Los participantes, cada uno con peonzas de llamativos colores, se lo pasaron en grande haciendo malabarismos y demostraciones | Javier Coll

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Parecía imposible que algo o alguien pudiera desenganchar a los niños de la pantalla, ya sea de sus ordenadores, de las tabletas, de las videoconsolas o de la televisión. Pues bien, la peonza, uno de los juegos que practicaban padres y abuelos, ha conseguido esta difícil hazaña. Hoy día es casi imposible no encontrar una peonza bailando, o volando en el aire, en los patios de los colegios, en los parques, en las calles... Este juego tradicional vive su momento de esplendor y las peonzas se han convertido en una práctica de moda entre los más jóvenes. Lo único que ha cambiado con las peonzas del pasado son los modelos, más brillantes, de nuevos materiales, aunque el juego sigue siendo el mismo, hoy día con el estímulo de conseguir hacer los malabarismos más originales y espectaculares para demostrar el dominio y habilidad.

Sant Lluís se convirtió este sábado en el epicentro de los aficionados al mundo de la peonza, aunque las actividades organizadas por Es Molí de Baix se suspendieron por la incidencia del viento. No obstante, fue el coleccionista de peonzas Óscar Llopis quien dinamizó espontáneamente el encuentro de los jóvenes ases, y al que también se sumaron algunos adultos para recordar juegos de infancia. Previamente, durante la semana, el Oar ha acogido la exposición de unos 1.500 tipos diferentes de peonza que Óscar Llopis colecciona.

Fue a finales de año que el campeón del mundo de peonza acrobática, Gerardo Montero, visitó la Isla para realizar exhibiciones. A raíz de la visita, el mexicano ayudó a despertar el interés de los más pequeños por este juego tradicional, algo que puede comprobarse cada día en los parques y colegios, donde son muchos los niños y niñas que intentan emular las técnicas acrobáticas con la peonza del experto mexicano.