Cristina Llorens y la protagonista, Maria Salom (derecha), durante sus prácticas en Marina di Massa, Italia.

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La ficha

Lugar y año de nacimiento
— Maó, 28 de mayo de 1998

Formación académica
— Técnico en Servicios de Restauración en el instituto Maria Àngels Cardona

Ocupación actual
— Estudiante del Grado Superior de Dirección de Cocina y Servicios de Restauración (Escola Superior d’Hostaleria de Barcelona)

Realizó una estancia en...
— Italia, con una beca Erasmus +

Su sueño es...
— Me encantaría dirigir la sala de un restaurante.

Estudia dirección de cocina en Barcelona pero realmente el gusanillo de los fogones le entró en Ciutadella, cuando cursaba los estudios de FP para ser Técnico en Servicios de Restauración en el instituto Maria Àngels Cardona. «Amo lo que hago», asegura, «me gustaría poder enseñarlo algún día» y buena parte de esa vocación se la debe a sus profesores, «ellos me transmitieron esa pasión» por la gastronomía. Cuando tuvo la oportunidad, junto con otros compañeros de centro, de viajar a un país rico en cultura gastronómica como es Italia, y en una zona de las zonas más famosas y atractivas como la Toscana, no la desaprovechó. Era el curso 2016-2017 y tenía 18 años.

¿Cómo surgió la posibilidad de realizar prácticas en Italia?
—En segundo nos hablaron de la Formación en Centros de Trabajo (FCT) y de que existía la opción de recurrir a una beca Erasmus+, que te ofrece realizar un periodo de mes y medio (la FCT son en total tres meses) en un país extranjero. Ya que tienes que hacer prácticas no remuneradas, si puedes viajar y aprender un idioma, otra cultura y otra manera de trabajar, creo que sale a cuenta. Es una experiencia que enriquece, la recomendaría al cien por cien, porque creces profesional y personalmente, aunque sea una estancia cortita. Para entrar en el mundo laboral en un país diferente, lejos de la familia, hay que espabilarse, comunicarse y perder la vergüenza...., aunque tuvimos suerte con la gente de allí, que nos apoyó.

¿A cuánto asciende esa ayuda europea?
—Eran 1.200 euros para las cinco semanas, y con eso nosotros nos teníamos que organizar: vivienda, comida, billetes..., aunque tuvimos suerte, gracias a un contacto en Italia encontramos una casa que estaba muy bien. Estuvimos en una urbanización a unos 50 kilómetros de Pisa que se llama Marina di Massa.

¿Las prácticas las buscan los alumnos?
—Las busca el instituto a través de convenios. Yo estuve en un restaurante de estilo gastronómico junto con mi compañera Cristina Llorens, ella en cocina y yo en sala. Era el Ristorante La Peniche, en la Via Lungo Brugiano. Los otros dos compañeros, Xecma Missut y Teresa Portella hicieron las prácticas en un hotel, el Excelsior. En nuestro restaurante el servicio era cuidado y la comida incluía platos típicos.

¿Qué enseñanza recuerda con especial aprecio?
—Tenía una metre que estaba dedicada única y exclusivamente a ese trabajo y me enseñó todo, incluidos conocimientos sobre las diferentes zonas vinícolas de Italia, que fue una de las cosas que me atrajo para ir allí, fue enriquecedor. En la Toscana tienen platos derivados de la carne y el pescado de muy buena calidad, de hecho de allí procede la bistecca alla fiorentina, un plato internacional. También puse mucho en práctica algo que ya había aprendido en el instituto, el servicio del vino, porque allí se abrían muchos vinos por la noche.

¿Cómo debe ser un correcto servicio del vino?
—Para mi es como servir té, es toda una ceremonia. Lo primero hay que presentar el vino al cliente, coger la botella por el cuello y enseñarle la etiqueta de modo que pueda verificar que es el que ha pedido, y explicarle la marca, la denominación, el tipo de uva..., procedes a abrirlo y lo dejas en la mesa si es tinto o en cubitera si es blanco. Quitas la cápsula por debajo del gollete de la botella, desenroscas el corcho y lo sacas sin hacer mucho ruido. Sirves dos centilitros y se lo das a probar al anfitrión, cuando te da el visto bueno ya procedes a servir al resto de comensales, empezando por mujeres y dejando al anfitrión el último. Has de ir rellenando luego las copas, el cliente no debería hacerlo.

