Jordi López Ravanals, exsenador de Menorca. Consultor | Josep Bagur Gomila

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Visto en perspectiva su paso por la política habría sido efímero si no fuera porque piensa volver. Su retirada a causa de la indisposición de un compañero es poco frecuente en cargos de alta representación, sobre todo si se siente a gusto como confiesa. Iniciada la cincuentena, tiene experiencia suficiente, el entusiasmo necesario y la independencia personal ideal para afrontar los retos que aparezcan.

¿Vale la pena dedicarse a la política hoy tan vilipendiada?

—Sí, ha sido una satisfacción y sigo en la política activa a través de la junta del partido y con ganas de poder renovar la confianza del electorado de Menorca. He sido muy, muy feliz siendo el senador de todos los menorquines y poder defender los intereses de mi tierra madre.

¿Qué retribución mensual tenía en el Senado?

—Aproximadamente 2.850 euros de salario más 1.900 en dietas.

¿Cómo se renuncia a una remuneración tan generosa?

—Mi decisión de presentarme a senador y de renunciar al escaño nunca ha venido motivada por la retribución que fuere. Es mera vocación política y las ganas de poder trabajar y aportar algo de mí a mi tierra.

Llegó a este mundo a los 50 años, ¿es partidario de la experiencia en la empresa?

—He venido a la política a trabajar no como modus vivendi. Estaba ayudando activamente a Coia [Sugrañes] y al partido y me presenté a senador por casualidad y contra todo pronóstico y salí por los pelos.

Fue una doble sorpresa entonces, su aparición y su victoria raspada.

—Esto es la democracia, por un voto, o por 39 en mi caso, ganas. Me presenté porque creo que hay muchas cosas que hacer y porque creo que has de llegar con ideas y experiencia de fuera. Cuando la persona designada renunció yo me presenté por convicción, a pesar de que las encuestas no nos daban esperanza.

El Senado es la institución más denostada por su aparente inutilidad, ¿lo confirma o lo desmiente?

—Lo desmiento, es un tema de mero desconocimiento. En el Senado se hace mucha política territorial, en el año que he estado he entablado muchos acuerdos y alianzas con políticos de otros partidos para temas de Menorca.

¿Entonces lo dejamos así?

—Soy partidario de una reforma para hacerlo aún más territorial, no para refrendar al Congreso, sino una cámara como la he utilizado, para llevar los problemas de Menorca y obtener colaboración.

¿Le ha dolido dejarlo?

—Muchísimo. Ha sido una situación de fuerza mayor personal y profesional. Lo hablé con la presidenta del partido y con quien ocupa la plaza ahora y les dije que me gustaría volver y, si todo va bien, volver a ser la alternativa del PP para Menorca.

Como Luis Enrique al dejar la selección española...

—No, él se fue por otras circunstancias. Yo me he ido contra mi voluntad y por principios, creía que combinar empresa con el Senado fallaba a la gente que había confiado en mí porque es imposible estar en dos sitios a la vez con plena dedicación. Al Senado me he dedicado en cuerpo y alma.

Hay muchos senadores que también son alcaldes o concejales.

—No es lo mismo, es compatible, no lo es la empresa privada, que te requiere gran dedicación, y ser senador. Eso es fallar a la gente, no va conmigo.

¿Hay un perfil de senador o es un retablo social?

—Es variopinto. He visto que está el senador de toda la vida, pero que cada vez es más residual. De los nuevos, he comprobado y es lo que cuestiono que solo una pequeña parte viene de la empresa privada, mientras que una gran parte corresponde al funcionariado o a la vida política.

¿No es una buena combinación?

—Soy partidario de refrescar las instituciones políticas con personas del mundo real, de la empresa que ha de pagar nóminas entre dificultades como las actuales o que han de pagar impuestos, en fin, es un mundo diferente al del funcionario. No quito mérito al funcionario, pero son mundos muy diferetes.

¿También ha observado que la política está pensada para los funcionarios?

—No, pero es más fácil. Cuando te vas de la empresa a la política es difícil que la empresa lo entienda. Reconozco que mi caso es excepcional, si te fijas la mayor parte de los políticos han iniciado su trayectoria en la juventud en busca de la oportunidad.

¿Ha dejado amigos de otros partidos?

—Sí, he dejado muchos amigos en el PP y en el PSOE, estos días estoy teniendo muchas muestras de cariño muy sinceras. Me he llevado muy bien para mociones, pactos y enmiendas con senadores de otros partidos que estuvieran en zonas parecidas a la mía.

¿Por ejemplo?

