Lo explica la bióloga del centro Miriam García, quien recuerda que se trata de una especie protegida, aunque Menorca registra una densidad poblacional «extremadamente alta».
«Mientras que en la península encontramos reducidas colonias de esta especie, en la isla habitan todas las zonas a causa de la conservación del medio natural. Si sumamos las que están en cautividad, la proporción es altísima y el último estudio elaborado por la Universitat de les Illes Balears cifraba en un ejemplar por cada metro cuadrado», ha detallado a Efe.
Las tortugas que llegan al centro de recuperación son liberadas de manera progresiva en sus zonas de origen, con el objetivo de no mezclar las dos variedades que se dan en la isla.
«Si nos entregan algún ejemplar de la zona de Mahón la liberamos en ese punto para tener un cierto control. En la isla hay dos grandes focos poblacionales, el norte y el sur, y una variedad procedente de las islas italianas y Córcega, así como la continental», ha precisado.
García recuerda que tener tortugas en cautividad está prohibido y hace un llamamiento a la ciudadanía para evitar esta práctica que perjudica al propio animal.
«A veces nos encontramos tortugas que llevan más de 30 años criando en cautividad y, al ser animales de diferente edad, la población se descontrola. Además, se crean unos malos hábitos de alimentación, provocando malformaciones y falta de endurecimiento del caparazón. Las tortugas comen una amplia variedad de plantas y no lechuga ni sandía», ha aclarado.
La tortuga mediterránea se reproduce en primavera. A finales de mayo comienzan las puestas de huevos que no eclosionan hasta finales de verano, coincidiendo con las primeras lluvias.
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