Como estaba previsto, las tareas de exhumación en el cementerio de Bunyola se han prolongado durante diez días. Los expertos de ATICS han dejado la puerta abierta a una nueva intervención en el osario que, según la investigación, se hizo en un momento posterior a 1932. | Juanjo Roig

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Los trabajos de exhumación del cementerio de Bunyola, en Mallorca, para tratar de encontrar los restos de quince víctimas del franquismo han concluido con la localización de fragmentos de restos craneales correspondientes a individuos adultos que presentan diversas marcas compatibles con autopsias y heridas previas a la muerte. Entre los represaliados se sospecha que figuran los menorquines Josep Pons Sintes y los hermanos Sebastià y Bartomeu Carretero Gornés.

Al ser fragmentos de pequeño tamaño, la identificación a simple vista no ha resultado posible por lo que continuará la investigación con la realización de pruebas de ADN a los familiares de las víctimas que se buscan en Bunyola. Una vez recogido todo este material genético, se trasladará a los laboratorios de la Universitat Autònona de Barcelona y la Universitat Pompeu Fabra con la intención de que se pueda obtener algún resultado positivo.

Los restos han sido encontrados en el osario de la zona ajardinada situada frente a la antigua sala de autopsias. Esta estructura del tipo vaso funerario se utilizó a partir de los años sesenta como osario para alojar todos los restos óseos que se iban limpiando a su alrededor, a raíz de diversas reformas.

Vista al futuro

El trabajo de campo realizado por la empresa ATICS ha servido también para localizar otro osario que requerirá de un estudio e investigación en profundidad. De hecho, ATICS ya está trabajando en ello como una posible futura intervención en el cementerio de Bunyola.

La estructura está situada tras la capilla, en la zona este del cementerio y consiste en un gran recorte de roca calcárea geológica en forma de pequeña cueva y cerrada en su frontal por una gruesa pared. La parte superior se encuentra sellada por una capa de hormigón, con dos oberturas por las que se depositaban los restos óseos. Según consta en el Arxiu Municipal de Bunyola, este osario se construyó en un momento posterior a 1932.

Los expertos de ATICS han podido llevar a cabo diversos trabajos de documentación arqueológica, topográfica y antropológica en el osario, aunque su estado de conservación es bastante precario, y recomiendan un estudio de detalle que desvele todos los problemas que se puedan derivar en una futura intervención.

Ya en los primeros días de los trabajos de exhumación del cementerio de Bunyola se corroboró, tal y como se pensaba, que las víctimas no se iban a encontrar en posición primaria, es decir, en su lugar original de entierro. Por esta razón, los arqueólogos y antropólogos se centraron en los osarios que se fueron utilizando en el cementerio desde 1936 y a lo largo de las siguientes décadas en las que se realizaron numerosos cambios y reformas en el cementerio.

Los restos óseos encontrados en la jardinera se han localizado muy fragmentados, húmedos y con muchos restos de suciedad.