La previsible falta de trabajo en una temporada turística que se prevé fallida aumentará las cifras del paro. | R.L.

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Con la prevención requerida de que se trata de indicadores correspondientes a 2018, la tasa de paro de larga duración había bajado hasta el 2,2 por ciento, un porcentaje cercano al 1,9 de 2009, en los albores de la crisis económica. Son valores que, en todo caso, se van a ver superados este año como consecuencia del parón económico surgido de la emergencia sanitaria.

El paro de larga duración tocó techo en 2013 con 1.787 personas, lo que suponía el 5,2 por ciento del mercado laboral insular. Desde entonces y hasta hace dos años la tendencia ha sido de desescalada hasta situarse en menos de la mitad, aunque se espera que se produzca un fuerte rebote en los próximos meses.

Respecto a la tasa de paro general, se tocó techo en 2012 con una de cada cinco personas en paro y desde esa fecha la reducción había sido progresiva al ritmo de un dos por ciento anual hasta llegar en 2018 al citado 2,2 por ciento. Por las características de nuestro sistema económico, el paro viene determinado por la estacionalidad, lo que supone que en los meses de invierno alcance el 15 por ciento aproximadamente y en los de verano se sitúe en el cinco. Los afiliados la Seguridad Social en el tercer trimestre de 2018, el periodo de mayor intensidad laboral, eran 40.750.

Por municipios, la tasa de paro más elevada la soportan Maó y Es Castell con un 13 por ciento de media anual, siete puntos menos que en el mes valle de lo que va de siglo, 2012. Los tres municipios más pequeños, Es Migjorn, Ferreries y Es Mercadal son también los que tiene un índice de paro inferior, por debajo del 10 por ciento en los tres casos.

La mencionada característica del mercado laboral menorquín implica asimismo que la contratación laboral a tiempo parcial sea elevada. La tasa de contratos en esta modalidad alcanzó en 2018 el 27 por ciento, lo que supone una disminución de 11 puntos respecto a los peores datos, los de 2013. Sin embargo, en números absolutos la contratación a tiempo parcial solo bajó realmente en los años 2016 y 2017, la diferencia entre 2014 y 2017 se cifra en 10.000 contratos menos.

Tiempo completo

Más de la mitad de los contratos, no obstante, corresponden a tiempo completo, que sigue siendo la más habitual, aunque se ha reducido en doce puntos respecto a 2007, el año precrisis que marca los buenos tiempos desde el punto de visto económico y de la contratación laboral.

Los indefinidos fijos discontinuos representan el diez por ciento y esta fórmula marca una tendencia creciente desde el lejano 2007. Los indefinidos a tiempo completo suponen el cuatro por ciento de los contratos, la mitad del mencionado año, y los indefinidos a tiempo parcial se consolidan sin variación en el dos por ciento durante esa década. Todo ello es consecuencia lógica de la estacionalidad.

También ha ido en aumento el porcentaje de los contratos de corta duración, los de menos de tres meses, que fueron en 2018 el 33 por ciento. Desde la crisis iniciada diez años antes, la tasa de este tipo de contratación pasó del 28 por ciento al 42 en 2014. En esta tendencia ha influido de forma significativa el mantenimiento de unos valores relativamente altos de los contratos por un periodo inferior a un mes, que han sido del 15 por ciento.

Respecto a otros tipos de contratos, los temporales de entre seis meses y un año han disminuido progresivamente, del 14 al 8 por ciento en diez años, y se han incrementado los indeterminados (contratos de obras y servicios), que han pasado del 18 al 22 por ciento.