Florit, con una amiga en el parque central de Berlín. | J. F.

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Después de 14 años afincado en Barcelona, necesitaba un cambio. Pero Julià Florit (Maó, 1982) era consciente de que el riesgo de instalarse en otro país debía ser controlado, ya que en la Ciudad Condal tenía un buen empleo y no se veía con coraje para irse a la aventura. Así que decidió esperar la oportunidad dentro del mismo organismo para el que llevaba trabajando ya siete años: el Institut Ramon Llull.

Ahora es el responsable de la única oficina de la que dispone la entidad en Alemania, situada en la ciudad de Berlín, donde este menorquín reside desde hace casi dos años.

¿Cómo consiguió su objetivo?
— La ocasión surgió cuando la plaza de la oficina de Berlín quedó libre y me presenté. Entré en el instituto en 2006 como becario, después me contrataron como administrativo, más adelante como técnico y cuando quedó libre la plaza de Berlín me presenté y la conseguí. Así que llegué por promoción interna, aunque no soy funcionario sino personal laboral, en el instituto hay muy poca gente que tenga plaza y desde 2009 no ha habido convocatorias.


El 'Ramon Llull' se dedica a la difusión de la cultura en catalán y el Govern balear ahora mismo no forma parte del mismo. ¿Qué opina de esta circunstancia?
— Balears ha estado dentro del instituto con los gobiernos de izquierdas, y se ha marchado dos veces; cuando se creó el Govern formaba parte del mismo, pero ahora está formado por la Generalitar de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona. Este último hace poco, unos dos años, que entró. En cuanto a mi opinión, bueno creo que es una pena no unir esfuerzos, hacer piña y llegar más lejos, porque hay toda una red de contactos que ya está hecha.

Su oficina es la única en Alemania. ¿Resulta difícil abarcar un mercado tan grande?
— Tengo que viajar bastante por todo el país, y más ahora que estoy solo, aunque a veces he tenido becarios conmigo. Es un trabajo muy variado, con horarios flexibles e irregulares. A pesar de trabajar para una institución bastante grande, tengo mucha independencia a la hora de organizarme y de decidir mi día a día, sin olvidar claro está el objetivo final.

Que es lograr presencia de actores, escritores, arquitectos u otros artistas en catalán por toda Alemania. ¿Cómo lo consigue?
— Pues una parte muy importante de mi trabajo es conocer gente, la gente adecuada a través de la cual se puede conseguir más visibilidad de la cultura catalana en el país. Por eso debo intentar estar en muchos sitios: asistir a inauguraciones, encuentros profesionales, jornadas, ferias o festivales, además de encontrarme con los artistas catalanes que viven en la ciudad, que cada vez son más, con representantes institucionales, dar contenido a webs y otros medios de difusión o negociar las condiciones a la hora de firmar acuerdos con equipamientos que organizan actividades con artistas catalanes, entre otras cosas.

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Ha mencionado que cada vez hay más artistas catalanes en Berlín. ¿A qué se debe?
— Con la crisis la internacionalización ha sido una salida para muchos artistas, que participan en festivales, hacen giras por Alemania o dan conciertos. Hay muchos artistas que han buscado firmar contratos en el extranjero.

¿La lengua no es un obstáculo?
— Hay expresiones artísticas en las que no lo es, por ejemplo en el teatro de calle no tiene casi peso, hay mucha mímica, y ocurre igual en la música y la danza, donde la lengua no es tan importante. En la literatura promovemos a los escritores catalanes, a los que escriben en catalán y también a los que lo hacen en castellano, como Marsé y Sánchez Piñol.

¿Hay interés en Alemania por lo catalán? ¿O existe confusión sobre la existencia de distintas lenguas en España?
— Esa confusión sucede pero cada vez menos, todo lo que sucede políticamente en Catalunya una parte positiva que tiene es la visibilidad. La gente aquí sabe que existe un ecosistema cultural diferente y es pacífico. Interés por la lengua hay, ha habido siempre, es uno de los países con más universidades que da clases de catalán, ahora mismo son 19, de las cuales apoyamos económicamente a 14. Es el único apoyo que damos, porque nos interesa que la enseñanza sea en un ámbito académico y también porque no tenemos suficientes recursos.

Existe además una asociación germano-catalana, ¿no es así?
— Sí, la DKV o Deutscher Katalanistenverbad, con la que también colaboramos. Hay alemanes catalanistas, que estudian la lengua por alguna razón concreta, lingüística, comparativa u otros motivos.

¿Y cómo se ven desde allí las noticias sobre la autodeterminación?
— Cuando yo llegué ese proceso político ya había comenzado en Catalunya, mucha gente pregunta... aunque esa no es mi labor, procuro un poco esquivarlo porque mi interés es promocionar a los artistas. Como tocamos muchas ramas, desde música, audiovisual o literatura a la arquitectura y el diseño, en cada ámbito existe una percepción diferente de la realidad catalana. Por ejemplo en teatro de calle -que en Alemania es una disciplina que mueve a mucha gente y de la que se realizan festivales-, es muy potente, las compañías catalanas ya son un referente de calidad, son reconocidas.

En el terreno personal, ¿pensaba al estudiar economía y empresa que acabaría en este mundo del arte y la cultura?
— Estudié Economía porque es una carrera lo suficientemente amplia y por inclinación familiar. Trabajé y vi que no era lo mío así que me incliné por hacerlo con un producto en el que creo, tiré hacia mi pasión, que son los libros, e hice el máster de Edición. De todos modos, en este empleo también hay mucho de gestión y de networking, mi carrera me sirve.

¿Cómo fue su aterrizaje hace dos años en Berlín?
— Tuve suerte. Al segundo mes encontré un piso en Prenzlauer Berg, un barrio al nordeste de la ciudad, cerca del antiguo muro que dividía la ciudad y en la zona excomunista. Para mi tiene encanto. Además Berlín es una ciudad grande pero no lo parece, urbanísticamente hablando es baja, el ritmo de vida es tranquilo, es muy verde y está muy bien comunicada. Es una ciudad donde hay de todo y en la que todo es posible, siempre hay cosas nuevas que te sorprenden. Aún así, y aparte de la familia, que ahora está más lejos, añoro mucho el mar. Si Berlín tuviera el mar cerca y mejor tiempo, claro, sería perfecto.