La casa de campo de Biniparrell (aunque la nomenclatura municipal la ha recolocada en el vecino Biniati) ha sido durante casi cinco décadas un taller de cerámica del que han salido numerosos objetos con el sello personal de Werner Bernard | Katerina Pu

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Ceramista, escultor, pintor, dibujante, el artista suizo Werner Bernard (1939, Goldach) es uno de los numerosos extranjeros que en las décadas de 1960 y 1970 descubrieron Menorca y la adoptaron como lugar de residencia o de vacaciones. En 1963, Bernard inició su idilio con la Isla, en la que se estableció nueve años después. Tras el fallecimiento de su esposa, desde hace unos cinco años vive en Suiza, aunque cada verano regresa a su casa menorquina en Sant Lluís.

Werner Bernard estudió Ciencias Sociales y Psicología en la Universidad de Neuchatel, en Suiza, y posteriormente Arte y Ciencia en el Royal College de Londres, centro universitario donde impartió clases, además de la Escola Massana de Barcelona, cuando había fijado su residencia en Menorca. Como ceramista y escultor ha expuesto en Suiza, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y España. Su obra también puede verse en el MoMA de Nueva York y en la colección privada de Henry Rothschild en Cambridge.

¿Su nombre real es Werner Rüesch. Entonces, ¿por qué Werner Bernard?

—Es mi nombre artístico, porque cuando estudiaba y después di clases en Gran Bretaña los ingleses pronunciaban mi nombre Werner como si fuera Bernard y decidí darme a conocer como Werner Bernard, porque siempre me llamaban mister Bernard.

¿Cuando surgió su interés por el arte?

—Yo había estudiado Ciencias Sociales en Londres, pero me gustaba mucho el arte, muchas veces llevaba una libreta para poder dibujar. Durante mis estudios de primaria en mi ciudad natal en Suiza sacaba buenas notas en Dibujo. Por cierto, hace poco mi hermano me mandó una libreta con plantas y flores que yo había dibujado a color en Suiza cuando tenía 13 o 14 años.

¿Y por la cerámica en concreto?

—En Londres empecé a trabajar la cerámica en el taller de la prestigiosa ceramista Lucie Rie, que llegó a Londres como refugiada de Viena durante la Segunda Guerra Mundial puesto que era judía. Como agradecimiento, ella visitaba a los ingresados en el Hospital Universitario. Cuando se enteró que yo era suizo empezó a hablar conmigo en alemán. En Israel yo había conocido a la primera ministra del país, Golda Meier, y resulta que Rie también la había conocido en una conferencia internacional en Londres.

¿Por qué estuvo usted ingresado en el hospital?

—Yo trabajaba con Cruz Roja Internacional en un intercambio de prisioneros en Palestina y fui herido gravemente en las piernas, me evacuaron al hospital de Ginebra y después al Hospital Universitario de Londres donde había un médico canadiense especialista en reconstruir los huesos de las piernas y me operó en tres ocasiones. Después estuve semanas en rehabilitación para volver a andar.

Su primera exposición fue en Londres, donde vivía.

—Sí, en 1966 en Tea Center expuse cerámicas, grabados, esculturas en bronce que hice en mi taller en Londres,    había terminado un máster en Arte y Ciencias en el Royal College. Antes durante cuatro hice los estudios en dicho centro, las materias fueron Física, Química y Geología.

¿Cuándo vino por primera vez a Menorca?

—La primera vez que vine a la Isla fue en 1962, cuando tenía 23 años. Fue de manera fortuita. Durante un viaje de Cruz Roja Internacional para recoger a refugiados en Argelia, cuando este país estaba en guerra civil, y llevarlos a Toulon el barco hizo una escala en el puerto de Maó, yo podía desembarcar, ir a la ciudad, mientras que el resto estaba en cuarentena. Fui a Correos y Telégrafos para contactar con las autoridades del puerto de Toulon e informarles de que estábamos en Menorca.

Y luego volvió a la Isla durante sus vacaciones.

—Al año siguiente vine por primera vez de vacaciones y dormí en la casa de Carlos Llorens, el señor que me atendió en Correos y Telégrafos. En 1966 compré una casa de campo abandonada en Biniparrell, Sant Lluís, y con mucho trabajo la adecenté para vivir. Continué viniendo    en verano, me quedaba de julio a mediados de septiembre. Justo cuando terminaban las fiestas de Maó me iba en barco hasta Barcelona y luego en avión hasta Londres, porque ya tenía la plaza de profesor en el Royal College, que se caracterizaba en aquellos tiempos por ofrecer también estudios para adultos, lo cual no era habitual en una universidad.

¿Cuándo empezó a elaborar sus trabajos de cerámica en la Isla?

