Autor. Tiene en su haber el Premio Planeta por la obra "Riña de gatos. Madrid 1936" (2010) - e.m.

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Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) destapa el talento de su buen hacer con la palabra con una obra de peso, "La verdad sobre el caso Savolta" (1975). Una entrada por la puerta grande hacia la industria literaria que ha marcado el ritmo de su trayectoria. A esta le seguirán otras publicaciones de altura como "La ciudad de los prodigios" (1986) o "El año del diluvio" (1992). Todas ellas llevadas al cine.

Su relación escrita es extensa y variada. Mendoza se desenvuelve como pez en el agua en el género novelístico, con el que ha cultivado su indiscutible prestigio como escritor. Pero también le complace el reto del ensayo, el teatro o el relato frente al folio en blanco.
Tiene en su haber el Premio Planeta por "Riña de gatos. Madrid 1936" (2010). En abril de este año publicó "El enredo de la bolsa y la vida" (Seix Barral), la cuarta novela de la serie protagonizada por un detective loco y sin nombre, -aunque algunos lectores se empeñen en llamarle Ceferino-. Prueba irrefutable de que le complace maquinar la parodia, la sátira y el humor.

Hoy recala en Menorca para impartir el primero de los Talleres Islados de la programación de otoño. Cuatro días durante los que el maestro compartirá la fórmula que domina a la perfección y que le permite plasmar la idea sobre el papel.

En su introducción a este taller habla de dos problemas a los que debe enfrentarse el escritor o el aspirante a escritor: uno pequeño, encontrar una idea; y otro grande, hacer que funcione por escrito. A estas alturas ¿a usted qué le cuesta más?
Las dos cosas. En realidad la distinción es teórica. Una idea ha de tener un funcionamiento viable, aunque no necesariamente sencillo. Y un método no sirve de nada sin una idea. Esto, que es evidente, a menudo se confunde en la cabeza del que escribe, sobre todo cuando las cosas no se le ocurren con tanta rapidez y claridad como le gustaría.

¿Cómo supera la crisis de la no inspiración frente al papel en blanco? Si es que la ha tenido alguna vez…
Las tengo constantemente. Suelo superarla a base de paciencia, tiempo y trabajo. Y un poco de desesperación. A veces ni así se resuelven. Entonces hay que abandonar lo que se está haciendo y empezar de nuevo.

¿Cuál ha de ser la cualidad básica del buen escritor?
Creo que se desprende de lo anterior: la perseverancia. Trabajar poco, pero todos los días, durante el tiempo que haga falta, a veces años.

Con "El enredo de la bolsa y la vida" recupera la saga del detective loco. ¿Lo echaba de menos? ¿Habrá saga para rato?, porque siempre deja un final abierto.
Lo echaba de menos, sí. Y no sé qué haré en el futuro.

Ambientar la crisis económica en su libro ¿era paso obligado?
Obligado, no. Estoy envuelto por la crisis, como todo el mundo, y no pude resistir la tentación de hacer un apunte.

¿Le entristece la situación actual que vivimos?
La situación, no. Hemos pasado épocas peores y hay muchos países que darían cualquier cosa por estar como nosotros ahora e incluso peor. Me entristecen las personas que lo están pasando mal. Y me preocupan las consecuencias que todo esto pueda tener.

El humor absurdo que caracteriza gran parte de sus novelas ¿solo funciona en la literatura?
En la literatura y en otras formas de expresión: teatro, cine, televisión, etcétera. No creo que funcione en otros ámbitos, como la administración de justicia o la misa de diez.

Barcelona siempre le ha dado mucho juego, es un escenario recurrente desde el que consigue esa carcajada literaria que le funciona. ¿Usted se ríe tanto al relatar las peripecias de sus personajes como lo hacen los lectores mientras devoran sus libros?
No me río mucho, pero a menudo me divierto imaginando una situación o una frase.

¿Hasta qué punto le embelesan a Eduardo Mendoza las palabras?
Embelesar no es la palabra. Me interesan, me gustan, son mi material de trabajo y, en cierto modo, mi especialidad.

¿La mejor obra siempre está por llegar? ¿O se siente más que satisfecho con su completa producción literaria?
Satisfecho no lo estoy. Ningún escritor lo está, salvo algún tontaina. Pero dudo que a estas alturas vaya a hacer algo mejor. Tampoco creo que haya que hacer un concurso entre las obras de un autor para ver cuál gana. Estamos demasiado influenciados por el deporte. La literatura no es un deporte.