Revelación. El conseller destaca por su verbo fácil y su talante. Antes de la entrevista, visitó a una interna de Santa Rita | Josep Bagur Gomila

TW
34

Nació junto a la Reserva de Mariñas-Betanzos, en tierras gallegas, convivió con los indígenas del Amazonas y fue activista de Greenpeace antes que conseller. Es el aval de Javier Ares García (Betanzos, 1969) para gestionar la Reserva de Menorca, donde reside desde hace seis años.

Dice que percibe mayor consenso político que social. ¿Por qué?
— Es que aquí en Menorca no todo el mundo es consciente de lo que representa la Reserva. Y si no valoras lo que tienes no lo puedes defender. Por eso queremos rescatar el programa «Vive la Reserva», para enseñarle a la gente cosas que nunca ha visto, organizando salidas.

¿Hay que convencer más al menorquín que al turista?
— Esto no puede quedar solo en una etiqueta, sino que el aborígen, el autóctono, también debe ser consciente. Se suele relacionar a los indígenas con pueblos primitivos, pero lo son solo a nivel tecnológico, pues ni tienen deuda externa, ni suicidios, ni armas nucleares, ni basura... Ellos sí tienen la concepción de que hay que preservar en armonía. Pero aquí no valoramos lo que tenemos. La gente quiere viajar a Brasil o Australia, pero lo primero es conocer tu propia tierra. Tenemos 1.700 BICs, casi los mismos que Galicia con un territorio 40 veces inferior. Es algo extraordinario, pero vivimos aislados y, al no poder comparar, perdemos la perspectiva.

Si hay tanto consenso político, ¿por qué las grandes infraestructuras (como el dique o la carretera general) no concitan acuerdo? Unos partidos proyectan obras que luego otros corrigen. ¿No cree que, si el consenso fuera real, esto no pasaría?
— Evidentemente. Menorca tiene valor por ser diferente, por conservar su naturaleza y su patrimonio. Pero, si destruyes y consumes territorio, no te sirve de nada. Tampoco puede ser que, por oscilaciones políticas, yo sea ahora el presidente de la Reserva porque, sin consenso, eso va a dar tumbos en función de la ideología gobernante. Lo dijo Federico Mayor Zaragoza: «No puede haber un juez de izquierdas». Un juez es un juez. Y un político debe ser un político.

¿Cómo se consigue esto?
— Poniendo la Reserva de la Biosfera al servicio de gestores y técnicos y, solo en base a sus datos e interpretaciones, que los políticos decidan.

Durante los 22 años de Reserva hemos oído hablar de crecimiento sostenible, pero usted habla de sostenibilidad. ¿Cuál es la diferencia?
— Aprendí de los indígenas que nada de lo que hay te pertenece. Hay una manera de hacer política que consiste en sacar rendimiento inmediato de los árboles que plantas, pero eso trae sus consecuencias. Y otra, que es sembrarlos para tus hijos y nietos. La palabra es decrecimiento, pues la ecología es previa a la economía. Yo visualizo una Menorca en la que, justo al llegar al Aeropuerto, te reciba la frase 'Deja para mañana lo que puedas hacer hoy'. Los turistas deben venir a despreocuparse, a relajarse, a disfrutar del aire limpio... Es la experiencia que debemos darles para que eso que viven aquí sea casi único en el mundo. Cada vez que viene un amigo de Sao Paulo o Buenos Aires alucina al ver como en una sola mañana hago lo que él, sudando la gota gorda, hace en cuatro días.

¿Qué infraestructuras se ajustan entonces a la Reserva?
— Aquellas escaladas al nivel de Menorca. Pero no un Aeropuerto sobredimensionado como el actual, concebido en base a un criterio economicista de crecimiento que no se cumplió. Tampoco caben autovías y rotondas a escala de la península.

¿Dónde está el límite?
— Hace 15 años, los caseríos del País Vasco estaban casi como los llocs de aquí pero, una vez se cambió el chip, ahora apenas se ve ninguno abandonado. Está claro que la administración se debe implicar. Nos estamos gastando mucho dinero público en recuperar lo que hace 30 o 40 años teníamos sin problema. Como el aljibe que, gracias a los fondos del programa Leader, inauguramos el otro día con el GOB. Con pequeñas soluciones podemos solucionar un problema tan grave como el del agua.