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Aprendió a valorar la importancia de los detalles en su oficio y en la sala.
—El cuidado del cliente es muy importante. Me encantaría poder en un futuro enseñar lo que hago y de la misma manera, porque en el ‘Maria Àngels Cardona’ tuve profesores que amaban lo que hacían y me transmitieron esa pasión y creo que la supe aprovechar. Me gustaría llegar a dirigir la sala de un restaurante y que los trabajadores vinieran no a «servir cuatro mesas» sino a hacer posible a lo mejor, hacer que una noche sea especial para una pareja o una familia que ha estado esperando ese momento y a lo mejor ha reservado desde hace tiempo en el restaurante.

Además de las semanas de prácticas, más tarde regresó.
—Sí. Los propietarios del restaurante me pidieron que me quedara todo el verano pero no podía, tenía que regresar y acabar mis prácticas en Menorca, era mayo. Cuando finalicé mis prácticas regresé yo sola a Italia para trabajar allí, en Marina di Massa, los tres meses de verano, hasta septiembre. Los jefes me proporcionaron una casa y disfruté más de Italia.

¿Trabajó igualmente en sala?
—Sí, y pude empezar a llevar rangos porque conocía más el restaurante. Hice de la gente del trabajo mi familia y aprendí a trabajar de verdad, porque es un restaurante que remonta tres veces por la nocha las mesas. Hay tres turnos para cenar, a las 8, a las 10 y otro a las 11 de la noche, así que tienes la misma cantidad de clientes tres veces y corrías mucho. Mi horario era de 10 de la mañana a 4 de la tarde y luego empezaba a las 6,30 hasta el cierre. Hacía muchas horas porque mi transporte era una bicicleta y el restaurante estaba a 20 kilómetros de casa. Así que el día libre lo aprovechaba para descansar al máximo. Esa fue una estancia realmente de trabajo no de turismo.

Pero tuvo tiempo de conocer una de las zonas más famosas de Italia...
—Cuando estuve con mis compañeros de instituto sí. Fuimos a visitar Pisa, la capital de la Toscana, porque nosotros estábamos en una zona de costa y de vacaciones, bastante cara. Hicimos varias excursiones y uno de los sitios que más nos gustó fue un pueblo que había en los alrededores de Pisa, que se llama Lucca. También el recorrido por Cinque Terre, que lo hicimos Cristina y yo en tren, es precioso, con casas de distintos colores junto al mar. Visitamos Florencia y, bueno, es que la ciudad en sí es un museo, un espectáculo en medio de la calle.

Y en su regreso decide continuar, cursar el Grado Superior ¿qué le aportó su experiencia con el Erasmus+?
—No podía haber ido mejor, ahora hablo italiano y el mundo laboral se me ha abierto de manera extraordinaria, cuando ven en tu curriculum que has trabajado en el extranjero, hablas otro idioma y cursas el Grado Superior, la verdad es que ahora mismo no me falta trabajo.

¿Cómo ve el mundo de la gastronomía actualmente?
—El otro día comentábamos con mi profesora de Protocolo de la escuela que ahora mismo es el Siglo de Oro de la cocina española, hay creatividad, fuerza, muchísima competencia, en los medios de comunicación la cocina pesa mucho, de hecho, hay ahora cocineros que son celebrities, que presentan programas, salen en anuncios, concursos..., También está la importancia de las ferias dirigidas exclusivamente al sector. En la última edición pasaron millones de personas por la Feria Alimentaria (el Salón Internacional de Gastronomía en Barcelona) y cada año coge más fuerza. La tecnología también se enfoca ahora mucho al mundo gastronómico, hace diez años me parece que era impensable predecir que estaríamos en este momento.