La cooperante menorquina con algunas de las niñas que acuden al centro de la ONG.

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Este verano, durante 15 días, Marta Seguí vivió una experiencia que había deseado durante mucho tiempo pero que nunca, por diversas circunstancias, había podido realizar: un trabajo de voluntariado. Lo logró de la mano de la organización no gubernamental Edukaolack, con sede en Murcia y fundada por Aziz Diouf, natural del pueblo Sibassor, en Senegal, donde se desarrolla el proyecto de cooperación al que se sumó la nutricionista.
Marta fue meticulosa a la hora de buscar una entidad con la que colaborar, quería que fuera «voluntariado al cien por cien», sin estructuras que pudieran asemejarse a una empresa, y esta ONG, con la que contactó «por una cadena de amistades» le motivó «porque era una asociación de gente que quería hacer lo mismo que yo».

La especialista menorquina elaboró su proyecto, que fue aprobado por la entidad y que perseguía incidir en la alimentación de este pueblo senegalés, en la región de Kaolack, donde el elevado consumo de azúcar está causando serios problemas de salud (diabetes, deterioro en los dientes, hipertensión, glaucoma) en sus habitantes.

La realidad le hizo adaptar sus objetivos iniciales. «Hice pruebas de glucosa e intenté corregir los hábitos alimenticios, que comieran más verdura y menos azúcar, pero la verdad es que tuve que ayudar en muchas otras cosas en el minihospital que Edukaolack tiene montado allí». Con sus conocimientos de salud realizaba un primer cribaje de las personas que acudían con problemas de salud, «les miraba el azúcar, la tensión, la temperatura» y desviaba cada caso a la doctora o la enfermera que también eran voluntarias españolas.

«Allí no podías ir simplemente a ayudar o ver qué pasaba, cada uno tenía su proyecto, el mío era de nutrición, mi intención primera era intentar bajar ese consumo de azúcar», explica. Pronto se dio cuenta de que había más problemas además de la alimentación. «Me llamó la atención el problema de la basura, que se tira a la calle y viven rodeados de ella, porque no hay contenedores ni recogida, ni vertedero, eso conlleva muchas enfermedades, todos tienen parásitos y muchos contraen malaria, porque en los charcos donde hay basura proliferan los mosquitos». Además de las pruebas realizadas a personas diabéticas y los consejos para que introduzcan más verdura en su dieta, la menorquina ayudó en tareas de enfermería y en la concienciación sobre hábitos de higiene, por ejemplo, el lavado de manos en los niños. También hicieron cursos para recoger y eliminar residuos urbanos.

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Marta Seguí viajó a Senegal no solo cargada con su ilusión y sus ganas de ayudar sino que también se llevó tres cajas llenas de material médico y de enfermería, de gafas de sol y también graduadas, y de calzado y otro material, todo ello donado por empresas y particulares de Menorca a las que agradece su apoyo.

En el centro sanitario se formaban colas, incluso la noche anterior, para recibir atención de los voluntarios, que han dejado medicamentos para que el enfermero de la localidad los suministre en su ausencia. Con donativos españoles la ONG ofrece asimismo diez meses al año un servicio de guardería y talleres para los jóvenes. «Nosotros vamos 15 días o un mes pero el resto del año en el centro hay voluntarios senegaleses», explica la cooperante.

Algo que le sorprendió es la elevada confianza de los nativos de Sibassor en los voluntarios y médicos occidentales. «Hay una cultura generalizada de que lo que viene de Estados Unidos y Europa es mejor», asegura, «a veces creen que las medicinas que venden en la farmacia del pueblo no les hacen el mismo efecto, y son las mismas que las de Europa». Esta idealización de lo que les llega del exterior, y que pueden ver en sus teléfonos móviles o a través de lo que comentan sus compatriotas emigrados, hace que prime en la gente joven el objetivo de abandonar el país. Y sin embargo «es un país con suficiente potencial para poder vivir bien, es bonito, no hay problema de falta de comida y agua, tampoco viven una situación de conflicto, pero si la gente joven no se quiere quedar..., todos se quieren ir a Estados Unidos o a Europa, nadie les cuenta que será duro o que aquí las cosas no van a ser fáciles, y si lo haces, no te creen».

A Marta le han quedado ganas de repetir en el voluntariado. «Es una experiencia muy gratificante y recomendable, a nivel personal te cambia bastante la manera de ver las cosas, por supuesto, te das más cuenta de lo que tienes y también de que según donde hayas nacido te condiciona toda tu vida, una cuestión simplemente de casualidad», reflexiona.