Sergio junto a su novia Laura en una escapada a un lugar de la costa de Dorset. Al fondo, las formaciones rocosas conocidas como Old Harry Rock

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La ficha

Lugar y año de nacimiento: Maó, 17 de enero de 1992

Formación académica: Ingeniero aeronáutico por la UPC

Ocupación actual: Trabaja para la empresa española Indra Sistemas en un proyecto sobre control de tráfico aéreo desarrollado para NATS (National Air Traffice Services)

Vive en: Southampton, al sur de Inglaterra

Su objetivo es: En el futuro inmediato, desarrollarme como profesional en Indra

Ni los ingleses son tan fríos como los pintan, ni España es un país tan malo, ni Reino Unido con sus cosas positivas es un paraíso, aunque ahora mismo no lo cambia por ningún otro lugar. Descubrir matices, toda esa escala de grises oculta bajo los prejuicios, fue una de las intenciones de este mahonés, Sergio Goñalons Olives, cuando se marchó, un septiembre de 2016, a Inglaterra.

Había completado la carrera de Ingeniería Aeronáutica y era el momento de probarse a sí mismo en el extranjero. Cursó un máster en Cranfield University, en Milton Keynes, y ahora, casi cuatro años después, reside en la conocida ciudad portuaria de Southampton, tristemente popularizada por la tragedia del RMS Titanic ya que de allí zarpó el transatlántico en abril de 1912.

Llegó para completar su formación y alargó su estancia durante años ¿por qué?

—Encontré un trabajo de mi sector. De hecho vine a hacer el máster porque Reino Unido es uno de los países más fuertes en el ámbito aeronáutico, eso fue un aliciente. Cuando terminé de estudiar mi idea era quedarme pero también estaba abierto a otras cosas, a volver o a ir a donde surgiera un trabajo.

Y firmó por una empresa española con sede en Inglaterra.

—Así es, Indra, una empresa de sistemas y tecnología con proyectos en todo el mundo, uno de ellos en Inglaterra, relacionado con el tráfico aéreo que es en el que yo trabajo. Una de las sedes está a 20 minutos en coche de donde vivo, en un business park muy cerca de Southampton.

¿En qué consiste el proyecto?

—Es un proyecto bastante amplio de renovación del sistema de control aéreo en Europa para unificar criterios, reducir gastos y emisiones contaminantes. El tráfico, hasta que irrumpió la pandemia del coronavirus, se incrementaba mucho cada año y era necesario modernizar todos estos sistemas. Hay que tener en cuenta que es un tema delicado, en el que los cambios se introducen poco a poco. Indra tiene un sistema que permite manejar tráfico aéreo de una manera más eficiente, rápida y visual, a base de información en tiempo real (trayectoria de aviones, condiciones meteorológicas...). Lo que hacemos es diseñar el sistema personalizado para los controladores ingleses, nuestro cliente es NATS, la empresa de aeropuertos y navegación aérea en Reino Unido.

¿Y su función es?

—Mi trabajo consiste en probar que lo que el cliente ha pedido funciona correctamente, ingeniero de test. Me siento delante de una pantalla y básicamente es pelearme con el sistema y comprobar que la información que se recibe es correcta, que cuando un controlador quiere, por ejemplo, cambiar la ruta de un avión, eso se cumple. Todo es a base de simulaciones para ver que el sistema se comporta como ellos esperan, hasta que se realiza una validación final con el cliente.

Es una gran responsabilidad.

—Sí, es algo con lo que no se puede hacer broma, pero precisamente hay diversas fases de pruebas y la responsabilidad no recae solo en una persona, hay etapas, se prueba un nivel, luego se valida con el siguiente, y se probaría en operación durante un tiempo muy limitado, se reduce al mínimo la posibilidad de un fallo humano.

Reino Unido encarga el sistema a una firma española y un menorquín está en ella. Es llamativo porque tenemos esa tendencia a pensar que vamos siempre por detrás...

