Como en casa. Tsukiko Ozaki, en la Plaça Bastió de Maó | Javier Coll

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Tsukiko nunca se había imaginado que un día abandonaría su isla natal para acabar viviendo en otra más pequeña en el Mediterráneo. Caprichos del destino, y del amor, ya que fue culpa de un menorquín que cambiara de rumbo. Aquí nos explica cómo está siendo la experiencia en la Isla, donde dice estar encantada de la vida.

¿Qué le trajo a vivir a Menorca desde el lejano oriente?
— Conocí a mi marido en Inglaterra, donde había ido para estudiar inglés. El es Dan Coll Marquès, el padre de mis dos hijos, Mitsuki, de cuatro años y Daiki, de uno...

¿Cuándo partió de Japón?
— Fue en el año 2006, pero con la intención de pasar solamente fuera de casa unos seis meses. Pasado ese tiempo regresé a mi país y mantuvimos una relación a distancia; teníamos contacto a través de Skype y correos electrónicos. Así estuvimos durante casi dos años aunque, entre tanto, vine un verano de visita a Menorca durante una semana.

¿Qué impresión le produjo la Isla?
— Me gustó mucho; me pareció un sitio muy bonito, especialmente todo lo relacionado con la naturaleza. Es algo muy diferente a lo que estaba acostumbrada a ver en Japón. Otra de las cosas que me interesan mucho de aquí es todo lo relacionado con la gastronomía. Me encantan la sobrasada y el queso.

¿Se había imaginado alguna vez que iba a acabar viviendo en un sitio como éste?
— En realidad no. De Occidente solo conozco lo que visité durante mi etapa en Inglaterra y ahora un poco de España: Sevilla, Granada, Girona, Segovia, Madrid... Me gustan esos lugares, pero prefiero Menorca (ríe). Me gustan la tranquilidad y la libertad que se respiran aquí.

¿Cómo fue el proceso de adaptación?
— Al principio me matriculé en la Escuela de Adultos, en una clase de castellano para extranjeros. Partía del nivel cero, apenas sabía decir «hola» y «gracias»... No fue fácil. Pero tenía el apoyo de mi marido, aunque en casa normalmente nos comunicamos en inglés. Por ahora es lo más fácil, aunque también lo intentamos en castellano a veces. Con mis hijos sí que hablo en japonés... y mi marido se dirige a ellos en menorquín.

Vaya mezcla de idiomas...
— Pues sí. Cuando hablan menorquín todavía me cuesta entenderlo. Por el momento me desenvuelvo mejor con el castellano. En lo que tiene que ver con los idiomas, en alguna ocasión también he aprovechado para impartir algunas clases de japonés o participar en sesiones de intercambio de idiomas.

¿Qué es lo que más le gusta de vivir aquí?
— La Isla es un sitio muy acogedor. Un lugar seguro. También me parece un sitio perfecto para que puedan crecer mis hijos.

¿Por qué cree que España es un lugar de moda en Japón?
— No sé exactamente, pero la realidad es que cada vez más gente de mi país elige ciudades como Madrid o Barcelona o regiones de Andalucía como destino vacacional. Creo que además de la cultura, nos sentimos muy interesados por todo lo relacionado con la gastronomía.

Usted tiene una especial debilidad por la cocina mediterránea...
— Creo que es muy interesante y diferente. En Japón, mi familia regenta una carnicería, y por eso siempre me ha interesado todo lo relacionado con la comida y aprender sobre gastronomía. La cocina es una de mis grandes aficiones.

¿Cuál es su plato menorquín favorito?
— Pues el brou me gusta mucho...

La gastronomía japonesa también vive un buen momento en Occidente. ¿Está también en su menú diario?
— Sí, a veces sí que cocino algunos platos para la familia. A mi marido le gusta mucho esa comida, aunque no me atrevo a preparar cosas como el sushi, que es bastante difícil. Sí que utilizo en la cocina algunas salsas típicas, como por ejemplo la de soja y caldo de pescado.

¿Ha tenido su familia la oportunidad de visitar Menorca?
— Sí, y he decir que les gustó mucho. Especialmente las calas, son preciosas. En Japón tenemos las playas de Okinawa, que también son muy bonitas, pero nos quedan un poco lejos.

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¿Supuso un gran choque cultural su cambio de residencia?
— Es una experiencia de vida muy diferente... Siempre he tenido la imagen de los españoles como un pueblo muy cercano. Pero quizás yo sea un poquito más tímida, y eso era un pequeño problema para la adaptación, pero con el tiempo me he ido acostumbrando. He intentado trabajar en la Escuela de Adultos como profesora de japonés, pero no hay suficientes alumnos interesados por el momento.

Usted también tiene experiencia en el mundo de la sanidad...
— Sí, trabajé en las oficinas del hospital Yukioka de Osaka, aunque mi función estaba más bien relacionada con el sector de los recursos humanos, justo después de acabar la universidad. La verdad es que he trabajado en muchas cosas diferentes. También eché un cable en la carnicería de la familia.

Los japoneses tiene fama mundial de ser grandes trabajadores. ¿Es un estereotipo? ¿Cuántas horas trabajan al día?
— Demasiadas. Más que aquí. Y además, tenemos menos vacaciones...

¿Cuál es el mayor obstáculo que se ha encontrado hasta la fecha?
— Lo más complicado es el tema del idioma, y el problema que supone a la hora de incorporarse al mercado laboral, pero he mejorado.

Tanto que está muy integrada en la sociedad menorquina. Prueba de ello es que forma parte de la Banda de Música de Es Mercadal...
— Sí, me gusta mucho la música. En Japón ya formaba parte de una orquesta, y cuando vine aquí un familiar de mi marido estaba en la banda, y así fue como me introduje para tocar la trompeta.

Una buena forma de participar en las fiestas patronales...
— Sí, eso es algo que me gusta mucho de estar en la banda. Es una de las cosas que te hacen ver lo diferente que son las culturas española y japonesa.

De hecho, ayuda a promocionar Menorca en su país a través de diferentes canales...
— Sí, en 2012 redacté una presentación de Menorca para la página web de la NHK, la radiotelevisión pública de Japón... También he colaborado en la cobertura informativa para la revista japonesa de viajes «Transit».

¿Cómo vendería Menorca a sus compatriotas?
— Creo que destacaría todos los elementos naturales que posee...

¿Y Japón a los españoles?
— Pues diciéndoles simplemente que van a vivir una experiencia muy diferente. Y que es más barato de lo que la gente piensa. Unos amigos de aquí fueron de visita el año pasado y lo disfrutaron muchísimo.

¿Qué es lo que más echa de menos de su país?
— Por supuesto, la familia y los amigos. Solemos ir de visita cada dos o tres años. Mis padres también vinieron para conocer a sus nietos.

¿Cuál es su sitio favorito de la Isla?
— La zona de Cavalleria es sin duda uno de los paisajes que más me gusta. Aunque las playas del litoral sur también son bonitas, pero me quedo con las del norte.

¿Qué es lo peor de vivir aquí?
— Quizás el tema del transporte... Las dificultades para salir fuera... Y demasiada cal en el agua (ríe).

¿Qué supone Menorca en su vida?
— Ahora es mi casa. Cuando regreso de visitar Japón suelo decir lo de «hogar, dulce hogar»... (ríe). Mi base está aquí ahora, y creo que mi futuro también.