Poima. A los matojos que brotan por doquier se suman las señales deterioradas, ausentes, ocultas o caídas. - Javier

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Vivimos en la sociedad de la imagen. Aquello que capta la retina del ojo es la etiqueta que a priori colgamos a las cosas como sustituto de otros aditivos o valores más profundos. Y si atendemos a esta premisa, lo que a diario se puede contemplar en el polígono industrial de Maó (POIMA) es lamentable y vergonzoso. La maleza embosca desde hace años aceras, rotondas y fachadas, ofreciendo una desagradable imagen, que en algunas casos se traduce en un serio peligro para la circulación, por falta de visibilidad. POIMA ha sido literalmente comido por las malas hierbas y la desidia, lo peor es que muchos menorquines y visitantes suelen hacer sus compras en esta zona. Hablamos de dos millones de metros cuadrados de suelo (primera y segunda fase) que acogen a 450 empresas, prácticamente el 60 por ciento del suelo industrial de Maó.

A los matojos que brotan por doquier se suman las señales deterioradas, las ausentes de las que ya nadie se acuerda, las ocultas entre el enmarañado secarral y las caídas, todo un abanico de despropósitos. La mayoría de las palmeras y árboles que en su día adornaban medianeras llevan años sin ser podados y ahora son fantasmagóricas réplicas de su antaño esplendor. Mención aparte merecen los árboles plantados hace apenas unos años en POIMA IV fase y que ofrecen una imagen decadente; muchos de ellos están partidos o simplemente no existen y los alcorques se muestran invadidos por la maleza.

Tampoco hay que olvidar las aceras o lo que queda de ellas ya integradas literalmente en la calzada. Los arbustos, las malas hierbas e incluso los vehículos impiden el tránsito. En lugar destacado también hay que mencionar el antiestético estado de las entradas a Maó desde la carretera del Aeropuerto y la carretera general, la suciedad, el poco cuidado y la falta de gusto por el detalle dicen muy poco de esta ciudad. Se mire por donde se mire no invita a ser visitada. De poco sirven los esfuerzos de algunos empresarios por adecentar sus fachadas y parterres si al lado se embosca la desidia.

Algo comienza a cambiar
Afortunadamente, tras el acuerdo alcanzado entre el Ayuntamiento de Maó y los empresarios de cada una de las cuatro fases del polígono, apenas hace unas semanas trabaja en la zona una nueva contrata de jardinería. Los operarios han despejado varias rotondas. Un dulzón y anisado olor impregnaba ayer algunas zonas del polígono cercanas a Cap de Cavalleria. Montones de hierbajos secos y aromáticos tallos de hinojo recién cortados salpicaban la mediana de esta calle principal del polígono. Era una visión reconfortante, por fin se actúa en una zona que demanda a gritos una urgente intervención por estética, por razones de salubridad y por seguridad de los conductores y peatones que a diario ocupan sus calles.

POIMA no sólo es un polígono industrial sino que por caprichos del desarrollo urbanístico se ha convertido en la antesala de Maó, en el escaparate de una ciudad que acometerá ilusionada en los próximos años la mayor transformación de su casco histórico, pero que no puede seguir dando la espalda al que es su principal aljibe económico.