—A finales de 1969 aún no tenía el taller de cerámica ni la instalación, pero hice un pequeño horno con piedras refractarias procedentes de la fábrica de gas que habían derribado en el puerto de Maó. Lo levanté en medio de la casa donde vivo y otro edificio que está al lado. Antes de arreglar la casa de campo vivía en una cueva de Calesfonts donde vendía mis cerámicas.

Finalmente, decidió instalarse en la Isla, ¿en qué año?

—Yo vendí la casa y el taller de cerámica que tenía en Londres y en 1972 me establecí en la casa de Biniparrell. Como he dicho estaba abandonada y se utilizaba como establo para el ganado. Hice nuevo el tejado, hablé con GESA para poner electricidad, hice un pozo para tener agua, solo había una cisterna que recogía el agua de lluvia, y otras mejoras.

¿Fue difícil como extranjero obtener la residencia?

El señor Mantolán tenía una pequeña oficina y me dijo que para residir en la Isla debía tener un permiso de trabajo, otro de estancia y si trabajaba tenía que pagar la Seguridad Social, él me entregó un papel con la cantidad de dinero que tenía que pagar cada mes. Fui al Juzgado de la Plaça Miranda, donde había una oficina para los extranjeros que atendía un hombre. Me acuerdo que tuve que esperar dos o tres horas, el hombre se presentó con un pan y unas latas de atún que me ofreció por si tenía hambre. Cuando me preguntó qué quería le dije que necesitaba regularizar mi situación porque quería vivir en la Isla.

¿Qué recuerdos tiene de aquella época?

—En aquellos años yo llevaba una barba bastante frondosa y cuando iba a comprar al pueblo de Sant Lluís la gente decía «este es Bernard el hippy». Me preguntaban qué hacía yo en la Isla y les contestaba que estaba aquí porque había encontrado el paraíso.

¿Tuvo algún problema para integrarse en la Isla?

No, nunca tuve ningún problema. Al principio venía la Guardia Civil por la zona, querían saber lo que yo hacía en Biniparrell, porque en aquella época había mucho contrabando en la costa sur de Sant Lluís, tuve que enseñarles el pasaporte. Hacían la ronda a pie y el nuevo aeropuerto que está cerca de aquí todavía no estaba construido.

¿Dónde tenía el taller de cerámica?

—Entrando por el camino de mi propiedad, justo antes de llegar a casa construí el nuevo taller con muros de piedras, las vigas las hizo el carpintero Santiago Pons Cardona, que vivía en Sant Lluís y también era el alcalde del pueblo. Tenía el taller de trabajo en la entrada de su casa en el Cós y también hizo la puerta de la entrada de mi casa, situada en la fachada sur, porque durante años estaba la abertura pero sin puerta.

¿Quién le construyó el horno?

—Era un horno de 4 metros cúbicos y lo hice yo mismo con piedras refractarias que había comprado a una fábrica de Barcelona. Cuando empecé a hacer los primeros trabajos de cerámica en el horno grande se tardaba más de 36 horas, de Londres había traído tres quemadores de aceite de diesel y Campsa me traía uno o dos barriles. Empecé la hornada con madera y cuando alcanzaba 200º C metí los mecheros de fuego durante más de 30 horas. Dormía al lado pero me di cuenta que vigilarlo a ojo era una tontería, el horno era demasiado grande, tenía que ser automático.

¿Qué tipo de piezas de cerámica elaboraba en aquellos años?

—Eran jarrones grandes de un metro o más de altura, también jardineras redondas hechas con el torno, que se vendían bastante bien. Solamente lo pintaba con óxido, pero no había esmalte. Las primeras piezas las vendí a un alemán que vivía en Biniancolla, en aquella época conocía al arquitecto Hans Roters que me mandaba clientes suyos para que vieran las piezas que yo hacía. En aquellos años estaba de moda tener grandes jarrones con tierra en su interior para plantar fresas. También hice un gran mural artístico, con cemento, arena y cal, para la terminal del entonces nuevo Aeropuerto de Menorca por encargo de Aviación Civil.

¿Qué material utilizaba para sus trabajos?

—En la carretera de Es Mercadal a Es Migjorn Gran localicé un terreno de donde cogí la arcilla para fabricar las piezas, pero me di cuenta que tenía tanto óxido de hierro que solo aguantaba temperaturas de 900ºC y después se funde. Por ello, compré de Forns, en Badalona, caolina y bentonita, son dos tipos de arcilla. Yo hice una mezcla de la tierra de Es Mercadal con caolina, un polvo blanco, que venía en sacos.

¿Cómo se define profesionalmente?

—Yo me considero ceramista y también escultor. Asimismo, también soy pintor y dibujante. En Suiza y Alemania he hecho    bastantes esculturas de hierro y de bronce, también instalaciones constructivas.