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Más de 90 locales han podido ampliar su espacio de terraza para poder amortiguar el duro golpe de la crisis sanitaria. Primero el confinamiento y luego la desescalada han supuesto un quebradero de cabeza para los bares y restaurantes que se han tenido que ir adaptando a cada restricción de aforo. Y una parte de su supervivencia pasaba por ampliar espacios exteriores para poder mantener las distancias de seguridad permitidas sin perder mesas. O perder las mínimas.

Todos los ayuntamientos apuntan a la flexibilidad con el sector de la hostelería y la restauración en su voluntad de «hacer viable el negocio», en palabras del concejal de Comercio e Industria de Es Castell, Óscar Gómez. Y además de aplicar reducciones o eximirles de la tasa de ocupación de vía pública, la mayoría de consistorios ha aplicado la manga ancha en un «momento excepcional que requiere de medidas excepcionales», coinciden en apuntar algunos ediles.

Los ayuntamientos —con la excepción de Ciutadella, que no ha facilitado datos del número de terrazas concedidas ni de las solicitadas— han aceptado la gran mayoría de peticiones de ampliación de terrazas. Algunos a costa de aparcamiento. Y las que se han quedado sin reconocer han sido por motivos de espacio insuficiente, molestias a vecinos o por requerir un imposible cierre de una calle. Cada caso se ha estudiado de manera personalizada.

En Maó, los locales solicitaron 30 ampliaciones, de las que se han concedido 25 y las cinco restantes estaban a principios de semana pendientes. Otros 9 pidieron colocar una terraza nueva y hasta el momento se habían concedido tres, a la espera de resolver las seis restantes. En el caso de Es Castell, han sido una veintena los locales que han podido «mantener el mismo número de mesas que tenían antes de la crisis con el doble de espacio». Algunos han crecido menos a causa de la ubicación.

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En Ferreries se han concedido 17 de las 19 ampliaciones solicitadas. Se ha permitido también el doble de espacio con el fin de que se coloquen las mesas que tengan cabida manteniendo las distancias fijadas. «Lo que hemos tenido claro es que el espacio de paso para viandantes fuese seguro», apunta la alcaldesa Joana Febrer.

En Alaior con una decena de ampliaciones, han optado por ser benévolos y sensibles con la situación. Ahora ocupan más espacio del originalmente concedido pero menos que al inicio de la desescalada. Se han ido adaptando. En Sant Lluís se han otorgado las seis ampliaciones solicitadas, con un máximo de un 50 por ciento más de la superficie autorizada el año pasado.

En Es Mercadal solo se han ampliado cinco. Ha habido pocas peticiones. Se han denegado un par ya que pedían el cierre de una calle. El alcalde, Francesc Ametller, indica que esta baja incidencia obedece a que las terrazas son ya de por sí extensas. Han considerado suficiente el espacio. En Es Migjorn, la alcaldesa visitó local por local informándoles de que «colocaran más mesas y siempre mantuvieran los 2 metros». Algunos aún no han ampliado, pero «pueden hacerlo», agrega Antonia Camps. Cuatro ya han ampliado terraza.

Tanto el presidente de los restauradores de CAEB, José Bosch, como el de PIME, Antoni Sansaloni, valoran positivamente el sentir general de los ayuntamientos y gestores de puertos que han sido tolerantes con el sector. Las reducciones de las tasas también han supuesto un alivio. Sansaloni apunta a su vez a los vecinos que han sido muy sensibles con la realidad.

Pese a ello, la temporada no despega. Sansaloni confía en el agosto cuando viajará el turismo nacional. El internacional falla. «este verano solo buscamos salvar el barco». Por su parte, Bosch cifra las pérdidas del mes de junio en un 70 por ciento. Habían predicho caídas del 40 por ciento, «nos quedamos cortos». El turismo entre islas es irrisorio. Y el consumo interno tampoco repunta. La economía está resentida. Y las zonas turísticas siguen con muchos locales cerrados a la espera de turistas, aún inexistentes.