parara un poco, riéndome. Pero yo creo que es al revés, todo el trabajo que venga bienvenido sea. Hemos pasado unos años de sequía muy importante. Lo que más me gusta es montarme en un escenario y poder viajar con los míos.

Ahora que no se venden discos como antes, ya solo queda el escenario, un lugar en el que hay que darlo todo.

—Por supuesto. Ahora mismo, desgraciadamente, ni se venden discos ni en la Sociedad General de Autores se genera demasiado. Lo que nos queda son los shows, cantar en directo. Ya no hay otro medio, al menos para el tipo de artista que soy yo. Solo queda trabajar.

Esta semana Rosalía ha reunido a 15.000 personas en el Palacio de los deportes de Madrid, pero eso ya lo consiguió    Ketama en 1995. ¿Eran aquellos tiempos mejores?

—Eran buenos tiempos, pero también diferentes. Era la época buena de la música, cuando se podía hasta fumar y todo (risas). Tengo una foto de ese día en el que había una gran nube de humo arriba del Palacio. La verdad es que fue un concierto que disfruté muchísimo. Son momentos muy diferentes, ha cambiado mucho la industria. Ahora todo está en las plataformas. Al final creo que el artista, que es el que pone el contenido, es el que menos se lleva.

¿Antonio Carmona está a favor de estar en ellas?

—Bueno, a mí me vienen bien para buscar esos artistas que me interesan. Pero con ellas no puedo hacer como antiguamente, cuando decía ahora paro un año, no voy a hacer gira para pegármelo componiendo, trabajando pero medio sabático. Eso se acabó.

Está claro que no dan para tanto las plataformas, pero en su caso, sumando a Ketama, roza los tres millones de oyentes únicos al mes en Spotify.

—Sí, imagínate como están los que empiezan. Habría que ayudar mucho más a la gente joven, y lo bueno es que    los medios sí sirven como plataforma para enseñar su música. Hay que tener en cuenta que hay artistas que trabajan con la música, pero también en muchas otras cosas porque no pueden subsistir tan solo de tocar. La verdad es que son tiempos complicados, malos tiempos para la lírica como decía la canción.

¿Lo de colaborar con C. Tangana lo ha notado? ¿Le conocen más las nuevas generaciones?

—Eso es lo bueno que tiene que nos apoyemos entre los jóvenes y los que llevamos ya más tiempo. En este caso Antón, Pucho, como lo llamamos cariñosamente, lo ha sabido hacer muy bien. Se ha rodeado de Jorge Drexler, de Toquinho... De Artistas con las bases muy asentadas. Lo está haciendo muy bien y sus directos son gloria bendita, te diviertes muchísimo. Con él siempre aprendes y disfrutas, tanto en un escenario como en un estudio.

Dice la letra de «Me maten», el tema en el que colaboran, que En la vida nos pensamos que la gloria es el dinero/ Pero nos equivocamos/ Nuestra gente es lo primero…

—Es una frase muy flamenca, es como las letras cortas de soleá, «dios mío por qué será, me duelen más las mías que las penas de los demás». Es un poco ese rollo de sacar la esencia flamenca. Cuando nos pusimos a escribir nos reíamos de cómo ahora nos ponen la alfombra roja y antes no nos dejaban entrar en las discotecas. De ahí salió esa belleza de canción.

En la que se destila también ese sentimiento de que la familia es lo primero.

—Sí. Los Carmona, desde que salimos de Granada, hemos intentado trabajar para alcanzar el nivel que tenemos ahora. De ahí vienen los Habichuela, que figuran entre los guitarristas que por ejemplo hicieron que cambiara el acompañamiento al cante. Desde ellos se empieza y luego están las nuevas generaciones, mis sobrinos, Lucas    y Juan, mis dos hijas, Lucía y Marina… Hace falta llevar el estandarte de la familia con fuerza y personalidad.

¿Qué formato de concierto nos tiene preparado para Menorca?

—Batería, bajo, teclado, dos guitarras flamencas, percusión, coros… Son los Camamasi, mi grupo, son músicos muy variados, pero al acercarse a mi música surge un concepto muy bonito.

Van a tocar en una isla dentro de una Isla… ¿El escenario también hace de los conciertos algo especial?

—La Isla me trae muchos recuerdos. Tengo buenos amigos por allí y van a venir al concierto amigos de las otras islas y también de la Península. Para nosotros el del Lazareto es un festival muy importante. El sitio es muy bonito y la gente se va a divertir muchísimo.

Usted que fue un nuevo flamenco, qué opina de los nuevos flamencos, en concreto de las flamencas tipo Rocío Márquez,    María José Llergo o, en parte, Rosalía.

—Me encanta. Todas ellas son diferentes, Rosalía un poco más de show en directo; pero ya teníamos ganas de tener grandes artistas así, a nivel Beyoncé. Ahora mismo hay gente que está haciendo del flamenco una cosa muy bonita y de una forma muy inteligente, porque rescatan un tipo de cante que hace que la gente se entere de que en el flamenco hemos tenido estrellas muy grandes hace cien años.