Luciano Etchehandy | Gemma Andreu

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Edad

— 42 años

Residencia actual

— Estaba en Alaior y me traslado a una casa de campo en Ciutadella

Año de llegada a Menorca

— 2018

Estudios (formación)

— Me gradué en el Instituto Tecnológico de Música Contemporánea

Lugar favorito de la isla

— Favàritx

Actividad

— Clases de guitarra y actuaciones

Originario de San Miguel del Monte, un pueblo pequeño a cien kilómetros de Buenos Aires, decidió buscar su rumbo profesional en Europa, tras estudiar música en Argentina. Lleva casi dos años en la Isla.

¿Cuándo vino por primera vez al viejo continente?

-Tenía veintipocos años. Cogí mi mochila y me vine solito a París. Eso fue en 2001. Estuve dando vueltas por toda Europa. Trabajé en un teatro de Niza haciendo sonido e iluminación por medio de unos conocidos de mi familia que trabajaban allí. Viajé a Suiza, Praga, Alemania... Al cabo de tres meses tenía el pasaje de vuelta y regresé a mi pueblo para organizarlo todo para vivir en Europa.

Valiente decisión…

-Allí me agarró el corralito y un montón de líos que pasaban en Argentina donde el tema económico es muy complicado. En un puente que tenía en el trabajo me vine a Barcelona, donde tenía algún amigo que otro y no tenía problemas con el idioma. Llegué en marzo de 2003 y, excepto algunas visitas a mi familia cada tres o cuatro años, ya no he vuelto a mi país. En 2012 me salió trabajo en un cabaret en Marruecos con el grupo que estaba tocando. Estaba en varios grupos y con uno de ellos habíamos grabado un disco. En Marruecos nos ofertaron cruceros e hice tres o cuatro temporadas en los barcos viajando por toda Europa, por todo el Mediterráneo tocando en cinco shows diarios. A veces estaba embarcado ocho o nueve meses.

¿Qué hacía cuando no había cruceros?

-Aprovechaba para viajar. He estado en todos lados, por Japón, por India, por todos lados… Siempre me ha gustado viajar. Uno de mis últimos trabajos lo conseguí por medio de una pareja, clientes de un crucero, que me ofrecieron hacer grabaciones de música publicitaria en Holanda. Estuve casi dos años viviendo en Hilversum, una ciudad pequeñita.

Ahora ya debemos estar acercándonos a Menorca.

-Hice un ‘parate’. Deje la profesión y casi todo, cogí la bicicleta y cuatro alforjas y recorrí el mundo durante un año y pico. En el viaje conocí a Irene Coll Carreras, mi pareja actual, que es de Alaior. Empezamos a tener contacto cada vez más asiduo hasta que iniciamos una relación. Primero ella se vino a Barcelona donde yo tenía todo y en septiembre de 2018 nos vinimos a vivir a la isla.

¿Qué le pareció?

-Primero fue para mí un cambio rotundo, pero como me había criado en un pueblo me fue súper fácil acostumbrarme. Es mucha más asequible en todo que una gran ciudad. La Isla es mucho más tranquila. Se puede hacer más deporte, se come más sano. Se vive bien en Menorca. Acá me encanta andar en bicicleta y correr.

¿Cuál fue su primera impresión de la isla?

-La conocía. Cuando vivía en Barcelona estuve un fin de semana y me pareció un paraíso. El color del agua, la tranquilidad, el silencio, la gente que es muy respetuosa, todo el mundo te saluda. En cambio en una gran ciudad como Barcelona vives como aislado. Aquí conoces al peluquero, al carnicero, al cajero del supermercado. Eso me conecta mucho con mi esencia. La verdad es que mi primera impresión fue genial. Me habían dicho que Menorca es todo plano, pero me engañaron. Si bien solo tenemos el Toro, la Isla sube, baja, sube, baja constantemente. Pero bueno, es muy fácil sentirse parte de la Isla

¿Cómo le va aquí profesionalmente?

-Cuando llegué ya había hecho algunos contactos con músicos de Menorca. El año pasado fue mi primera temporada completa e hice 93 shows, fue súper bien. A veces me llaman para conciertos en la Península. Si bien ahora está todo parado y todavía no hemos hecho ningún concierto, creo que pronto los podremos reanudar. Por suerte, sigo dando clases.

La enseñanza, otra faceta suya

-Siempre me he dedicado a la docencia. Desde los 17 años doy clases de guitarra y también de música. Ahora las hago tanto presenciales como online. Tengo casi quince alumnos. Durante el confinamiento no paré de dar clases. Incluso trabajé mucho más. También hago reparación de instrumentos y calibración de guitarras.

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¿Con qué grupos actúa?

