Lluís sonríe a la cámara mientras juega en su casa, en Ferreries | Sergi García

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Este domingo Lluís Pons y sus padres Lluc y Sara vuelven a Barcelona. El lunes su pequeño tiene un control médico en el Hospital Vall d’Hebron, donde el pasado febrero le realizaron su segundo trasplante de médula. El caso de Lluís, diagnosticado con un tipo de leucemia de muy baja incidencia (leucemia mieloide crónica atípica) movilizó a toda Menorca, generó una oleada de solidaridad en la búsqueda de donantes y recientemente ha tenido eco en los medios nacionales. Su historia es una lucha por recuperar una normalidad que se alteró cuando estaba a punto de cumplir 6 años y se le diagnosticó la enfermedad. Él no pierde la sonrisa ni la alegría, y sus padres son un ejemplo de entereza.

Lluís volvió a casa el pasado julio después de casi un año de hospitales; en agosto una punción de médula, con la que se controlan las células y la evolución del trasplante, dio un resultado alterado. Ahora los médicos le hacen seguir un plan de control que pasa por analíticas de sangre quincenales y punciones cada mes. Por eso hoy toman el avión y vuelven al hospital.

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En su casa de Ferreries estos días festivos hay alegría. Las Navidades de 2018 tuvieron que pasarlas desplazados, Lluís en la zona aislada y estéril del hospital de Barcelona después de someterse al segundo trasplante, y sus padres y hermano, en un piso de la ciudad condal. Los abuelos paternos también fueron con ellos. Este año los dos hermanos juegan en el salón de su casa. Vistiendo una sudadera con la S de Superman, Lluís corretea junto con su hermano Marc, persiguen unos globos.

«En realidad él se ha encontrado bien prácticamente siempre, al principio, cuando tuvo que estar tres semanas en Son Espases, estuvo contento y arropado por el personal», explica su padre Lluc. Ahora, pese a las pruebas médicas y las medidas preventivas para evitar infecciones (como el uso de mascarilla si está en un lugar cerrado con gente) va dando pasos para alcanzar la rutina cotidiana y a la vez, luchar contra su dolencia. «Va cumpliendo deseos poco a poco», afirma Lluc, «el primero era volver a Menorca, el segundo jugar con sus amigos en la calle, y el tercero, volver a jugar a fútbol, y sus doctoras se lo permitieron». Ese día fue una fiesta. El máximo deseo que le queda por cumplir es ganar defensas y regresar a la escuela. De momento con todas las precauciones participó en el festival de Navidad del colegio. Su lucha y la de su familia continúa imparable.