Tower bridge. Una estampa tan típica como bella de Londres. Emma con el puente de la torre al fondo

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Ha aprendido a valorar el esfuerzo de los que la precedieron en la enseñanza, no hace tanto que Emma Gil estaba al otro lado, sentada en un pupitre y escuchando al profesor. Es joven, y ya ha logrado su primera experiencia laboral en un instituto de la populosa y multirracial Londres, Sydenham School. Allí enseña español y latín en un centro solo para chicas y pasa muchas horas, no solo en clase sino también en casa, entre exámenes y libretas de ejercicios. Un sistema educativo diferente, al que la menorquina se adapta y contribuye con sus conocimientos.

¿Conocía antes Inglaterra?
— Había estado solo de viaje de turismo, en Londres, York, Liverpool...

¿Y cómo se le ocurrió instalarse allí?
— Estaba estudiando la carrera en la Universitat Autònoma de Barcelona, los Estudios de Catalán y Español, y descubrí la rama del español para extranjeros, me pareció la mejor opción, al menos mejor que preparar oposiciones, buscar una plaza en España...etc, esto me daba la oportunidad de vivir en el extranjero, que era lo que quería. Así que hice un máster de Enseñanza de Español para Extranjeros en la Universitat de Barcelona (UB), que tenía un convenio con una universidad en Londres.

¿Realizó un intercambio?
— No. Unas profesoras inglesas nos visitaron en la UB y nos explicaron que podíamos hacer prácticas en centros ingleses y nos las convalidaban para el máster. Era la oportunidad de formarme, trabajar y conseguir experiencia, además te daban una beca para vivir mientras realizabas el PGCE, un postgrado de formación de profesorado para la Educación Secundaria, aunque el proceso para lograrla fue largo y duro.

¿En qué consistió?
— Tuve que pasar un examen de inglés y otro de matemáticas -allí lo exigen al profesorado-, además de otro de español y una segunda lengua extranjera para enseñar, el francés; allí me facilitaron hacer un curso de ese idioma. Y al final logré la beca para la estancia, la vivienda, comida y transporte.

Y ahora ya forma parte de la comunidad educativa en Londres ¿cómo es?
— El sistema educativo es totalmente diferente al español. Las reglas de comportamiento para los alumnos son mucho más estrictas. A los profesores se les exige mucho, planificamos todas las clases sin libros de texto, tenemos que corregir las libretas de ejercicios de las alumnas constantemente y darles feed back, comentarles cómo lo han hecho y en qué pueden mejorar.
¿De qué edades son sus alumnos?
— Son solo alumnas, es un colegio público solo de chicas, y yo enseño español y latín a cursos desde primero de ESO a Bachiller, bueno, lo que sería el equivalente aquí. Llevan uniforme, por lo que veo en Inglaterra en todos los colegios se usa, sean públicos o no. Es un centro que tiene 1.500 estudiantes, es grande y hay gente de todas las nacionalidades. Esa es una gran diferencia respecto a la educación española.

¿En qué sentido?
— En cuanto a la integración de distintos alumnos, no solo de otras razas o nacionalidades, también de alumnos con distintas capacidades, por ejemplo por dislexia o trastornos del autismo, la verdad, impresiona ver todas las ayudas que reciben y cómo los integran.

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Comenta que hay alumnos de distintos países ¿cómo son las relaciones?
— Buenas, es un colegio muy multicultural, tiene muchísima inmigración de todo el mundo, no solo de alumnas sino también del profesorado. Por ejemplo, en el departamento de lenguas estoy yo, una profesora colombiana, dos alemanas, dos británicas y una profesora de francés que es caribeña. En todos los departamentos ocurre igual, están muy mezclados.

¿Eso seguirá siendo así si se consuma el brexit? ¿Cree que seguirán existiendo oportunidades como la suya?
— Yo creo que sí, que aunque finalmente haya una salida de la Unión Europea seguirá habiendo oportunidades, porque aquí necesitan muchos profesores, no tienen suficiente personal cualificado y la demanda es alta. En cuanto a la inmigración, yo en Londres no he percibido rechazo, puede que haya más en otras zonas de Reino Unido y se dirige sobre todo a los que llegan de Europa del Este. A mi en ningún momento me ha hecho nadie un feo, no me he sentido rechazada.

¿Por qué la docencia no atrae como salida laboral?
— Por mi experiencia aquí puedo decir que es un trabajo que requiere mucho tiempo y mucho esfuerzo, se exige bastante al profesor, por ejemplo, director o subdirector vienen a observarte cómo das clase, para decirte en qué puedes mejorar o si estás adaptando bien tus clases a alumnos que tengan necesidades especiales -aunque también contamos con departamentos especializados-, se pone presión sobre el profesor. Entonces, creo que es una pena decirlo, pero los profesores en Inglaterra parece que están abandonando la profesión.

No les compensa tanta implicación.
— Exacto. Yo entro a las 8 de la mañana, algunos días antes, y salgo a las cinco y media o seis de la tarde, aunque las clases acaban a las tres y media. Comemos allí, tenemos 50 minutos. Y a las clases siempre hay que añadir reuniones o sesiones de formación, además de todo el trabajo que te llevas a casa, ya que hay que corregir y entrar todos los resultados de los alumnos en un sistema.

Y el hecho de que, siendo público, sea solo femenino ¿no es un sistema anticuado?
— A mí personalmente no me gusta que se separen chicas y chicos, no creo que se les prepara para la vida real. Tendrán que relacionarse con hombres y trabajar con ellos, segregarlos es una desventaja. En cuanto a la enseñanza en sí, no sé si es mejor o peor hacerlo así pero es cierto que a mi, como mujer joven, me ha sido más fácil acercarme a mis alumnas, me ven cercana porque no hace tanto que yo era estudiante.

¿Piensa establecerse y desarrollar su profesión en Londres?
— Quiero estar aquí dos o tres años, adquirir experiencia y cambiar de país. Vine a Inglaterra como algo temporal. Me gustaría probar y dar clases en otros sitios y como opciones tengo Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia. Son los países en los que tiene validez para dar clases el título que he sacado, el PGCE (Postgraduate Certificate in Education)

¿Qué es lo que más aprecia de su ciudad de acogida?
— Londres tiene cosas muy buenas, una intensa actividad cultural y social, siempre hay ambiente, vive gente de todo el mundo en una sola ciudad. Pero a la vez es difícil llegarla a conocer trabajando tantas horas. Una cuestión aparte es la vivienda, es muy caro vivir aquí. Yo comparto casa con un chico y una chica, ingleses, que son hermanos, y he tenido la suerte de encontrarla cerca del colegio. Eso en Londres, ir andando al trabajo, es un privilegio, me ahorro muchísimo tiempo y dinero en transporte. Y por supuesto, además de a la familia y los amigos, añoro la comida, aunque intento cocinármelo todo yo siempre que puedo.

Habrá también momentos de ocio ¿ha podido relacionarse?
— Desde luego. Los españoles que vinimos para estudiar el mismo curso nos reunimos ahora para salir y también hemos hecho viajes juntos a Roma, Ámsterdam y Thailandia. Son de distintas ciudades: Granada, Córdoba y Valencia. También con mis compañeras de trabajo quedo, los viernes en cuanto acabamos hacemos lo típico aquí, ir al pub.