El guitarrista Julián Saldarriaga, quien desde hace unos años vive en Menorca.

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Hace años que Julián Saldarriaga, guitarrista de Love of Lesbian, decidió instalarse en Menorca. Confiesa que aquí «está feliz de la vida» desde las oficinas de Warner en Madrid, donde ha hecho un descanso de firmar tarjetas de los pre-order del nuevo disco. Charlamos con él con motivo del concierto que ofrecerá el próximo miércoles (21 horas) en el Teatre del Casino 17 de Gener junto a dos compañeros de la banda, el    Santi Balmes y Dani Ferrer.

Nuevo disco en otoño. ¿Hay fecha y título?

—Sale el 11 de octubre. Hemos hecho tres adelantos, el último de ellos lo acabamos de lanzar,    «La hermandad»,    con un videoclip grabado en Es Mercadal. De hecho vamos a tener dos o tres vídeos rodados en Menorca. El disco se llama «Ejército de Salvación».

Gran parte de los grupos que, como el suyo, empezaron en los 90, ya no están. ¿Pensaron entonces que el recorrido iba a ser tan largo?

—La verdad es que no nos lo imaginábamos. Cuando empecé a tocar la guitarra lo único que deseaba y a lo que aspiraba era a grabar un disco. Tener una carrera tan longeva no es algo que tengas clarísimo porque has leído dos millones de biografías de grupos que empiezan y caen por motivos diferentes. A medida que pasan los años vas entendiendo parte de los motivos por los que las bandas dejan de serlo. El desgaste entre los miembros, las giras... Todo lo que supone la intensidad de un concierto desgasta muchísimo a las personalidades. También los vaivenes del público, el estar fuera de casa. Cuando tenía 20 años me encantaba irme un mes de gira con una mochila y dormir en cualquier lado. Ahora cada vez intentamos recortar más el tiempo que pasamos fuera.

Los tres componentes de la conocida banda que visitarán Ciutadella el próximo miércoles. A la derecha  | Silvia Poch

¿Qué es lo que os ha mantenido unidos?

—En lo personal, el conocimiento de cada uno de nosotros. El humor también ha sido parte del engranaje básico, nos reímos mucho y nos divertimos. Y en lo que se refiere a la carrera, lo que es la praxis de la del trabajo, creo que la curiosidad. A medida que vas grabando trabajos y van saliendo cosas nuevas, eso forma parte de la gasolina para seguir girando y hacer cosas distintas. Saber que por mucho que hayas grabado varios discos, tienes ganas de seguir probando otro tipo de paletas de colores, otros instrumentos y ritmos, es fundamental.

Hace unos minutos firmaba tarjetas para el nuevo disco... Pero, ¿qué tal se vive de la música en tiempos de Spotify?

—Al principio, cuando se vendían discos, nosotros no lo conseguíamos porque no teníamos ese reconocimiento del que gozamos actualmente. Nos encantaba que la gente nos dijera que se habían copiado el disco, era una manera de que les llegaran nuestras canciones. Y ahora que no se venden discos, pues no nos ha afectado demasiado. Nuestra compañía valora muchísimo el tipo de público que tenemos porque son gente fiel al formato físico, sobre todo en el vinilo.

Vuelve el formato clásico.

—Cuando sale un disco, siempre nos colocamos entre los tres primeros grupos o bandas más vendedoras en ese formato. Y eso es algo que nos da una cierta tranquilidad. Y sobre la manera de vivir con el grupo, pues como hemos sido una banda que ha ido creciendo muy paulatinamente, no se nos ha ido la cabeza en ningún momento. El perfil bajo, de algún modo, nos permite invertir en la gira y tener una vida normal.

Vuestro gran tirón en directo, con grandes giras y en los principales festivales, también ha tenido que ver mucho en ese éxito.

—Desde luego. Nos permitió al principio llegar a muchísima gente. Pero hace unos años decidimos poner el freno un poco a nuestra presencia en festivales y medir más ese tipo de formato. Básicamente porque al final tocas 60 o 70 minutos y nuestros conciertos individuales suelen durar dos horas y media. Eso conlleva la problemática de tener que elegir muy bien el repertorio y dejar muchas canciones fuera que a veces en realidad nosotros no queremos.

¿Qué formato veremos en Ciutadella?

—Como te decía, es una ocasión ideal para sacar a pasear canciones que habitualmente nos salen sobre todo en conciertos de festivales o    con banda. Contamos curiosidades, hablamos de las canciones, interactuamos con el público. Explicamos cuál es la semilla o el origen de los temas.

Leía hace un poco un post en una red social que hablaba de que tenías un pacto con la música. ¿Qué tal funciona?

—La verdad es que es un lugar de refugio. Parece mentira que un oficio con tanta exposición, ya que en un festival te puedes plantar ante 40.000 personas, pues aún sea un lugar como de intimidad. Recuerdo que me senté una vez con mis padres cuando tenía 14 años y ya estaba empezando a tocar la guitarra.Les dije «no sé qué va a ser lo mío con la música, pero va a ser la música». La verdad es que mi pacto con ella es muy humilde, no pido nada más que el tiempo que nos regalamos cuando estamos juntitos, con una acústica,    con un piano, con sintetizador. Esos momentos que ahora se han convertido en mi profesión, en otros se transforman en un oasis mental. Para mí el tiempo que pasó tocando solo la guitarra o haciendo loops con sintetizadores se parece mucho a la meditación, un lugar de paz y de tranquilidad que me ayuda muchísimo.