En Alaior. La pequeña localidad le proporciona la tranquilidad, seguridad y sencillez que valora de la vida en Menorca. Asegura Scarpa que seguirá instalado en la Isla mientras pueda seguir viviendo de la música | Javier Coll

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Originario de

Italia, Ostiglia

Nació el...

— 12 de julio de 1971.

Actualmente vive en...

— Alaior.

Llegó a Menorca...

— En Semana Santa de 2013 y se instaló inicialmente en Ciutadella.

Ocupación actual

— Músico.

Profesión

— En sus inicios, ayudante de ingeniero de sonido.

Su lugar favorito de la Isla es...

— Addaia.

Siempre tuvo el deseo de que la música dejase de ser una afición para convertirse en su trabajo. En 2012, animado por su novia, se embarcaron ambos en un viaje para explorar la posibilidad de cumplir su sueño. Menorca no entraba inicialmente en sus planes y aterrizó en Estados Unidos.

¿Cómo fue la aventura?

—Buscamos la fórmula de establecernos, aunque sin la tarjeta verde fue imposible. Lo que ocurrió es que ninguno de los dos teníamos ganas de volver a Italia. El caso es que mi novia trabajaba temporadas en Formentera, ya conocía Baleares, y siempre le hablaban muy bien de Menorca. Nos dijeron que aquí se estaba bien y que el coste de la vida no era muy alto, en definitiva que era un lugar increíble.

Les sedujo la idea.

—Tanto que a comienzos del 2013 cargamos el coche con las cosas que pensábamos que nos podían ser de utilidad y nos vinimos sin conocer a nadie, a la aventura. Durante la Semana Santa nos alojamos en un hostal en Ciutadella, y buscando piso encontramos nuestro lugar en el Port de Addaia. El destino quiso que en ese entorno conociera al dueño de unos bares que necesitaba músicos para toda la temporada en Arenal d'en Castell. Y a partir de ahí todo empezó a rodar. Icar Toset, un músico de la Isla, me ayudó a introducirme en el ambiente musical de Menorca y en los sitios en los que se ofrecía música en vivo.

¿Considera que su llegada a la Isla le ofreció la posibilidad de ganarse la vida como músico?

—Absolutamente. Me acuerdo que el año que llegué «Es Diari» me entrevistó para la sección «Gent de casa», y el titular es algo que me gusta recordar, decía que en Menorca encontré mi pequeña América. La perspectiva americana está bien laboralmente, pero ahora mismo tal y como está esa sociedad no me apetecería tanto, aunque no me importaría trabajar algunos meses, pero no para vivir definitivamente.

¿Es fácil para un músico ganarse la vida en la Isla?

—Es complicado, siempre hay que estar al día, actualizarte mucho; la gente se olvida muy pronto de ti. Pero eso es normal cuando ya llevas trabajando un par de años en el mismo lugar, donde tocas habitualmente, siempre quieren algo nuevo. Menorca es pequeña, y los límites se ven.

Es por ello que está metido en varios proyectos, como por ejemplo Paolo and the Peas.

—Fue la primera banda que monté aquí junto a unos chicos que conocí en una jam en un local que se llamaba Ágape, donde nos reuníamos los domingos por la tarde, especialmente en invierno. Poco a poco fui conociendo el ambiente y conecté con gente a le que le gustó mi repertorio de pop-rock norteamericano e inglés. Todo versiones, aunque también tengo mis temas propios, un material que encaja menos con los espectáculos de los hoteles. Así fue como surgió la banda en 2014, trabajamos mucho, y Pablo and the Peas sigue, aunque soy yo con otros músicos diferentes, Eduard Coll y José Montes. En la Isla hay músicos increíbles.

Pero el proyecto con el que más notoriedad está teniendo actualmente es el Sputnik.

—Sí, con Gemma More. Estamos descubriendo muchos cantantes jóvenes. La idea era salir un poco del rollo habitual, y a Gemma se le ocurrió que estaría bien intentar conocer un poco más los artistas que están en la Isla. Yo me encargo del soporte técnico, que es la grabación y la producción. El proyecto es hacer un tema de forma sencilla con un artista invitado y luego publicarlo en las redes sociales. Está bien, porque al final siempre se ve más a los mismos artistas, y eso cansa.

Nació como un proyecto con no mucho recorrido, pero parece que la cosa se alarga.

