El menorquín en uno de los parques a las afueras de la ciudad que tanto le gustan. David Fernández está plenamente integrado en la vida londinense, allí ha construido su hogar y la empresa que nutre de productos ‘made in Menorca’. Su vínculo con la Isla se mantiene fuerte por el trabajo y la familia.

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La ficha

Lugar y fecha de nacimiento
— Es Migjorn Gran, 14 de febrero de 1983

Actualmente vive en...
— Londres

Estudió...
— Grado Superior en Enseñanza y Animación Sociodeportivas en Talavera de la Reina (Toledo), de donde son originarios sus padres, y se diplomó en Magisterio de Educación Física en Ciudad Real.

Ocupación actual
— Cofundador y propietario de Palmaira Sandals, empresa dedicada a la venta ‘on line’ de abarcas menorquinas.

La historia del migjorner David Fernández en Inglaterra empezó cuando dio un paso muy personal, guiado por los sentimientos y la relación con la que ahora es su mujer, Lisa, y con los años se ha convertido además en una exitosa aventura empresarial que pasea el nombre de Menorca por el mundo. Fernández es cofundador de la empresa Palmaira Sandals, junto con su esposa y su cuñada Tracey, y en la que ya se implica toda la familia desde su oficina en Waltham Forest, en el noreste de Londres.
Palmaira Sandals distribuye las abarcas fabricadas por la firma MIBO Cosits SL de Es Migjorn Gran, y tiene clientes no solo en Reino Unido sino también en Australia –donde tienen representantes que se encargan de la marca–, Tailandia, el Caribe, Perú, Polonia o Estados Unidos. De sus tímidos inicios en Facebook y la venta de 200 pares cuando se creó en 2013 a los 50.000 del año pasado. Pero para conocer los orígenes de Palmaira hay que acompañar el recorrido vital de este menorquín desde sus veranos de adolescente en Sant Tomàs.

¿Cómo se cruzó Inglaterra en su destino?
—Al conocer a mi mujer cuando éramos adolescentes, ella tenía 13 años y yo 16. Lisa veraneaba en Sant Tomàs. Sus padres llegaron a Menorca de luna de miel, les gustó y se compraron un apartamento; al final acabaron viniendo cada verano. Yo trabajaba en el hotel Santo Tomás en las temporadas, cuando era estudiante. Al principio nos veíamos los meses de verano, éramos buenos amigos, íbamos a la playa, a las fiestas... Luego pasamos a tener una relación.

Lentamente, en tiempos no tan lejanos pero sin Facebook o Instagram...
—Eso comenté el año pasado en mi boda (Lisa y David se casaron el verano pasado). Cuando ella se iba no sabíamos nada, no teníamos móvil, el primero lo tuve con 19 años cuando me fui a estudiar, así que escribía alguna carta y luego ya cuando volvía, al cabo de unos días nos encontrábamos. Alguna llamada, pero pocas, en esos tiempos desde Inglaterra salía caro.

¿Y cuándo decidieron establecerse en Londres?
—Intentamos antes fijar residencia aquí, en 2009, pero no funcionó, así que en 2012 decidí probar suerte y me fui yo allí.

¿Hasta ese momento no tenía ninguna relación con el sector del calzado?
—No, yo trabajaba media jornada como maestro de Primaria en el Colegio San José y por las tardes entrenaba baloncesto en el Jovent de Alaior, como coordinador de los pequeñitos. En los veranos seguía trabajando en Can Berto, en Sant Tomàs. Estuve mirando si podía trabajar de profesor en Londres, mandé la documentación y pensé «¿por qué no intentarlo?».

Y lo hizo.
—Me dieron el certificado para ejercer de profesor al final de ese invierno, pero no conocía su sistema educativo. Así que empecé de cero como asistente de profesor y al mismo tiempo hacía trabajos de hostelería. Como profesor estuve en una agencia temporal y me enviaban a distintos colegios cada día. Así que estuve viajando en metro por todo Londres, a diferentes escuelas. A la vez trabajé en lo que allí llaman hospitality, que es algo más que camarero.

¿Qué tipo de tareas realizaba?
—He estado en muchos eventos, he tenido la suerte de trabajar en Buckingham Palace, en un Afternoon Tea con la reina; en los jardines se organizan tres o cuatro encuentros de estos al año y están invitadas personalidades destacadas, para mí fue una gran experiencia, no mucha gente inglesa puede decir que ha estado tan cerca de la reina (ríe).

Y de pronto, usted siendo profesor y empleado de hostelería, cambia al sector del calzado, ¿cómo sucedió?
—Surgió una Semana Santa en Menorca. Estaban Lisa y su hermana hablando de las abarcas, de por qué no venderlas en Londres si ellas las usaban siempre. Según escuchaba su conversación contacté con MIBO, ya que tengo amistad con el hijo de uno de los socios, y quedamos para hablarlo. Queríamos llevarnos unos cuantos pares e intentar venderlos, y ellos estuvieron en seguida de acuerdo. Les pedimos 200 pares, de distintos colores, creamos una página en Facebook y empezamos a publicitarlas. Eso fue en 2012.

