Frans Lindsen, un holandés en Menorca | Gemma Andreu

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Nacido el...
— 14 de marzo de 1950.
Actualmente vive en...
— Ferreries.
Llegó a Menorca...
— Por primera vez en 1976, y desde entonces visita la Isla cada año.
Profesión
— Exprofesor de enfermería en un hospital. Escribe libros sobre esa materia.
Familia
— Casado con Anneke.
Su lugar favorito de la Isla es...
— Es Pas d’en Revull, uno de ellos.

Aterrizó por primera vez en Menorca en compañía de su mujer en 1976. Ambos venían buscando un destino de relax para las vacaciones de verano y lo encontraron. Una experiencia que les hizo regresar en repetidas ocasiones y el paso del tiempo les ha llevado a conocer una Isla diferente gracias a la que es su gran afición, el senderismo. Después de cuatro décadas visitando la Isla esta no deja de sorprender cada año a la pareja. Eso sí, ahora prefieren los inviernos a los veranos: «Todo es más tranquilo y una época fantástica para caminar», apunta Frans.

¿Qué le trajo por Menorca?

—Pues de eso hace ya 42 años. Mi mujer y yo buscábamos un sitio tranquilo para pasar unas vacaciones y fuimos a una agencia de viajes. La chica que trabaja allí nos dijo que pensaba que Menorca podría ser un buen destino para nosotros.

Y acertó.

—Sí. Hay que decir que Menorca en aquel tiempo era otra cosa. Aunque había turismo en los meses de julio y agosto era un sitio mucho más tranquilo. Antes habíamos probado en Eivissa, pero al final nos decantamos por este lugar. El primer año vinimos en plan completamente guiri, con todo organizado. Nos alojamos en S’Algar, un lugar que nos pareció que estaba muy bien. Lo que ocurrió es que por un problema de overbooking al final tuvimos la suerte de que nos hospedaron en un apartamento que estaba mejor. En los años sucesivos fuimos cambiando de ubicación.

Llegaron en una época en la que Menorca no tenía una gran infraestructura turística.

—No había casi nada. Todo estaba abierto, se podía entrar en todos los sitios, incluso en muchos yacimientos. Después de unos años descubrimos «12 Walks in Menorca», un libro de rutas para caminar por la Isla escrito por Dodo Mackenzie, una obra que ofrecía senderos que no eran el Camí de Cavalls. Y así empezamos a aficionarnos a esa actividad, que fue algo que nos pareció fantástico. Mackenzie proponía caminos en redondo, es decir, con el mismo punto de partida y fin, algo que para nosotros estaba muy bien.

¿La afición por el senderismo la traían ya de Holanda?

—No, fue aquí. En aquella época era muy poca gente la que se dedicaba a esa actividad. Entre los locales no existía esa afición y la gente que venía de vacaciones prefería otras actividades turísticas diferentes. Lo que me gustaba de entonces es que se podía entrar en casi todos los sitios, no había señales de prohibido.

¿Cuál es su ruta favorita?

—Pues desde Ferreries diría que el Pas d’en Revull, que parece el escenario de una película, es un lugar muy especial, y completamente diferente en invierno y en verano; junto con el Camí d’Algendar son dos de mis caminatas preferidas. Aunque es difícil elegir un solo sitio, es muy complicado.

¿Desde 1976 hasta ahora han venido a la Isla todos los años?

—Solamente hemos faltado dos años. En Menorca encontramos un lugar diferente al que en principio nos imaginamos, un sitio mucho más mágico, y eso ha hecho que sigamos viniendo todavía. Para nosotros la Isla se abre más cada vez que regresamos, cada año descubrimos cosas nuevas. Hemos tenido la suerte de que la gente nos ha enseñado muchas cosas nuevas y diferentes, como Damià Coll, que para nosotros es una persona muy importante.

Al principio venían solo de vacaciones, pero poco a poco las estancias se han ido alargando.

—Sí, los primeros años nos repartíamos unas semanas entre diferentes estaciones. Y tengo que decir que en invierno también me parece que Menorca es una isla fantástica, y además es un tiempo mucho mejor para caminar y probar rutas diferentes. El libro de Mackenzie tiene cerca de 30 años, por eso a veces probábamos a ver si los caminos siguen existiendo, aunque cada vez te encuentras con más señales de prohibido.

Me comentan que en ese sentido tiene una opinión al respecto de lo que ha ocurrido en Binimoti.

