La artista, durante una intervención reciente en el soporte de la escultura. | Antonio Bellido

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Diez años después de su instalación, «La aguja de la Giganta» vuelve a ser noticia, en este caso por un informe desfavorable para su permanencia como una intervención artística en el entorno natural. Lejos de ahondar en la polémica, la autora de la obra, Nuria Román, aboga por el entendimiento para seguir cosiendo su proyecto.

¿Manejaba algunos plazos    para que la aguja permaneciera en Mongofra?

—Esta escultura es el inicio del proyecto «Coser la tierra». La idea es que a partir de Menorca tenga continuidad. En 2015 hicimos una intervención en Madrid, Matadero, y en 2017 se presentó en Nueva York y luego hicimos una instalación efímera en la playa de New Jersey. Luego, con la pandemia, todo se ha parado. Ahora es como si la aguja se hubiese despertado y nos está diciendo que continuemos.

Ahora todo es una cuestión de permisos.

— El primer permiso lo gestionó el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Maó, con Águeda Reynés, y luego con Conxa Juanola conseguimos una prórroga, pero se complicó mucho. Y este año, en mayo, firmé un convenio con el Consell por el que les cedía la obra por cuatro años para que ellos pudiesen gestionar un permiso que estaba siendo muy complicado.

¿Le pilló por sorpresa el informe desfavorable que insta a que se retire la aguja?

—El anterior director del parque, Martí Escudero, ya había hecho otro informe desfavorable. Intenté entenderme con ellos, pero tienen un método que está fuera de lo que yo puedo entender. Esta institución bloquea la jugada y es como si con su informe nadie puede seguir jugando. Ya no se puede decir nada ante estos contundentes y extensos informes. Ahora lo que está generando la aguja es un poco como cuestionarnos que tiene ser de otra manera, que no solo puede ser la opinión de una persona.Esta está haciendo su trabajo y lo está haciendo bien, porque está cumpliendo con todas las normativas, está protegiendo un espacio natural y esa es su labor.

La intervención de ‘art land’ fue instalada en la playa hace diez años

Entiende su labor.

—Entiendo que trata de hacer su trabajo como le han enseñado, pero está colaborando en un gran cambio sin ser consciente, ya que la sociedad está respondiendo y manifestando con mucho respeto que el sistema necesita un cambio y tiene que haber más comunicación y entendimiento. Pero si una decisión así solo se toma desde ese lado, pues quizás nos estamos perdiendo algo. A lo mejor sí que tiene que haber una puesta en común.

¿Se siente respaldada?

—Totalmente. Y estoy muy agradecida. Lo más interesante de lo que está pasando aquí no es que yo me sienta respaldada, que sí, pero para mí es la Aguja, como si ella misma estuviera consiguiendo todos esos apoyos. Es el proyecto, que está visibilizado en esa aguja, que está ahí esperando desde hace diez años. Insisto. Yo cada vez separo más mi trabajo de mí misma. No me lo tomo como un apoyo personal sino mucho más un apoyo a mí obra, como si esta tuviera ya vida propia.

Al final, de alguna manera, el informe desfavorable lo que está consiguiendo es relanzar el proyecto, lo visibiliza y refuerza su mensaje.

—Totalmente. Además creo que estamos en un momento en el que hay tal caos, tal desorden… Esta era un poco la base del proyecto, que a partir de este desorden nace una gran oportunidad de que cuestionemos cosas que no están funcionando. Llevamos mucho tiempo con unas jerarquías… Creo que en los últimos siglos el ser humano ha necesitado como seccionar, separar las cosas, estudiar cada cosa desde un punto de vista, y yo creo que estamos en un momento en que ya tenemos ese conocimiento y es el momento de unir. Y el proyecto de esta aguja es unir y entendernos. Plantear la posibilidad de ver el caos que hay en el mundo desde otra manera me parece algo muy bonito. Considero que no tiene un lado político, es algo mucho más abierto y sin ideologías. Creo que el parque natural tiene la oportunidad también de ponerse del lado del proyecto. Y aprovechar para unir fuerzas para la defensa del medio ambiente.    Ellos han cuestionado, y ahora lo que toca es sopesar. Un espacio natural tiene que estar absolutamente protegido y lo defendemos, pero también tienes que conseguir mirar para actuar de otra manera si hace falta.