De entrada Inglaterra no parece un gran mercado para las sandalias...
—¿Por qué no? Son gente que les encanta irse al sol en cuanto tienen vacaciones; y allí también hay días muy bonitos, son los primeros que se quitan ropa y se van a los parques. Además, las abarcas ahora también son fashion, son un poco más diferentes, con otras pieles y diseños. Empezamos con los modelos más básicos y luego ya introdujimos los más modernos, con escarchas de plata, brillantes... Eso entró por los ojos.

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¿Cómo ha evolucionado el negocio en seis años?
—Pues hemos pasado de esos 200 pares iniciales a vender 50.000 el año pasado. Ahora llevamos la distribución en Reino Unido y Australia, tenemos allí dos personas que lo están haciendo muy bien, Jenny y Gemma, que se encargan de la marca en Sidney.

¿Se lo podían imaginar?
—No. Los primeros años yo seguía trabajando de profesor, y lo mantuve hasta 2017, conseguí una plaza y he sido coordinador del ciclo de Secundaria en un colegio de educación especial, William Morris. Lisa y Tracey empezaron con las abarcas, yo me ocupaba de contactar con la fábrica. El comienzo fue muy rudimentario, los clientes nos contactaban por Facebook, nos pagaban por transferencia, hacíamos el envío... Después ya en 2014 montamos la página web y lo hicimos más profesional. Empezamos a tener un volumen de pedidos más importante.

¿Cómo luchan contra las imitaciones?
—Hay mucha competencia de ese tipo, procedente tanto de otras zonas de España como de países asiáticos. Estamos intentando crear marca de Menorca, nos preocupamos mucho de explicar que estas son las auténticas abarcas menorquinas, hablamos de la Isla. La verdad es que hay conciencia entre el cliente británico, buscan la calidad y la aprecian, hay mucha diferencia entre la abarca auténtica y las otras, no se puede comparar. Nos están copiando diseños pero como la calidad no es la misma, la gente prefiere la abarca menorquina porque es la mejor.

¿Continúa con su carrera como profesor?
—No, en 2016 cuando llegó el segundo embarazo de mi mujer y vimos que la empresa funcionaba, decidí reducir la jornada como coordinador en el colegio, y en el verano de 2017 ya lo dejé para ayudar en el negocio y tener más tiempo familiar, porque mi jornada puede ser más flexible.

¿Esperaba que la vida le llevara por estos derroteros cuando decidió cambiar Es Migjorn por una ciudad como Londres?
—Realmente no. Me fui con unos pocos ahorros y a ver qué pasaba, no sabía si para un año o dos. Mis dos hijos, Tommy y Perla, han nacido allí. He tenido suerte, me he encontrado con buena gente que me ha ido ayudando. Yo siempre quise ser profesor y lo he sido, me encanta, no descarto volver a ejercer algún día, pero he tenido esta oportunidad con las abarcas y la he tomado. De hecho Lisa es arqueóloga, participó en excavaciones en Cavalleria algún verano, su hermana sí estudio Moda y Diseño; ahora todos estamos volcados en Palmaira Sandals.

Es una empresa cien por cien familiar.
—Totalmente. Desde la administración al empaquetado y el envío de los pedidos. Y estoy rodeado de mujeres. Tenemos una oficina en Londres con algo de stock y un almacén aparte.

¿Tienen miedo al ‘brexit’?
—No sabemos cómo afectará. Para los que ya vivimos allí no habrá problema, sino para los que quieran instalarse después. En cuanto al negocio, si no hay acuerdo parece ser que habrá aranceles y si hay acuerdo no será tan duro. Pero en realidad hay poca información, todo el mundo está pendiente, se habla mucho, pero no se sabe nada concreto. Con Australia ya pagamos aranceles y sabemos cómo funciona, es más complicado, a veces se pierde tiempo para poder entrar el producto.

¿Cómo fue su adaptación personal a la vida en Inglaterra?
—Yo tuve suerte al ir con una persona inglesa que tiene una familia grande, que se ayuda. Al principio fuimos a vivir con los padres de Lisa, y en 2015 tuvimos unos ahorros para comprar un piso e independizarnos. Desde Es Migjorn, como tenemos una buena colonia inglesa, ya tenía conocidos, pero la verdad es que fue la familia de ella la que me ayudó.

¿Qué es lo que más le gusta de vivir en Londres?
—Como residimos en las afueras lo que más me gusta son los parques y los bosques, me encanta ir con los niños a dar paseos, les llevo a ver animales, que les gusta, y a trepar por los árboles, que es lo que hacía yo cuando era pequeño. Es una suerte de que Waltham Forest no es tan ciudad. Me harté de coger el metro, ahora estoy a cinco minutos de la oficina.

¿Planes de regreso a la Isla?
—Para pesar de mis padres va a ser complicado, aunque sabemos que Es Migjorn sería genial para los niños, pero el problema siempre va a ser el trabajo. Ahora además hemos ampliado el negocio a la venta de bolsos y capazos también fabricados en Menorca.