¿Y la desaladora?
— Si estuviera en Eivissa, sería pro desaladora, porque allí con la sequía ya no hay solución, pero aquí aún estamos a tiempo en muchas cosas. Podemos arreglarlo con desaladoras, tuberías y tornillos o con pequeñas actuaciones, gestionando el acuífero como un bien común. El Govern actúa en Eivissa porque lleva dos años en sequía técnica. ¿Y los que lo hacemos bien? Somos Reserva y debemos ser ejemplares.

¿Qué más herramientas tenemos para ser sostenibles? ¿El PTI?
— Para la sostenibilidad del territorio, el PTI sí es el modelo. Pero también necesitamos un plan de acción, de gestión de los recursos, vinculado al plan estratégico del que ahora tanto se habla. De ahí la necesidad también de conocer la experiencia de otras reservas. Y esta sinergia, desaprovechada todos estos años, es la que queremos reactivar. Además de ser capital mundial de la red de reservas, debemos demostrarlo.

¿Y el centro de interpretación de S'Enclusa? ¿Es necesario invertir siete millones en este proyecto?
— Sería ideal si viniera acompañado de personal. Ahora mismo la Agencia de la Reserva es solo el conseller, la directora insular, una administrativa y un técnico. Así, como puede ver, no hay quién levante la reserva. Por eso, he contactado con el Govern, con Parques Nacionales y con los ayuntamientos para involucrarles. Lo dijo el consellerVidal: «Menorca es la Reserva de Balears». Pues ya sabe lo que toca. El Govern da 300.000 euros anuales a Eivissa por una parte del casco antiguo que es Patrimonio de la Unesco. Pero aquí aún no hemos recibido nada. Para eso estoy yo, para hacer política por y para Menorca.

Llama la atención que, ante la amenaza de las prospecciones, el consenso no baste y, en Madrid, todavía los proyectos sigan activos.
— Porque en Madrid los problemas de Menorca caen muy lejos y parecen muy pequeños. También para el Govern somos un problema menor. Por eso me alegro de que la Alianza Mar Blava haya logrado unir a la administración, el sector privado y las plataformas sociales.

El Gobierno central pretende ahora penalizar el autoconsumo energético, cuando aquí se incentiva que se instalen placas solares y se apueste por las renovables...
— Buscamos agua en Marte pero hay millones de personas en la Tierra que pasan sed. Algo falla. Las ciudades son focos de contaminación y el hombre se vuelve violento cuando pierde contacto con la naturaleza. Vivir en el cemento te vuelve agresivo. Por eso, hay que dar valor a lo que supone estar en Menorca, en contacto permanente con las leyes naturales. Hoy (por ayer) he escrito a la Fiscalía de Medio Ambiente, al Ministerio y a las empresas que hacen las prospecciones. No es solo ir en contra del petróleo, sino también a favor de las renovables, que es la solución.

¿Y qué solución tiene el campo para que sea rentable sin necesidad de seguir viviendo de subvenciones?
— Las subvenciones solo deben ser para quien lo hace bien, no mal. Pero eso deben decidirlo los técnicos en el seno de una democracia participativa. Si los políticos procediéramos más del tejido asociativo, en que estás acostumbrado a poner en la hucha común, todo iría mejor. Si alguien merece estar bien pagado es quien te da de comer, el payés y el pescador, pero los tenemos a ambos casi como esclavos a los que se paga lo justo para mantener su actividad y no abandonarla. El mundo debe pensar con el corazón y sentir con la cabeza, y donde más cabe darle la vuelta al calcetín es en política. Para sacarte el carnet de conducir al menos pasas un test psicotécnico, pero no para ser político, y eso me parece un escándalo.

¿Ya estamos a salvo de otra crisis del vertedero, una vez reabierta la actividad en la planta de Milà?
— No. Dependemos de la celda E, a la que queda un tiempo finito de entre ocho y diez meses. Así que, si no se desencalla el contencioso-administrativo contra la adjudicación de la nueva gestión de la planta, se podría agravar el problema. Por eso, vamos a liberar la plataforma provisional para disponer de dos meses más. También debemos mejorar el reciclado en origen de los residuos, implicando a los hoteles y a la administración.

Como ve, no parte de cero.
— No hago la política que quisiera, porque debo lidiar a diario con una herencia que va mucho más allá de los cuatro últimos años. La política es una carrera de relevos y si se te cae el testigo, la pierdes. Estoy corriendo estos 102 días a ritmo de 50 metros y sé que tengo por delante una maratón. Pero habrá un momento en que tendré que decir 'hasta aquí llego', porque así es insostenible.