Terrazas. Totalmente peatonalizado, desde las 18.30 de la tarde. Así lucía el puerto ayer, para despedir las fiestas patronales de Maó con buen ambiente y música - Gemma Andreu

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Las restricciones de tráfico aplicadas desde el pasado 1 de agosto en un tramo del puerto de Maó –entre las cuestas de Corea y de Reynés-, finalizaron ayer domingo en plena celebración del último día de las fiestas patronales y con una ocupación total del paseo junto al mar por establecimientos y peatones, ya que era la jornada en la que todos los actos programados se trasladan a los muelles. "Creo que será un buen final de fiestas", declaró el teniente de alcalde de Servicios Generales de Maó, Salvador Botella, mientras participaba en los festejos y confirmaba que, pese a que el ensayo de peatonalización parcial se quería prolongar en un primer momento hasta el día 15 de este mes, finalmente se acordó con Autoridad Portuaria de Balears (APB) que el último día de las celebraciones de la Mare de Déu de Gràcia significaría también la vuelta a la circulación abierta, día y noche, por todo el puerto.

Así, la iniciativa del Ayuntamiento de Maó, que ha generado una gran polémica entre los comerciantes y restauradores de la rada -con diferencia de opiniones también entre ellos sobre la conveniencia de suprimir progresivamente los coches de la zona-, acabó con la imagen que cada año regalan las fiestas de Gràcia: peatones paseando, disfrutando de las verbenas y las actuaciones musicales, y clientes de bares y terrazas sentados en lugares donde, habitualmente, se encuentran los coches aparcados.

Una peatonalización al cien por ciento que a algunos propietarios de restaurantes les agrada, ya que creen que es el futuro del puerto, una vez se ponga en marcha el ascensor que conectará con los aparcamientos en la ciudad, y que sin embargo despierta el rechazo de "una gran mayoría" de los empresarios, según la Asociación de Artesanos, Comerciantes y Restauradores del Puerto de Maó, que han criticado duramente la medida por afectarles negativamente, aseguran, en sus negocios.

El puerto ayer perteneció a la gente, a la fiesta, y no a los vehículos, ya que se cerró a partir de las 18,30 horas. La evaluación oficial y empresarial de los resultados del cierre parcial del tráfico durante un mes y nueve días aún está por llegar.

Impresiones
Gonzalo, del restaurante Pierro, se mostró abiertamente a favor del cierre parcial del tráfico en la zona portuaria. "Estoy completamente a favor, ha sido una buena idea". No obstante, el restaurador no ocultó que deben introducirse medidas para mejorar la movilidad en la zona, con el aparcamiento situado en el paseo marítimo, la puesta en funcionamiento del ascensor "y que todo esté bien señalizado", subrayó.

Una visión bien distinta es la ofrecida por Luca, del restaurante Il Porto, que asegura que la iniciativa municipal de peatonalizar de forma temporal la zona ha sido una "salvajada" y le ha representado una importante pérdida económica durante el mes de agosto. "Antes de la implantación del cierre empezábamos a trabajar a las seis y media de la tarde, pero en agosto pasado no fue hasta las nueve y media", situación que ilustra los problemas que han tenido sus clientes ingleses, con personas mayores y bebés, para acceder al restaurante. Aún así, Luca no ve mal un cierre con un eficaz "transporte público y la organización de actividades para animar el ambiente", asegura.

Juan, de Sa Lliga Marítim, asegura que "a nosotros no nos ha afectado el cierre, los clientes no han disminuido, sino al contrario. Considero que ha sido positivo", concluye. Nacho, de El Cachito, afirma que la medida ha sido "lo mejor que se ha hecho desde hace 20 años que estoy en el puerto". Es partidario de eliminar los coches de la calle y apuesta por el aparcamiento en el paseo marítimo y el ascensor. Idéntica postura defiende Michele, de Sense nom, que afirma que la iniciativa no ha perjudicado la afluencia de clientes y, además, la zona se ha convertido en "más agradable y tranquila", por la ausencia de tráfico. Eso sí, se ha mostrado crítica por el hecho de que nadie le haya pedido su opinión sobre el tema y, en cambio, la asociación comercial habla por ella.