Imágenes como ésta, en Son Bou, se repiten a diario. Las barcas pueden fondear cerca de la costa en las playas no balizadas | Frans Lindsen

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El sentido común, el civismo y, posiblemente, la fortuna aparecen como las mejores armas disuasorias para evitar tragedias en el mar menorquín que tengan como protagonistas a embarcaciones y bañistas en una convivencia que no debería resultar tan complicada.

Al contrario, lo es porque no siempre se dan estas actitudes, no siempre los patrones actúan con la prudencia necesaria y porque la vigilancia disponible es insuficiente para cubrir la costa menorquina en los meses punta. Agosto, por ejemplo, convierte el litoral insular en una autovía de difícil control porque todas las embarcaciones, las de la Isla y las que llegan de fuera, coinciden en el mar al mismo tiempo.

La vigilancia marítima en la Isla está limitada a la potente embarcación con la que cuenta la Guardia Civil, con base en Maó, tripulada por cuatro agentes. La lancha recorre permanentemente la costa y cuenta además con el apoyo puntual del Servicio Marítimo Provincial arraigado en Palma de Mallorca, y otros efectivos en tierra.

Resulta imposible, por tanto, garantizar que todos los patrones de embarcaciones cumplen con la normativa de Capitanía Marítima a lo largo de las calas, playas y puertos ubicados en los 220 kilómetros del perímetro de su costa.

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