Entrevista

Mikel Herrán, arqueólogo: «El pasado nos demuestra que existen otras formas de vivir»

El divulgador cultural, que este viernes interviene en el Ateneu, cree que «los imperios se fragmentan por dentro»

Mikel Herrán

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Mikel Herrán, conocido popularmente como PutoMikel, es arqueólogo por la Universidad Complutense de Madrid y uno de los divulgadores más influyentes del panorama español. Doctorado por la Universidad de Leicester, tiene un máster en Arqueología del Mundo Árabe e Islámico por la University College London Qatar. Se dio a conocer en 2018 a través de YouTube con sus vídeos de contenido histórico donde    desenterraba episodios olvidados de nuestro pasado. Su talento creativo ha conseguido sacar los estudios del ámbito académico y acercarlos al público general con la publicación de distintos libros y colaboraciones en medios de comunicación. Este viernes será el protagonista de una conferencia en Menorca, invitado por el Ateneu de Maó, a las 19.30 h.

Usted que ha dedicado tanto tiempo a estudiar el pasado, ¿cómo cree que la historia moldea el presente de un territorio?

—Pues mucho más de lo que nos podemos imaginar. No podemos entender el mundo por el que navegamos si no comprendemos quiénes vinieron antes y cómo se organizaron, cómo construyeron nuestras ciudades, cómo diseñaron nuestras instituciones, incluso algo tan cotidiano como las tareas del hogar. Por ejemplo, hablamos mucho hoy en día de igualdad en el reparto de estas tareas, pero todo eso tiene una historia detrás. Si conocemos de dónde venimos, podemos desandar el camino o aprender de él. Entender el pasado nos da herramientas para transformar el presente.

La cultura talayótica menorquina ha sido reconocida como Patrimonio Mundial. ¿Qué importancia tiene conservar y divulgar estas historias antiguas en un mundo que va tan rápido?

—Los talayots me pillan un poco lejos, pero me parecen fundamentales en tanto que nos hablan de otras formas de vivir y organizar la sociedad. Todavía hay muchos misterios por resolver, pero la arqueología nos permite plantear hipótesis sobre formas de vida que pueden tener mucho que decirnos hoy. Vivimos en un mundo donde parece que solo hay una manera válida de vivir, de entender la familia o la comunidad. El pasado nos recuerda que han existido muchísimas otras formas de organizarse.

¿Qué le parece que una cultura sin escritura pueda tener un relato tan potente? ¿Qué autoridad tienen hoy los restos materiales en la construcción de la memoria colectiva?

—A veces damos mucha importancia a lo que decimos de nosotros mismos, pero los objetos, las construcciones, tienen una materialidad que perdura porque son una huella en el paisaje. En el caso de los talayots, por ejemplo, es imposible no verlos porque son estructuras enormes, imponentes. La arqueología tiene esa capacidad de conectarnos con una historia que no siempre está escrita, pero sí profundamente inscrita en el paisaje. Esa presencia deja una huella que configura la identidad local, y lo hace de forma inevitable.

Menorca ha pasado por manos árabes, británicas, francesas y españolas. Cuando una isla cambia de manos, ¿qué acaba quedando de esas dominaciones?

—Cada cultura que ocupa un territorio deja marcas. Desde fortificaciones, si es que se buscaba un control militar, a infraestructuras portuarias, si el interés era comercial. Todo eso genera capas de realidad en las que se superponen usos, estilos e incluso intenciones. A nivel arqueológico lo analizamos mediante estratigrafía, pero para quien mira desde fuera, muchas veces ve solo una fachada final sin saber que está construida sobre siglos de historia.   

¿Qué huellas dejan los imperios? ¿Y qué papel tienen las islas en esa historia?

—Las islas, por su posición estratégica, han jugado un papel importante en el dominio marítimo y de hecho, en el Mediterráneo, muchas batallas han pasado por aquí. En el caso de Balears, tenéis además a    los famosos honderos, que jugaron un papel determinante en las guerras de Cartago o Roma. Las islas tienen una cultura propia muy rica que con la influencia de las rutas comerciales, configura una identidad cruzada, entre lo local y lo global.

Le he oído hablar del regreso de los discursos imperiales. ¿Estamos viendo una ola de nuevo imperialismo cultural, económico o  militar?

—Los Estados no han dejado de pensar nunca en modo imperial, la verdad. De hecho, han seguido actuando con una lógica de imperio para asegurar sus intereses, para competir por los recursos e incluso, anhelando su expansión. Lo vemos estos días con el rearme y este discurso pro-militarización de la Unión Europea, que tiene más de autodefensa que no de expandirse.

¿Cree que se puede hablar de un nuevo imperio con acento yanqui?

—En estos momentos, la configuración geopolítica está un poco rara, la OTAN ya no es lo que era y EEUU parece replegarse a ratos. Yo creo que este imperialismo que mencionas, existe desde hace tiempo, pero antes era más sutil. Con las formas trumpistas, se hace más evidente, sin duda. De todos modos, no sé si este modelo tendrá una larga vida, sobre todo por la resistencia que genera en otras partes del mundo.

¿Qué nos dice la historia sobre cómo acaban los imperios?

—Los imperios no siempre caen por una invasión externa o un gran colapso. Muchas veces se fragmentan por dentro, por tensiones internas, por resistencias que surgen desde los márgenes. Esas fuerzas centrífugas nos enseñan que ningún poder es eterno.

¿Explicar la historia de manera cercana es banalizarla?

—Si solo contamos la historia a partir de grandes hitos y personajes ilustres, dejamos fuera a muchas personas. Hay relatos para todo el mundo y también hay formas distintas de contarla. Eso implica hablar de temas más cotidianos pero que también forman parte de lo que somos.

¿Qué lugar histórico le gustaría visitar y aún no ha podido?

—¡Las    Illes Balears! No conozco Menorca y cuando    me invitó Margarita Orfila, desde el Ateneu de Maó, pensé que era una gran oportunidad para poder acercarme y descubrir este entorno. Tengo muchas ganas que me lo enseñe.

Si pudiera excavar en cualquier punto del mundo, ¿dónde sería?

—No sabría decirte un sitio concreto, pero me llama mucho la arqueología en Japón. Tienen métodos muy distintos a los que usamos en Europa y me encantaría poder aprender de ellos y entender cómo ven su propio pasado.