-Ahora tengo un proyecto solista que se llama Lefthandy y es un poco un juego de palabras con mi apellido, el ‘handy’ de mano y el ‘left’ porque soy zurdo. Toco al revés, como Jimmy Hendrix. Es un proyecto el en que hago todo tipo de música: jazz, bossa-nova, rock, pop… Con una chica tocamos bossa-nova, con otra, blues , soul, y bossa. En Barcelona también hago colaboraciones con algunos grupos y grabación de discos. El año pasado, por ejemplo, hicimos un tributo a Abba. Pero hasta ahora no he tocado con ningún famoso. Lo más, es haber hecho de teloneros con Chenoa…

¿Cómo surgió su afición musical?

-En casa siempre había guitarras porque papá tocaba folklore, tango y música tradicional. En Argentina tenemos mucha música tradicional. Hay samba, chacarera, cueca, carnavalito… Dependiendo de la zona donde estés suena de una u otra forma. A papá le encantaba el tango y el folklore. Yo le acompañaba. Al principio la guitarra me quedaba muy grande y agarraba un bombo. Luego me dieron la guitarra, pero me aburría y la dejaba. Fue así como pasaron dos o tres años y de repente agarré la guitarra y vi que me gustaba. Eso después de destrozar toda la batería de cocina de mi madre porque quería ser baterista.

¿Fue entonces cuando empezó a estudiar música?

-De hecho empecé la carrera de diseño industrial con la idea de estudiar música después porque en Argentina cuesta mucho vivir de la música. En todos los países cuesta mucho, pero en Argentina solo hay cuatro o cinco famositos y una pequeña élite que puede vivir de ello y el resto se muere de hambre. Colgué la carrera para estudiar música porque tuve la intuición de que pese a las dificultades siempre se puede vivir de la música. Hay muchas salidas desde hacer instrumentos, colaborar en grabaciones, tocar en conciertos, animar en bares, cruceros o bodas, dar clases, trabajar en estudios de grabación, componer…

¿Entonces no se arrepiente de su decisión?

No. Lo hice porque es lo que amo, lo que sé hacer y me hace feliz. Podría hacer otras cosas. En mi familia fabricamos calzado. Pero no me reconforta como el aplauso del público o ver un alumno avanzar más allá de lo económico.

Vaya pues ha venido a una Isla donde también se fabrica calzado.

-Sí, es verdad. Yo conozco el oficio de fabricar zapatos porque lo aprendí de mi familia. Mi mamá es modista y mi papá tiene una fábrica de calzado. Mi hermana trabaja en el campo y también hace música tradicional. Mi madre es la única a la que no le gusta que me dedique a la música. En casa había muchos discos y mi abuela cuando se levantaba silbaba tangos. Cada mañana nos daba un concierto. A mí me fascina el tango y en Península y en Argentina he hecho algunas cosas de tango.

Quería preguntarle sobre un par de tópicos que corren aquí sobre los argentinos. Uno, que es tener palique, ya lo ha cumplido...

-Sí, sí, palique tengo. Creo que es común a todos los sudamericanos. Acá son muy afectivos y cercanos, pero nosotros, por allí y más en Argentina, nos ponemos a charlar sin problemas con gente que no conocemos. No sé si es porque me crié en un pueblo, porque el porteño, que es el típico de Buenos Aires, pone distancias. En cambio, a nosotros nos da igual. A mi me han tratado bien siempre. En París, en Niza donde estuve trabajando mucho tiempo, en Barcelona, en Menorca nunca he tenido problemas por ser argentino. Tenemos vínculos entre nosotros. Yo de hecho tengo sangre francesa e italiana. En cada país que he estado me han tratado bien. Cuando viajas te tienes que adaptar porque no es tu país. Tienes que cambiar el chip. Quien no lo logra no se adapta en ningún lugar y se vuelve. Hay que adaptarse allá a donde estás. Incluso en mi casa, en mi país, cuando vuelvo me siento un poco extranjero allí. Llevo casi media vida fuera y ya me siento más de aquí.

Casi que no le pregunto por los otros tópicos...

-Diga, diga, ¿cuáles son?

El psicoanálisis y la adoración por Diego Armando...

-La verdad es que soy un argentino medio raro porque si bien me gusta el asado, la barbacoa típica, el tema deportes no me interesa mucho. Si vos me decís vamos a ver el ajedrez o vamos a ver un partido de fútbol, elijo el ajedrez. Solo me engancho al fútbol cada cuatro años cuando hay un mundial. Admiro a Maradona como el gran profesional que ha sido, pero personalmente tiene un montón de cosas que no comparto. Prefiero mucho más a Messi, a quien he conocido en Barcelona. Yo estaba en una tienda y el venía cada fin de semana. Es un chico mucho más cercano, que no ha perdido la cabeza por el éxito y la fama.

En cuanto al psicoanálisis, es cierto que en Argentina hay muchos psicólogos. Quizás es porque es un país que casi siempre está en crisis y la gente necesita o bien un psicólogo o bien un sacerdote para que le den una palmadita en la espalda a nivel emocional. Es un país que no remonta. Es muy difícil vivir allí porque no funciona la sanidad, no funciona el nivel educativo. Está muy atrasado en un montón de cosas.