El obispo de Menorca, Francesc Conesa, en Cal Bisbe | Josep Bagur Gomila

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El obispo de Menorca, Francesc Conesa, se pronuncia sobre la carta en apoyo a Carme Mascaró, a quien la diócesis pidió que dejara de ser catequista.

¿Cómo valora esta carta?
— Como obispo me siento frustrado porque si unos cristianos de Menorca necesitan recoger firmas y acudir a los medios para comunicarse con su obispo es que algo no funciona bien. Yo me siento pastor y padre de todos los cristianos de esta diócesis y uno no se comunica con su padre por la prensa. Este modo de actuar y presionar, más propio del activismo político, dificulta la escucha, el intercambio de opiniones y el diálogo en la Iglesia.

¿Por qué pidió a Carme Mascaró que no imparta catequesis?
— Es una cuestión de coherencia después de su matrimonio civil con otra mujer. Con esta decisión, que respeto aunque no comparto, ella misma manifiesta de modo público que no acepta las enseñanzas de la Iglesia sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia, por lo que, según mi parecer, no era conveniente que enseñara la fe en nombre de la Iglesia. Así se expliqué personalmente y le agradezco que, con su actitud, facilitara el diálogo entre nosotros. Le insistí en que es bien recibida en la Iglesia, que quiero seguir contando con ella en el Centre Sant Miquel, si bien en otras actividades.

¿Se ha aplicado la ‘moral del Imperio Romano’ y el Código de Derecho Canónico?
— La decisión fue pastoral y no jurídica; no intervino ningún tribunal. Me suena como muy desfasada esa oposición que hacen algunos entre una Iglesia del Evangelio y otra Iglesia de la norma y la ley. Creo que vamos mal cuando un grupo se erige como la auténtica Iglesia de Jesús y acusa a los otros de seguir el Código de Derecho. Estas descalificaciones de quien no piensa como tú no ayudan al diálogo.

¿Fue una decisión unilateral que adoptó como obispo?
— Tomé la decisión después de consultar a varias personas. Se planteó el tema en el Colegio de Consultores, que actúa como consejo episcopal, y se explicó a los sacerdotes en un encuentro en el que estaban casi todos. En la carta de apoyo a Carme se afirma que la decisión se tomó «sin previa consulta a las comunidades parroquiales». Comprendo el deseo de los fieles de participar en la vida de la Iglesia y en este sentido creo que debemos crecer en sinodalidad, es decir, aprender a caminar juntos. Pero hay decisiones que corresponden a quien tiene la responsabilidad de gobernar. En el traslado de un sacerdote intento escuchar a todos pero no hago una consulta a todas las parroquias. Lo mismo sucede a la hora de encomendar un ministerio como la catequesis a una persona; no creo que sea necesario hacer consultas a todos.

¿Comparte lo que dice el Papa sobre la homosexualidad?
— En la carta de apoyo a Carme se da a entender que mi decisión va en contra de lo que el Papa Francisco está enseñando. No ha sido mi intención desviarme ni una coma del magisterio del Papa. Es cierto que hace pocos días se difundieron y manipularon unas palabras del Papa haciendo creer que aprobaba las uniones homosexuales. Pero, como nos ha aclarado la Santa Sede, lo que el Papa reclamaba era una cierta cobertura legal para las parejas que conviven. En esta misma entrevista -en una parte que no quisieron publicar- declara el Papa que «es una incongruencia hablar de matrimonio homosexual», y pide que todas las personas sean respetadas en su dignidad y acogidas. Comparto por completo estas palabras del Papa.

Se le pide ser una Iglesia «inclusiva, acogedora, sin prejuicios, abierta y respetuosa con las diferencias».
— Me sumo a este deseo que está recogido en el programa pastoral de la diócesis. Hemos de abrirnos a todos, respetando y acogiendo a todas las personas. Esto no significa aprobar todo lo que hacen. Pienso en la conducta de Jesús con los publicanos o con los pecadores. Jesús los acogió, pero no aprobó su comportamiento y les invitó a cambiar de vida. Tal como lo entiendo, acoger no significa dar por bueno todo lo que los demás hacen. Reitero que hemos sido una Iglesia cerrada y segura de sí, y necesitamos abrirnos a todos.

¿Le ha sorprendido el eco mediático de este caso?
— No esperaba tanta repercusión. Sólo se puede entender por la amplia difusión que la ideología de género en la sociedad y entre los cristianos. Lo que más me duele es el daño que se pueda haber causado a Carme y al Centre Sant Miquel, porque aprecio mucho a este centro, que realiza una tarea extraordinaria en Ciutadella, y valoro mucho a Carme y sus cualidades. Me duele enormemente la división que esto pueda causar en la pequeño rebaño de la Iglesia de Menorca. Somos pocos y necesitamos trabajar muy unidos para crecer durante años como Iglesia samaritana.