Lo que resulta paradójico es que el informe habla de proteger un espacio, un mensaje que coincide con el espíritu del proyecto artístico.

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—Claro. El mensaje del proyecto es restaurar fracturas, pero esta escultura ocupa un espacio natural desde el respeto y el silencio, no quería ningún protagonismo, existió para marcar un lugar desde el mandar un mensaje de paz y entendimiento, en armonía con el espacio natural. Esta es una intervención en el paisaje que no necesita del espectador. Es una acción artística en un espacio y en un tiempo determinado, y en este caso está ahí porque es el primer lugar por el que pasa el Paralelo 40.

Cree que parte del problema, entonces, es que no estamos familiarizados con lo que implica el land art.

—Creo que lo que no está bien entendido es lo que es el arte. El camino del arte te lo puedes inventar. Lo puedes crear tú mismo como tú creas tu propia vida y decidir. Creo que el arte se ha desvinculado muchísimo de la sociedad. Le quieren dar ese lado elitista y el arte es para todos. Ha de tener un propósito y una intención, no es para comprase y venderse y colgarse en las paredes ni para que unos se hagan ricos. Tiene mucho poder y es una buena herramienta para transformar. El arte puede ser lo que tú quieres que sea. Podemos unir arte y medio ambiente. Cuando el arte une, despierta solidaridad y unidad.

Aborda toda la situación desde una perspectiva muy positiva, lejos de entrar en polémicas, con la intención, como el proyecto, de coser.

—Me parece positivo primero porque ha habido una respuesta positiva, y porque lo que está haciendo es consolidar más el proyecto, que es colectivo, comunitario y social, que es de todos, y eso se está reflejando en la respuesta de la gente que está dando su opinión, comprometiéndose. Yo creo que es lo que necesitamos en nuestra sociedad. Nos parece como que el mundo está en manos de políticos o funcionarios y la sociedad también tenemos una palabra y una decisión. Lo que tenemos que hacer es ir todos juntos por el bien común, y eso hay que entenderlo como sociedad.

El proyecto de «Coser la tierra» estaba un poco parado, ¿se relanzará ahora?

—Nunca ha estado parado. Siempre hemos seguido adelante. Lo que pasa es que era muy importante conseguir el permiso, llevamos tres años detrás del él.

¿Es optimista?

—Yo creo que sí. Y el proyecto seguirá de una manera u otra. Ahora tenemos previsto en Madrid una intervención que estaba prevista para hace unos años en el río Tajo, también ha empezado su camino. También tenemos contactos con Pekín. Son proyectos que te los tienes que tomar con mucha calma, en los que hace falta que haya unidad para que tengan sentido y una intención. Esto no es hacer una escultura, que es otra parte de mi trabajo, estamos hablando de un compromiso.

Está claro que el proyecto puede seguir avanzando a lo largo del Paralelo 40, pero en el caso de que hubiera que retirar la aguja, ¿se podría buscar una nueva ubicación en la Isla?

—Esta escultura es de Mongofra, está ahí y no se puede trasladar. Es una pieza que nació ahí, y el tronco apareció en la playa. No se puede poner en un espacio urbano. Yo creo que el arte tiene que estar en un lugar específico, no todo vale.

¿Podemos decir que este ha sido su proyecto más ambicioso hasta la fecha?

—Lo que hace básicamente es unir toda mi obra. Creo que parte de conceptos más enraizados con el mundo de las mujeres… «Coser la tierra», «Lavar el río» y ahora hemos iniciado un proyecto que se llama «Romper aguas», que cuestiona    y quiere dar visibilidad a lo que va a significar el agua en el futuro. A nivel geográfico físico, mares y océanos son lo único que el ser humano no ha conseguido parcelar y controlar.

¿Cree que en la situación actual el compromiso del arte con el medio ambiente debe ser aún mayor?

—Lo que tenemos que hacer es unir. No tiene que estar separado ni el arte ni el medio ambiente ni la sociedad ni la religión, ni la política, economía.... Si conseguimos eso, cómo amalgamar, ahí está la solución. Cuando consigamos dejar de pensar    individualmente y volvamos a la comunidad.    No sé cuál es la manera de unir, pero estamos empezando.