El vigilante atiende a los ocupantes de un barco que ha reservado una boya ecológica | Manolo Barro

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Salvo los días que la tramontana da un respiro, en la bahía de Es Grau este verano la ocupación de embarcaciones es muy elevada, en el campo de boyas ecológicas se pueden llegar a gestionar 30 barcos en un solo día, y entre estos y los fondeados hay jornadas de agosto en que superan el centenar. «Son muchos barcos y mi trabajo consiste en gestionar el campo de boyas, acoger a la gente que viene con una reserva hecha por internet, destinarles la boya que les corresponde por las medidas de su barco y vigilar el entorno del parque natural, porque hay zonas protegidas en las que los barcos no pueden anclar», explica Eugeni Güell, trabajador de la empresa Centre Balear de Biologia Aplicada (CBBA) y a cargo de las boyas Life Posidonia de la Illa d’en Colom.

Güell y su mujer hace 12 años que viven a bordo de su velero, un barco «pequeño y discreto, equipado para navegar» que es lo que realmente les apasiona, «somos gente de mar», afirma. A sus 65 años, el trabajo de temporada «en este entorno espectacular», permite a la pareja acabar el verano –su periodo laboral comprende de junio a septiembre–, y seguir su aventura, zarpar en octubre. «Nos encaja, hemos navegado por todo el Mediterráneo, el norte de África, Portugal, Grecia..., hacemos vida a bordo, tenemos amigos marineros como nosotros que nos visitan, van y vienen», comenta Eugeni. De origen catalán, comenzó en la pesca «pero no me gustaba mucho, quería ser más libre» y ahora lleva ya 40 años de algún modo u otro vinculado al mar.

Como trabajador de CBBA empezó en 2019, «era un trabajo que no había hecho nunca y tuve el apoyo de un compañero que realiza la misma tarea en Fornells y de los agentes y el patrón del parque natural, entre todos nos repartimos un poco el trabajo de poner orden y vigilar que se respete la posidonia y que los fondeos sean correctos». El Plan Rector de Usos y Gestión del Parque Natural de S’Albufera des Grau limita el uso pesquero en la zona marina y, en relación a los fondeos, protege las praderas de posidonia y prohíbe que los barcos echen el ancla sobre ellas y arrastren las plantas destrozando los fondos marinos, de ahí el uso de los anclajes o boyas ecológicas.

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Los usuarios que llegan con su reserva hecha toman su boya y se instalan «sin problemas, se han leído las condiciones», señala Güell. Otros llegan con el barco sin conocer el parque y fondean en zonas protegidas, ahí es cuando entra en acción el vigilante y les advierte que tienen que moverse. «En general la reacción de la gente es correcta, entienden la situación, es un trabajo extra un poco desagradable porque ya se han instalado, pero suelen ser comprensivos», explica. Lo que suelen alegar en su defensa es que no conocen la zona.

Pero la protección medioambiental no es un trabajo que guste a todo el mundo, como ha comprobado el vigilante. El entorno idílico se ha tornado hostil con el sabotaje sufrido en la barca de vigilancia, que ya ha sido reparada y desde el pasado viernes está operativa de nuevo. Fue un intento de hundimiento de la embarcación en toda regla, explica Güell. Estaba amarrada en el campo de boyas de la Asociación de Amarristas de Es Grau, dependiente de la Asociación de Vecinos, y el empleado de CBBA no ha recibido ningún tipo de apoyo o llamada, comenta, «eso me disgusta mucho».

Los hechos están bajo la investigación de la Guardia Civil. La Policía Nacional tiene constancia además de otras dos denuncias del vigilante por ataques a su furgoneta en agosto de 2020 y en julio de este año, mientras estaba estacionada en el pueblo.