Guillermina Moll Dalmedo tomó ayer posesión del cargo de concejala, que pasa a ocupar por la renuncia hace aproximadamente un mes de su compañero socialista Vicenç Tur. | Javier Coll

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En un pleno del Ayuntamiento de Maó lleno de contrastes, con bastantes puntos solventados con acuerdos unánimes pero nuevos enfrentamientos verbales entre PP y equipo de gobierno por las formas en el debate (ya se sabe: el tono de Salvador Botella, que usted ofende y pida disculpas, que las pida usted alcaldesa por acusarlo, las piden, las aceptan, se lo agradezco, yo también...), destacó la postura conjunta de todos los concejales sobre la inconveniencia de que el puerto de Maó continúe contando con una central térmica para producir electricidad.

El PP reclamaba el traslado de la infraestructura, así como de la descarga de combustible, pero desde el equipo de gobierno, en concreto Rafael Muñoz, aseguraron que mover la central no es viable ni depende en ningún tipo de grado del Consistorio, por lo que apostaron por darle un impulso definitivo a las energías renovables, circunstancia que acabaría con la central por hacerla innecesaria y de paso con la dependencia de los combustible fósiles. Andrés Spitzer, de Ciudadanos de Menorca, secundó el mensaje, «mover el problema no es acabar con él».

Desde las filas del PP, Salvador Botella, recordó que el problema es tan antiguo como complejo, aceptó las reflexiones y reducir su moción a la mitad los puntos de su moción, con lo que el pleno aprobó crear un grupo de trabajo que lidere un cambio radical en infraestructuras energéticas en el puerto, así como velar por su correcto funcionamiento desde el punto de vista medioambiental y por la articulación de compensaciones a la ciudad por las molestias.