Prueba de las Google Glass a cargo del periodista Dino Gelabert-Petrus, de la mano del desarrollador Andreu Ibáñez. | Dino Gelabert-Petrus

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Sorprendentemente las llevas pero como si no las llevaras. El cóctel de sensaciones que te embarga en el primer contacto con las Google Glass arranca con la curiosidad, el interés y el hecho de sentirte extraño. A priori parece imposible que te puedan poner una pantalla delante del ojo y no te moleste para las rutinas diarias. Pero, como decía, no lo hace. De la mano de Andreu Ibáñez, desarrollador de aplicaciones, probamos el esperado modelo de gafas. Impresionante.

Con una capacidad predictoria avalada por centenares de conferencias y situaciones similares previas me dice: "Ahora experimentarás lo que llamamos 'la primera sonrisa'". Efectivamente, sonrío. El contacto de las gafas con la piel me recuerda que solamente pesan 38 gramos y que el abanico de posibilidades llegará a ser impresionante.

Las Google Glass forman parte de la colección de artículos 'wearable', gadgets tecnológicos que llevaremos puestos y que ofrecen prestaciones similares a la de los teléfonos inteligentes que buscan pasar desapercibidos, explica Ibáñez. "Las gafas se pueden controlar por voz o por tacto", añade. "OK Glass", le susurro expectante a la pequeña máquina y su interactuación es inmediata. En una pantalla traslúcida que de entrada parece diminuta pero que una vez encendida es perfectamente accesible y fácil de entender, se despliega un menú de navegación que incluye las opciones de hacer una foto, un vídeo, enviar un mensaje, programar una tarea, buscar una ruta con el GPS que lleva integrado o, sencillamente, dónde se encuentra el restaurante más cercano. Lo mejor, que cuando centras la mirada pasa desapercibida. No molesta.

"Sigue el Camí Verd, hacia el centro de la ciudad", me recomienda por escrito el aparato, que ha sido capaz de ubicarse rápidamente y encontrar aquello que le buscaba. Acongoja. El mapa se orienta según hacia dónde mires y tienes las manos libres para, por ejemplo, ir en bicicleta.

"Pasamos a un uso todavía más atractivo, la cámara. Con comandos de voz –en inglés a la espera de que se comercialice y se hagan comandos con otros idiomas- hacemos un vídeo, tomamos algunas fotos. "La cámara es de 8 megapíxeles", precisa Andreu, que me tutoriza la interactividad con el gadget. La verdad es que resulta bastante intuitivo. Suelto al aire: "OK Glass. Take a picture". Y lo hace.

En el caso de los videos, las Glass intentan administrar la autonomía de la batería de la mejor forma por lo que de serie solamente graban videos de 10 segundos, aunque se puede ajustar para que graben hasta una hora, lo que duraría la batería con este único uso. En condiciones normales, las gafas tienen una autonomía de hasta cinco horas y una memoria de 16 gigas.

Sonido por vibraciones en los huesos

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Lo del sonido es un mundo a parte. Otro planeta u otra galaxia. O al menos a mi me lo parece. Las gafas llevan integrado un botón con un pequeño sistema auditivo que emite los sonidos o vibraciones directamente a los huesos del cráneo que los transmiten a los huesos del conducto auditivo. El resultado es que oyes aquello que emiten las gafas con una nitidez increíble. De nuevo te sientes extraño porque oyes algo sin tener nada en las orejas. Mientras pongo cara bobalicónica Andreu me calma y me dice "en realidad no es una tecnología tan modera, ya la usaban los militares". Sigo flipando.

En un saco cada vez más cargado de pros también caben los peros. A día de hoy las Google Glass se encuentran inmersos en aquello del pez que se muerde la cola. "Como todavía no se están comercializando no se genera una demanda en el consumidor en forma de aplicaciones y los desarrolladores no están centrando los esfuerzos en ellas, creo que Google en este sentido se han avanzado temporalmente y todo llegará", valora Ibáñez. "De momento aquellas personas que se las compran son a modo de inversión para desarrollar aplicaciones porque el precio, unos 1.300 euros, no es accesible", añade.

Aspectos a mejorar

"Todavía no nos hemos acostumbrado a la idea de llevar un objeto en la cara con un fin tecnológico, un aspecto que beneficia a los relojes, por ejemplo, con los que la gente está más acostumbrada", explica Ibáñez, colaborador de Google en algunos trabajos.

En esta lista también está el aspecto de que las gafas por si solas no pueden llamar, deben estar conectadas a un teléfono con una red 3G.

Otro punto a mejorar va ligado con el peso. Los 38 gramos que pesa obligan a minimizar los componentes y el 'precio' a pagar en este sentido es que la batería tiene poca autonomía. Mientras vamos hablando y las gafas pasan a un segundo plano, verdaderamente se te olvida que las llevas. Hay que matizar que este modelo no lleva cristales.

Andreu Ibáñez ofrecerá varias charlas y demostraciones a lo largo de este sábado y domingo en las que los visitantes podrán interactuar con las gafas.