Carmen, siempre al lado de Arón, sea en Palma, sea en Barcelona.

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El día 13 de julio de 2018, Carmen Le-Senne, menorquina con residencia en Mallorca, madre de dos hijos, y separada, lo recordará como uno de los peores momentos de su existencia. Ese día se dirigió al hospital de Son Espases, donde, sin saberlo, su vida cambiaría para siempre. Y es que el cáncer había entrado en su vida de la mano de Arón, su hijo de 14 años.

Durante casi un mes estuvo ingresado en Son Espases, adelgazando casi 14 kilos en apenas tres semanas. Y Carmen, además tuvo que arreglárselas para poder estar con su hijo pequeño de 9 años.

Sí, la vida le cambió de la noche a la mañana sin poder prepararse. Aprendió a llorar en silencio… La noche se convirtió en su aliada y lo sigue siendo…

En agosto les dieron la gran noticia de poder regresar a casa durante 10 días. La alegría se sentía en la habitación… Pero a la hora y media, todo cambió. Tenían que irse a Barcelona y estar el día 8, a primera hora, en el hospital Vall d’Hebron. Los nervios y la incomprensión se volvieron a apoderar de ella. Y es que el no saber y la incertidumbre destruyen a cualquiera.

Nada más llegar a Barcelona, tocaron la realidad de la enfermedad. En aquel momento les da la impresión de que están en otro mundo, en el que ¡en un día! puedes ver cientos de bebés, niños, adolescentes enfermos...

Tras una mañana de no parar visitando médicos, les notifican que no pueden regresar por la noche a Palma, como tenían pensado. Todo porque –les dicen– Arón está muy grave y necesita un trasplante urgente. A partir de ese momento el teléfono se convirtió en un apéndice de su mano, a la espera de que en cualquier hora del día y de la noche sonara, lo cual hizo que el tiempo no pasara, que los segundos parecieran minutos, los minutos horas y las horas, días.

Cualquier sonido de ambulancia era una esperanza... que se difuminaba al rato, al ver que el teléfono no sonaba.

Y así, durante casi seis meses, estuvieron ‘viviendo’ en Barcelona, «en otro mundo», como ella lo llama, tiempo en el que pudo ver tantos incontables e inimaginables casos: bebés que nacen con cáncer, otros a los que les extirpan un ojo, o los dos, otros con la piel cayéndoseles a tiras sin apenas poder andar, otros en sillas de ruedas ya de por vida…

También tuvo la ocasión de conocer niños que hoy ya no están, o viendo cómo otros se les escurren por entre los brazos a sus padres, que nada pueden hacer para impedir que la muerte se los lleve, sino esperar a que se marchen, estando a su lado, viendo cómo sus ojos, su luz se apagan.

El día 11 de septiembre recibió la llamada más esperada. Pensaba que, ¡por fin! la pesadilla acababa. Pero no fue así. Porque después de la operación crees que todo acaba, que todo evoluciona…

En diciembre pueden volver a Palma, a su casa... Pero ya nada es lo mismo. Lo que han visto en los últimos meses acecha cada minuto sus vidas, por lo que siente miedo al estar lejos del hospital donde le acaban de salvar la vida a su hijo. Sí, la vuelta es horrorosa. Entre otras cosas porque no te adaptas a las conversaciones banales. Ni siquiera estás bien en tu propia casa... Nada parece igual.

Por otra parte, los viajes a Barcelona son cada vez más frecuentes –de hecho, hoy están en la ciudad condal–. Él intuye que algo va mal, por lo que pregunta con miedo, escuchando lo que nadie quiere escuchar: metástasis.

Tras casi dos años de pesadilla, un día, preguntando, le dicen que con el dinero que llega a través de donaciones, se puede investigar, de forma específica, el cáncer de su hijo. En ese instante recuperan la esperanza, empezando otra lucha: la de recaudar dinero directamente para el hospital Vall d’Hebron, que es dónde investigan el tipo de cáncer. Carmen, que dentro de lo que cabe ha recuperado las fuerzas, nos manda una dirección: https://vhc.cat/donacionCancerinfantilvh.

Quien quiera ayudarles, debe poner el tipo de cáncer que se investiga: metástasis pulmonares de hepatoblastoma y el nombre de su médico, el doctor Sábado. Es la única esperanza que tiene, la investigación.

Es una lucha contrarreloj, pero hay que intentarlo. Entre todos hemos de intentarlo. Desde ahora. Porque la historia de Carmen y de su hijo puede vivirla cualquiera de nosotros.
No esperemos, pues. Entremos en esta página.