En Es Mercadal. Tras residir en varias poblaciones, es desde hace años su casa, una comunidad en la que confiesa haberse adaptado muy bien | Gemma Andreu

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Nacido...

— El 16 de agosto de 1956.

Actualmente vive en...

— Es Mercadal.

Llegó a Menorca...

— De visita por primera vez en 1985 y se instaló definitivamente dos años más tarde.

Ocupación actual

— Trabaja en un negocio de rutas turísticas.

Estudios

— Licenciado en Ciencias de la Lengua.

Su lugar favorito de la Isla es...

— «¿Hay que decir uno? Lo que me gusta es la Isla en su conjunto».

Cuando se le pregunta por qué eligió un destino como éste dice que no sabe muy bien cómo explicarlo, aunque reconoce que el hecho de apellidarse Freiheit, que traducido al castellano significa libertad, tiene quizás mucho que ver con «la motivación de mi búsqueda personal... Digamos que vine buscando un equilibrio o recalibrarme. Alguien me dijo que Menorca era una isla tranquila en la que te puedes reencontrar», avanza Ralf.

... E hizo la maleta.

—Sí, me pareció muy buena idea, así que me lancé y estuve viviendo acampado durante dos meses en Cala Trebalúger, cuando se podían hacer esas cosas. Me pareció una experiencia fabulosa, así que al año siguiente regresé.

Y cambió de profesión para comenzar a trabajar en el sector turístico.

—Sí, en aquella época el turismo era muy diferente, no había guías oficiales, ahora sí que lo soy. Entonces los menorquines no querían trabajar en ese sector, tenían un momento de bienestar extraordinario, ya que el resto de industrias, como el calzado y la bisutería, funcionaban bastante bien. Casi todos los que trabajábamos en turismo en aquellos años éramos extranjeros o de la Península.

¿Cómo se introdujo?

—Conocí a una guía alemana, y una vez por semana para escapar de mi refugio iba con ella, y me di cuenta que después de unas cuantas veces comenzaba a conocer muchas cosas. Eso fue el material inicial para abrirme camino profesional. Al principio solo venía los veranos, sin la intención de quedarme, pero llegó un momento en la vida en que me dije que era el momento de no seguir un plan determinado, de probar a ver qué pasa. Y esto es lo que ha pasado.

Se dejó llevar.

—Sí, esa era la intención que tenía para poder aprender un poco más. Soy alemán, y no quería seguir el plan de un cabeza cuadrada (risas). Fue un planteamiento existencialista, preguntarme qué es la vida, cómo funciona. La gran ventaja que tenía el nuevo modo de vida es que me ofrecía seis meses de trabajo fuerte y otros tantos de libertad para poder hacer lo que quisiera. Quería trabajar pero también tiempo para desenchufar.

Así que Menorca le venía bien en ese sentido.

—Sí, fenomenal. Y después fue despertando en mí cierto interés, fui descubriendo la Isla cada vez más y me quedé realmente muy sorprendido de la riqueza y sus contrastes, las historias diferentes que puedes encontrar y los distintos paisajes. Sobre todo tengo que decir que me gustó mucho su gente mayor, fue increíble. Conocí a muchos payeses, como por ejemplo l’amo Joan de Sant Antoni de s’Aranjassa, que puedo decir que fue casi como la figura de un abuelo para mí. Me encontré con mucha gente como él, con el corazón en su sitio. Me gustó mucho la actitud de los menorquines.

Llegó a la Isla cuando el turismo era una cosa bien distinta.

—Sí, cuando el programa era Monte Toro, Fornells, Binibèquer, Maó, Ciutadella, Cala Galdana y Sa Naveta des Tudons.

¿Continúa ese modelo?

—Para mucha gente sigue siéndolo en el mundo turístico. Pero la Isla tiene muchos sitios diferentes que no son comparables, que no tienen nada que ver. En pocos kilómetros puedes ver paisajes muy diferentes y me di cuenta de que éste era un sitio en el que se podría hacer mucho más. En el 89 trabajé para TUI y propuse hacer algo diferente, algo que aquel momento era posible, ya que ahora todo es más rígido en esas empresas. Tenía un director con libertad para actuar y creamos la excursión que se llamaba «La Menorca escondida».

Al final todo le condujo al senderismo.

—Sí, fue sobre el año 90 cuando pensé que era un buen destino para hacer caminatas, y tuve otra vez la suerte de que una agencia alemana mostró interés por probar con ese producto, y desde entonces ésa ha sido mi dedicación principal. Así fue como monté una empresa, pero el problema es que se trataba un servicio muy personalizado, así que con mi pareja actual, Jutta, comenzamos a crear proyectos con más flexibilidad y un equipo de trabajo.