—La idea era grabar cinco sesiones y acabaremos con 14. Un periodista dijo que esto es lo que se parece más a un programa musical en la Isla, y es verdad, hay gente que cada domingo está esperando a que se publique el vídeo. Nosotros estamos aprendiendo mucho y además hemos encontrado unos espónsores que nos están ayudando trabajar con nuevo material de edición. Hemos crecido.

¿La idea es seguir?

—Tenemos muchas ganas de seguir haciéndolo, pero toda la energía para el proyecto Sputnik se hará con temas originales y no versiones. Estamos buscando ayudas para seguir creciendo e incluso valoramos la opción de constituir una asociación. Hemos descubierto que hay mucha gente joven, tanto cantantes como músicos, que están haciendo cosas buenas. Mi ilusión es la de poder acercar a los jóvenes a la música que escuchaba yo, y también acercar a la gente mayor a los jóvenes que hacen cosas muy buenas… Intentar salvar ese salto generacional.

¿Hay buen rollo entre los músicos en Menorca?

—No lo sé. Pero la sensación es que a veces a nivel profesional, no. Hay grupos que difícilmente se mezclan y se ayudan, yo es algo que noto porque vengo de fuera; aunque a lo mejor me equivoco, espero. Es como si a veces no te dejaran entrar en un círculo por miedo. Y es algo que entiendo perfectamente, porque los inmigrantes, y yo lo soy, tardan mucho más en entrar en la comunidad que te acoge.

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¿Cómo fue su proceso de adaptación?

—Al principio no fue fácil porque no hablaba catalán o menorquín, pero ahora después de cinco años puedo decir que tengo amigos aquí; ha costado un poco. Quizás me hubiera tenido que esforzar más con el idioma, pero ya intentaba sobrevivir con el castellano.

¿Qué es lo que más le gusta de la vida en Menorca?

—La sencillez y la seguridad. Y que si tienes dos horas libres puedes acceder a lugares a los que la gente paga miles de euros para poder ver. También la calidad de vida y el clima, vengo de un lugar en el que siempre había mucha niebla y humedad. Me gusta lo que se respira, que se vean las estrellas.

¿Qué es lo que más echa de menos de su país?

—Solo la familia, y algunos amigos claro. Suerte que hoy en día tenemos herramientas como Facebook o Facetime.

¿No echa de menos el estilo de vida italiano?

—No me gusta la italianidad , no me gusta que los italianos vengan aquí para cambiar su vida sin adaptarse a la Isla. Hay que venir a compartir la forma de vivir que hay y aportar lo que sabes hacer bien. Hay que cambiar el chip del estilo de vida en la cabeza. Si haces tu trabajo con gusto serás feliz. Lo que pasa en Italia es que se trabaja muchas horas para no ganar nada, y eso no significa que no te guste tu trabajo.

¿Vivir como músico en Italia era imposible?

—Imposible. En Italia no podía generar el mismo volumen de trabajo que aquí, algo que solo se puede conseguir si eres superfamoso. Entre lo que hace un dúo artístico en el garito hasta Laura Pausini, por decir un nombre conocido, en el medio no hay mucho, no hay clase media. En Menorca tampoco, pero aquí podemos vivir del turismo en verano. A veces hay que hacer cosas que no te gustan tanto. Pero ganarme la vida como músico me hace muy feliz, para mí es increíble.

¿Qué retos artísticos tiene?

—Mi sueño era, y volveré a intentarlo, aunque no sé cuándo, escribir música para películas, bandas sonoras. Y también producir música mía y colaboraciones. Siempre me digo a mí mismo que lo haré cuando sea mayor haré eso (risas). La música es creación, pero también me veo bien como productor, detrás de la mesa de control, aportando mi experiencia.

¿Cuáles son sus referentes musicales?

—Toda la buena música. Cuando era joven escuchaba mucho U2, pero también me gusta la música clásica, el jazz, más el vocal que el instrumental, el flamenco, la rumba me encanta. Música que me transmita algo.

Véndame la música italiana… ¿Qué proyección tiene?

—Poca. Aún estamos viviendo de los grandes éxitos de los 70 y 80, Celentano, Mina…

¿Nadie despunta ahora?

—No hay unos sustitutos. Creo que hay músicos y cantantes mucho más interesantes en España en la actualidad.

¿Planes de futuro?

—Mientras pueda vivir de la música me quedaré. También tengo un estudio en Son Parc con un socio, Jason McMurray, que se ha mudado ahora a Inglaterra, pero la intención es poder seguir trabajando en ambos lugares. Este año quiero volver también a Estados Unidos, a Atlanta, para seguir formándome en la grabación y la producción musical.