Sebastià Rotger, sociólogo y periodista.

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Sebastià Rotger (Ferreries, 1951) es el autor de Estudio sociológico sobre el suicidio en Baleares. Etiología y construcción social, editado por Rapid Book, una visión distinta de los tradicionales enfoques de las instituciones oficiales y los medios de comunicación.

¿Por qué esta visión sociológica del suicidio?
—Porque no todos los suicidas son enfermos mentales. Si acaso, enfermos sociales. Están bien las prevenciones médicas, pero el 70 % de los suicidas no ha pasado nunca por la consulta de un psiquiatra. El motivo es que no se consideran a sí mismos enfermos. Ni lo son. Están sometidos a coacciones, exigencias y presiones sociales. La sociedad exige disciplinas que superan lo que algunas personas están dispuestas a cumplir, o no tienen una personalidad que les permita afrontarlas. No todo el mundo está dispuesto a acatar las coacciones sociales.

¿No se trataría de que estas personas tengan recursos suficientes para afrontar las presiones sociales?
—La sociedad siempre crea nuevas reglas, nuevas normas. En algunas personas, esta sucesión de reglas puede provocar angustia, estrés o malestar, pero no el suicidio. A otras, sin embargo, les parece un precio o una renuncia a su libertad que no pueden asumir. El suicidio es pluricausal, pero la mayoría de causas son sociales. Por tanto, no se puede estudiar únicamente como consecuencia de una enfermedad mental.

¿Cómo combatir el suicidio?
—No a través de más normas, sino con educación. Puede haber instrumentos médicos de prevención, pero en las aulas se premia demasiado la competitividad, ser el número uno. Después, en la vida social, se valora el tener más, el ganar más dinero. Deberíamos enseñar a niños y jóvenes que las expectativas sociales no deben cumplirse por coacción, sino por un convencimiento ético y moral. Por ejemplo, pagar impuestos es una obligación, pero no debe ser visto tanto como una exigencia a cumplir, sino como una manera de contribuir a una sociedad mejor.

Si hablamos de presiones sociales, ¿podría concretarlas?
—Los gobiernos, la economía, la familia, la religión... Todo ello te está diciendo que debes cumplir o no eres de los nuestros. Luego están las particularidades. En un pueblo pequeño, el control social por parte de los vecinos puede condicionar la vida de una persona. Los ermitaños o anacoretas no se suicidaban. El suicidio aparece cuando se pierde el contacto con la naturaleza y se empieza a vivir en comunidad. Por supuesto que la comunidad tiene sus ventajas, pero a veces sus reglas se convierten en un muro infranqueable.

¿Hubo más suicidios durante la crisis?
—No hubo un repunte significativo, pero hay que tener en cuenta que algunos supuestos accidentes de tráfico o de personas que han caído por un precipicio no han sido calificados como suicidios y tal vez lo fueron.

¿Es un mito eso de que en Menorca hay más suicidios?
—Sí, totalmente. Su tasa de suicidios es la más baja de Baleares. Se ha atribuido al viento de Tramuntana el falso hecho de que en Menorca hay más suicidios. La Tramuntana sopla igual en toda la isla y en la zona de Llevant hay más que en Ponent.

¿Cuál es el perfil del suicida en Baleares?
—Varón, casado y con una edad de entre 40 y 54 años. La mayor parte lo hace por ahorcamiento y en primavera-verano. Otro mito caído: el de que hay más suicidios en otoño e invierno, por eso del mal tiempo, los días grises y la melancolía. En Mallorca y Menorca, la proporción entre sexos es del 75 % de hombres. En las Pitiüses llega al 85 % de hombres.

¿Cuáles son los datos generales de Baleares?
—Menorca tiene una tasa de 7,64 suicidios por cada 100.000 habitantes; Mallorca, 7,89; y Pitiüses, 10,98. Mallorca y Menorca están por debajo de la media española, y ésta se encuentra por debajo de las medias europea y mundial. Por tanto, nuestros datos de suicidio son razonables, teniendo claro que nunca se erradicará. Entre 1999 y 2016, han muerto por suicidio 1.418 habitantes de Balears, 78 por año.

¿Por qué es tan alta la tasa de las Pitiüses?
—Diría que por la primavera-verano. Hay más horas de luz y más vida social, y ahí se reflejan más las presiones sociales. E Ibiza, pese a ser una isla pequeña, tiene una vida muy urbana en la que también afloran las mencionadas coacciones sociales. La vida más urbana es más competitiva y estresante, y por tanto hay más objetivos que cumplir. Por su parte, la religión ejerció una gran presión en el pasado, pero ahora es totalmente voluntaria.

¿Influyen las redes sociales, con su constante postureo?
—Por lo menos condicionan, sobre todo a los jóvenes. Como siempre, hay que hacer un buen uso, no un abuso. Se debe tener cuidado con sus influencias y con los modelos de éxito que proponen, como si no llegar a ellos fuera un fracaso.

La prensa no se hace eco de los suicidios.
—No hay ninguna base científica de que la publicación de suicidios en prensa incite a más casos o produzca un efecto contagio.