Y entre tanto, tiene tiempo para escribir una guía como «Menorca poc a poc».

—Sí, la edité en 1994 y me llevó a escribirla el hecho de poder llenar el hueco de algo que en aquel momento no había. Me daba rabia que todo las guías que había fueran tan clásicas, así que me propuse revelar algo más de la Isla, con más detalle. Incluía lugares antes desconocidos para los turistas, incluía muchas playas y calas a las que ahora ya casi no puedes ir.

Como por ejemplo…

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—Es Talaier. Antes no se sabía cómo llegar. En la guía me centro en hacer indicaciones muy concretas, un estilo que ahora ya no tiene sentido. Eso sí, con la filosofía del poc a poc, como se puede leer en el título, fue una manera de presentar mi respeto a la Isla.

Y, ¿cómo se adapta un alemán a ese ritmo tan característico?

—Considero que es importante tener esa desaceleración, pero no para quedarse en ella. Yo lo entiendo como una idea más dinámica. Hay que vivir entre la relajación y una actividad. Aunque para llegar a una buena dinámica el poc a poc es importante.

Decía que venía buscando el equilibrio, ¿lo encontró?

—Sí, bueno, aunque es algo que siempre sigues buscando. Porque realmente creo que todavía no entiendo de qué va esta vida, pero mientras busco tengo una estabilidad. Para mí Menorca es como un taller, y a mí siempre me gusta entrar en nichos vacíos, sin desarrollo, eso es lo que me ha movido.

¿Quedan espacios por explorar o está demasiado explotado?

— De la manera que yo lo veo, Menorca tiene un valor súper importante, pero luego hay que tener en cuenta la parte de la persona que se conecta con al Isla, es la otra mitad de la ecuación. Todo depende de la perspectiva de la persona que busca algo aquí.

¿Qué opinión le merece el modelo turístico de la Isla.

—Creo que el modelo antiguo todavía marca mucho Menorca, el de las agencias, el de la masificación, es una herencia que es un obstáculo para un buen desarrollo propio. Eso, por una parte, es un hecho, y creo que tenemos que buscar una forma de escapar y no depender tanto de las agencias; y por otro lado es importante crear nuevas ofertas. Algo que está pasando con los pequeños hoteles de ciudad; antes por estas fechas era difícil ver turistas, pero ahora sí que encuentras gente, es un turismo muy individual pero una buena semilla, de alguna forma apunta al futuro. Pero lo que pasa es que el modelo antiguo empieza a temblar cuando las previsiones de visitas son de un 7 por ciento menos de lo que se esperaba… Aunque también entiendo que se preocupen.

¿En su caso ha conseguido alargar la temporada?

—Antes trabajaba solo seis meses porque dependía al cien por cien de los vuelos. La situación comparada con hace 30 años ha mejorado mucho. Ahora es posible, aunque no fácil, venir en marzo. En mi caso tengo dos agostos, primavera y otoño.

¿Y qué hace en el agosto real?

—No es sencillo, pero hay que hacer cosas diferentes, como tours más individualizados, con un toque diferente y para grupos reducidos, un producto que no está tan vinculado al senderismo como el resto de actividades.

Hace unas semanas organizó por encargo del Ayuntamiento de Ciutadella la primera edición del Walking Festival. ¿Cómo fue la experiencia?

—A pesar de que fue en una semana complicada, la del apagón y el mal tiempo, resultó bien. No tuvimos mucho tiempo para prepararlo, pero al final, pese a las bajas por las circunstancias y el cambio de planificación, se apuntaron casi 140 personas. Creemos que por ese camino vamos bien. Esperamos que tenga continuidad, y sabemos cómo hacerlo mejor, cambiando algunas fechas en el calendario. Creemos que puede servir para traer gente de fuera.

¿Qué es lo que más aprecia de la vida menorquina?

—Creo que el hecho de que la Isla vive a un ritmo más bajo todavía, y eso permite a muchas personas vivir en un equilibrio más sano, y eso da una calidad de vida que no es fácil encontrar en otros sitios

¿Un sitio a veces demasiado tranquilo?

—Me encanta la tranquilidad. Yo tengo dos partes en mi vida: como guía tengo que desarrollar la parte extrovertida, pero tengo también el lado introvertido. Yo en su momento vine aquí a meditar o a saber qué es meditar, a explorar.

Después tantos años, ¿se ha vuelto un poco menorquín?

—Me he dado cuenta de que al final no puedes convertirte en algo diferente de lo que eres. Puedes combinar algunas cosas, pero me considero un alemán, desde lo más profundo de mi alma, que tiene la suerte de compartir su vida aquí con los menorquines.