—Huelva, con problemas de turismo y derivaciones de la covid muy similares. Canarias, donde una senadora socialista ha apoyado mis iniciativas dentro del grupo socialista y yo las suyas en el grupo popular porque lo que nos importaba en definitiva era nuestra tierra.

De los ministros que han pasado por el Senado, ¿quién le ha parecido el o la mejor?

—Me lo pones difícil, hay que ser francos y reconocer que les ha tocado un momento difícil. Vienen muchas veces con el discurso preparado, poca honestidad y poca profundidad. Eso me decepciona. Como buenos, ninguno, como charlatana la número uno es la ministra de Trabajo, le es igual decir 5 que 25.

Le preguntaba por la mejor.

—La más descarada y que a veces habla a veces con un tono de falta de respeto es Montero.

Hay dos, ¿cuál de ellas?

—La ministra de Hacienda, utiliza un lenguaje vulgar a veces y algo trasnochado.

¿Qué ha podido hacer en este año escaso?

—Pues muchas iniciativas. Lo último ha sido preparar y presentar las enmiendas de Menorca a los Presupuestos Generales del Estado. El partido me las aprobó y se registraron en el Senado justo antes de irme, he seguido reclamando el segundo cable, hay también una ponencia sobre la insularidad que espero que pueda llevar la persona que me ha sustituido, llegué a un pacto con el PSOE y se me aceptó, hay otra interesante sobre la celebración de bodas en la costa de Menorca, que es importante por su repercusión económica, muchas inicitivas relacionadas con la covid, entre ellas las de repatriar menorquines que estaban en el extranjero.

¿Ha intervenido en la polémica sobre la nueva sala virtual del Aeropuerto?

—Lo he trabajado bastante, pero estaba todo el pescado vendido. Tanto el Consell como el Govern decían en público que no, pero habían asentido ante AENA y el control remoto ya estaba decidido.

¿Es buena idea o le genera dudas?

—A ver, he presentado varias cuestiones al Gobierno, mi propuesta, que incluso hablé con el presidente de AENA, Mauricio Lucena, es que tendría que haber dos torres, la física y la remota, de forma simultánea. Si al cabo de tres años demuestras que la remota está funcionando con error cero, ya está. Una de las características de este control es que necesita tecnología 5G, que en Menorca no tenemos.

Tal como lo cuenta resulta incongruente.

—Ponemos en marcha un sistema de control sin la tecnología adecuada. Supongo que lo solventarán porque lo van a tener que certificar. Lo que me parece más inaceptable es que no se haya luchado desde las instituciones menorquinas, el Consell ha agachado la cabeza.

¿Falta reivindicación de las instituciones locales ante Madrid?

—Lo hablé con Susana [Mora] y me habría encantado que todos los representantes de Menorca hubiéramos hecho una fuerza común.

Dice que volverá, ¿a las Cortes o a la política local?

—Primero lo ha de querer el partido y los electores, prefiero la experiencia del Senado, me ha parecido fantástica, me he divertido y he trabajado mucho por ejemplo sobre la conectividad. En el PP y el PSOE hay muchos temas que los equipos actuales están entendiendo. La primera vez que en el grupo popular hablé de OSP me tiraron abajo una iniciativa y tuve que hablar con el propio portavoz del grupo para explicarle en qué consistía.

¿La proponía para Barcelona?

—No, era referida al interislas y a Madrid. Con Barcelona no la permitirá Europa, el único fin de la OSP es conectar un territorio que está incomunicado, no es nuestro caso. A veces los políticos juegan mucho con el tema sin ofrecer la información correcta.

¿Hay que aplicar medidas como las que propuso Ábalos?

—Lo que yo propuse es un control de los precios de los billetes y, lo siento, hay gente que sin ser realmente residente se está beneficiando de la bonificación.

¿Por qué no se controla?

—Hay que tener ganas de gestionarlo. Ha sido mi gran tema cuando propuse al Gobierno que controlase con un organismo que depende de la CNMV los costes y la utilización del ‘residente’. Una persona que vive en Menorca no ha de tener límite en el uso del avión, no tenemos AVE ni autovías. No puede ser que nos perjudique a una minoría otra minoría que lo está usando de manera fraudulenta.

La pandemia está siendo una crisis brutal y desconocida, ¿es una atenuante para la gestión del Gobierno?

—Un Gobierno tiene que ser coherente, al principio fue una atenuante, hoy lo están utilizando para tapar sus vergüenzas y falta de gestión. Esto habría sido difícil para cualquier gobierno, pero otros no habrían sido tan incoherentes. El problema es que no es un gobierno unido, no hay cohesión, no tiene una visión y objetivo comunes y le convierte en ineficaz e ineficiente. Y estamos hablando de la salud y la economía.