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—Sí, estoy totalmente de acuerdo con esa reflexión. Una empresa española vende un producto a un país en teoría más puntero tecnológicamente y de hecho, y para que sorprenda aún más, este mismo sistema pero adaptado a otros clientes se está vendiendo en Alemania, Lituania, Rumanía, Noruega y otros países; más o menos la mitad del espacio aéreo europeo usará en unos años un sistema de estas características elaborado por Indra.

En todas estas relaciones comerciales ¿influye el brexit?

—Cuando empecé a trabajar aquí era un tema de actualidad pero en la empresa siempre nos han transmitido que debemos estar tranquilos, que de momento no nos afecta, pero todavía hay mucha incertidumbre. Ahora con el añadido del coronavirus veremos, pero en principio el mensaje es que nuestro proyecto sigue adelante.

Mencionaba que el tráfico aéreo crecía hasta que llegó el parón de la covid-19. En su opinión ¿volverá a ser como antes?

—Nadie lo sabe pero yo creo que la vida tal y como la conocemos va a cambiar. Habrá qué ver cómo reacciona la gente ante la situación, si tienen ganas de viajar lejos o se va hacia un turismo más local, a no ser que se encuentre una vacuna, un tratamiento o el virus se debilite. Es un tema recurrente estos días y valoramos varios escenarios, en el más pesimista, que esto dure hasta finales de 2021, el proyecto cambiaría totalmente e incluso podría posponerse. Pero creo que lo más realista es pensar que a principios de 2021 habrá vacuna o tratamiento eficaz, o una mejor detección de la transmisión, y si se puede viajar sin riesgo, el tráfico aéreo se recuperará.

¿Cómo vive la pandemia en un país todavía con una alta tasa de contagios?

—Aquí primero optaron por no confinar pero rectificaron al ver la alta tasa de mortalidad. Estuvimos unas seis semanas de confinamiento pero permitían salir a hacer deporte una vez al día, a comprar, a cuidar de familiares, al hospital y al trabajo si no se podía teletrabajar. Eso fue lo más duro que tuvimos, pero luego se relajó y la verdad que sorprendía ver a la gente paseando como si no hubiera pandemia; aquí las mascarillas no son obligatorias en la calle o para ir a comprar, solo se recomiendan.

¿Han vuelto a la oficina?

—No, yo aún teletrabajo, hasta finales de año en principio, porque el funcionamiento ha sido bueno, las entregas se han cumplido y el rendimiento no se ha visto afectado. Mi empresa se ha comportado bien, ha primado la salud, de hecho nos mandaron a casa antes de que el Gobierno lo indicara. Yo no he dejado de trabajar en ningún momento, otros compañeros sí, por exigencias del proyecto. Sigo saliendo solo para lo estrictamente necesario. He preferido ser cauto, voy a comprar, a dar una vuelta por los alrededores y no me relaciono fuera de mi círculo.

Menorca, como destino turístico, está muy pendiente de lo que sucede en Inglaterra ¿cree que volverán a viajar?

—Conociendo un poco a la gente de aquí yo esperaría que sí, siempre que haya vuelos y España lo permita los británicos van a viajar. Como no se lo prohiban expresamente ellos saldrán. Eso va a ser muy bueno para Menorca siempre y cuando claro está que no traiga un rebrote. Yo mismo tengo billetes para agosto, lo compré en enero antes de que pasara todo esto, y ese es mi plan, hacer vacaciones, pero si no sucede nada claro, porque tampoco quieres viajar para luego estar encerrado.

¿Cómo resumiría su experiencia hasta hoy?

—Hay un poco de todo, bueno y malo, pero no cambio esa experiencia por nada. Es un tópico pero me ha ayudado a crecer como persona, a romper prejuicios, a valorar lo que tenía..., y a aprender que siempre hay oportunidades, en todos lados, si uno quiere.