Naturaleza. Es sin duda uno de los atractivos del país, que anima a Javier a realizar excursiones | J.R.M.

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Quería estudiar con el Programa Erasmus lo más lejos posible, en un país poco demandado, diferente, y actualmente vive su experiencia nórdica. «Ahora ya duermo con antifaz», asegura desde su piso de Reykjavik este joven ingeniero de Maó, a la espera de que en el solsticio de verano la isla entre en su día perpetuo, ya que en determinadas zonas del país el sol es visible las 24 horas, también a la medianoche. Javier ha sido el primero de su promoción de 'telecos' que viaja a Islandia para cursar la beca europea, y está muy satisfecho con su decisión.

Llegó el pasado 2 de enero desde Barcelona, donde ha realizado sus estudios superiores. En ese momento amanecía a las 11 de la mañana y el ocaso era a las 15.30, a primera hora de la tarde, cuando en España muchos días aún estamos en la sobremesa. «Fue duro acostumbrarse», comenta, «porque entraba en clase de noche y cuando salía, a las seis de la tarde, ya era de noche también, totalmente oscuro, y lo único que te apetecía era irte a dormir».

En el país de los glaciares y las playas de arena negra el día a día viene marcado sin duda por la luz, por su ausencia o presencia, y también por el frío, aunque en las casas, bien aisladas, la comodidad es máxima. Javier se confiesa friolero pero en Reykjavik «todo está muy preparado, en casa hay calefacción por suelo radiante», y da fe de ello realizando esta entrevista vía Skype en manga corta, mientras que en el exterior, moviendo la cámara, muestra el paisaje blanco, la ciudad completamente nevada.

Javier dejó su curso Erasmus para el final de la carrera «porque me ha costado un montón sacarla y esto es también para mi un premio». De todos modos, no quería 'partir' sus estudios, «era un parón inviable, ahora tengo todo más atado y me he ido con menos preocupación». Aunque al mismo tiempo tiene en marcha su trabajo de fin de carrera, que presentará en julio y que versa sobre la inseguridad en Internet of things (el internet de las cosas, la interconexión digital de objetos físicos y cotidianos, desde una tablet a un frigorífico).

«Todo está conectado, desde nuestros relojes, a ascensores o a coches cada vez más inteligentes, y esto representa unas vulnerabilidades a nivel de seguridad que hay que solventar, relacionadas por ejemplo con la privacidad», explica el ingeniero, convencido también, tras el escándalo de la filtración masiva de datos de usuarios de Facebook a una consultora relacionada con la campaña electoral en Estados Unidos, de que «los datos van a ser el petróleo del futuro, las empresas están haciendo mucho dinero solamente con la información que cogen de nosotros».

Pertenencia europea

Si algo persigue el Programa Erasmus es romper fronteras y que los jóvenes de los países de la Unión Europea se conozcan. Para Javier Ramón la experiencia «es increíble, tienes el sentimiento de pertenecer a la UE y es como si las otras personas que participan fueran también de tu país, la verdad es que todo el mundo te trata muy buen y yo lo recomendaría a todo estudiante», relata. El idioma inglés es imprescindible para acudir a la universidad islandesa, y también los planes de estudio tienen que 'cuadrar' y debe existir convenio entre las universidades, la de origen y la de destino.

«Islandia fue mi primera opción, era lo que yo buscaba, tenía ganas de salir de Barcelona y de ir a una ciudad intermedia, aunque estuve tentado por Berlín, quería algo pequeño. Aquí en Reykjavik viven unas 100.000 personas y en toda la isla alrededor de 300.000, así que, sin ser Menorca el ritmo es distinto al de la gran ciudad».

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Comparte su piso con una chica norteamericana de madre islandesa, «no es local, pero tiene raíces aquí». El tópico de que los islandeses son cerrados responde a la realidad. «Es verdad al principio, aunque luego son muy hospitalarios, buena gente». Mediante un grupo en Facebook de la propia universidad de Reykjavik  pudo encontrar vivienda a 20 minutos del centro de la ciudad.

Sus clases son cien por cien en inglés, y el islandés se le antoja de momento un idioma complicado, «de nombres impronunciables», bromea. Tampoco el tiempo de un 'Erasmus' es suficiente, asegura, para dominarlo. «Para una estancia de seis meses, la motivación es difícil, además aquí la gente es bilingüe islandés-inglés». En cuanto al sistema universitario, Javier asegura que con el Plan Bolonia y la unificación de criterios en los centros educativos europeos, solo tuvo que elegir las asignaturas que deseaba cursar, en su caso, Inteligencia Artificial, Aplicaciones Web y Nueva Tecnología.

¿Qué cambios nota en las clases? Pues según su experiencia es curioso que los profesores graban sus clases y -aunque normalmente se exige una asistencia mínima-, puedes acceder al contenido teórico desde el ordenador, opción bastante útil cuando, por ejemplo, las malas condiciones meteorológicas aconsejan quedarse en casa. «Puedes tener las teorías grabadas y verlas en cualquier momento, va muy bien para preparar los exámenes».

Al acabar las clases, otra curiosidad es que «la vida social se desarrolla en las piscinas, los islandeses tienen una cultura del spa o del baño increíble, hay piscinas termales al aire libre donde el agua está caliente, puede llegar a 38 o 40 grados, mientras que la temperatura ambiente es de siete grados bajo cero, en toda la ciudad habrá unas 15 piscinas diferentes. Así que ir a nadar en Islandia es como para nosotros ir al bar».

Un choque térmico y cultural que este menorquín también ha experimentado en otros aspectos, como es la situación de la mujer en Islandia.

Poder femenino

Islandia –que estuvo a punto de morir por la crisis financiera y que en 2017 eliminó los controles de capital introducidos en 2008–, es también conocido por ser líder entre los países nórdicos en oportunidades para las mujeres y en igualdad de género. Eso es algo que a este joven ingeniero no le ha pasado desapercibido.

«Las mujeres son decididas, muy protagonistas, no me gustaría decir que en España no lo son, pero aquí he notado que no tienen ningún complejo ante nada», asegura, «las mujeres en la sociedad islandesa son muy independientes». En ello tienen mucho que ver las políticas de apoyo en distintos campos. Por ejemplo, señala el menorquín, el Gobierno da muchas ayudas a madres solteras que quieran tener hijos «y a familias también obviamente, supongo que hay problemas de natalidad, pero al margen de eso, me da la sensación de que todo funciona como un reloj, las guarderías todas son públicas y ningún niño se queda 'tirado' así que es muy fácil conciliar la vida laboral con el hecho de tener hijos», explica, «existen bajas laborales por tener hijos bastante largas, que pueden compartir los padres, y la educación es gratuita». El país del norte tiene múltiples atractivos, la naturaleza el más espectacular. Pero no todo es hielo. En la modalidad deportiva de crossFit, tres islandesas están entre las cuatro mejores mujeres del mundo (Ragnheidur Sara Sigmundsdottir, islandesa de 24 años, fue una de las reinas de este deporte en 2017). El país de los géisers y los glaciares también ha dado el hombre más fuerte del mundo, el actor Hafthor Bjornsson, muy conocido por su papel de La Montaña en la serie «Juego de Tronos» (HBO).