—Sí. Para mí es una cuestión muy rara. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un puente histórico, y me parece imposible que los dueños no permitan el acceso para controlar su estado. Es un patrimonio de todos de los menorquines. La primera vez que vi el lugar me pareció también como un escenario de película.

También me cuentan que es usted una persona muy implicada en la vida social del pueblo.

—Sí, me gusta participar. Nuestra integración en la comunidad fue fácil. Mi menorquín es fatal, pero siempre hemos sabido entendernos en castellano. La afición a caminar nos ayudó mucho a formar parte del pueblo.

Es usted un personaje tan conocido que hasta le han dedicado una canción, la que compuso Bep Camps para uno de sus discos.

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—Todo viene de que un día Damià Coll me preguntó cuántas fotos tenía de la Isla. Yo le dije que no sabía, pero que al menos tenía una que me gusta mucho de cada año que había venido. Por aquel entonces hacía algo más de treinta años que venía a visitar la Isla, y surgió la idea de hacer una exposición en la sede del Club de Jubilats con una foto por año. Durante esa muestra conocimos a Bep Camps, y fue cuando decidió componer una canción sobre nosotros, sobre nuestra vida aquí.

¿Qué le dicen sus amigos de Holanda cuando les cuenta que aquí le dedican canciones?

—Para nosotros es muy difícil explicarles cómo es nuestra vida aquí. Por ejemplo, el pasado junio vinieron unos familiares de visita y una vez que estaban en la Isla, y vieron cómo nos relacionamos con la gente, pudieron comprender de verdad cómo vivimos en Menorca. Son vidas muy diferentes las de aquí y allí.

¿A qué se dedica profesionalmente?

—Trabajé muchos años en un hospital, en un colegio que impartía cursos para enfermeros. Actualmente, aunque ya estoy jubilado, solamente me dedico a escribir y editar libros para las personas que trabajan en las unidades de cuidados intensivos de Holanda. La verdad es que una profesión que me ha permitido tener mucha facilidad para repartir mis estancias entre mi país y la Isla. Hoy día es fácil trabajar a distancia.

¿En qué momento deciden comprarse una casa aquí?

—Estuvimos cerca de treinta años hospedándonos en el Hotel Loar, pero pensamos que para estar temporadas más largas estaría bien tener un lugar propio, y de eso hace ya 15 años. Ahora que estamos jubilados pasamos aquí casi siete meses al año.

¿No se plantean instalarse aquí definitivamente?

—No, porque en Holanda también tenemos familia. Pero cada año que pasa vamos alargando un poquito más nuestra estancia en Menorca.

¿Qué es lo que más echa de menos de Holanda?

—Aquí tenemos muchas más amistades que allí, es todo más relajado, aunque en Holanda también vivimos en un pueblo pequeño. En Menorca se hace mucha más vida en la calle, y eso nos gusta. Como decía antes, cada año que pasa la Isla se nos abre un poco más. La verdad es que aquí nos sentimos en casa, en Holanda también, pero es otra cosa.

¿Qué le falta a Menorca?

—Algunas ideas para el turismo. Hay que cambiar el modelo turístico. Por decirlo de alguna manera parece como que a Menorca le gusta el turismo, pero en ocasiones tengo la sensación contraria. A veces, de camino a Atalis, pasamos por un hotel de clientes ingleses, y el jardín siempre está lleno, es como si no salieran de allí durante toda su estancia. Menorca tiene que pensar cómo es posible que los turistas no busquen otras cosas diferentes e interesantes. Creo que faltan ideas. Son turistas a los que en realidad les da igual venir a Menorca que a cualquier otra Isla de Balears. Pero Menorca tiene muchos tesoros por descubrir.

¿Cree que se podría potenciar mucho más el senderismo fuera de temporada?

—Opino que el caso del Camí de Cavalls se podría dotar al sendero ruta de algunos servicios. Creo que es una ruta fantástica y muy importante para Menorca, y eso hay que tenerlo en cuenta. Para los turistas jóvenes no falta de nada, pero la gente que quiere descubrir un poco más de la Isla lo tiene más complicado.

Estamos a las puertas de Sant Bartomeu. ¿Cómo viven las fiestas dos holandeses en Ferreries?

—Con tranquilidad (risas). La fiesta para verla una o dos veces está bien, y el día antes de que comiencen también me gusta, pero durante las fiestas nos escapamos. Aunque la segunda jornada, a primera hora de la mañana, me gusta mucho el momento de la diana, me parece fantástico.